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Menudo espectáculo se había montado. No había ni un par de ojos que no estuviera viendo la escena, pero aquello no era lo peor, sino que mientras que Abril estaba con Alejandro, Camila había aprovechado para arrastrarme fuera de la sala y lo había conseguido.

—Hola —pronunció con su característica sonrisa dibujada en sus labios.

—No quiero hablar contigo, Camila —traté de cortar de raíz cualquier idea que tuviera en mente. En cuanto me dispuse a alejarme, su mano agarrando mi brazo me detuvo es seco.

—Tan sólo necesito que me escuches. Dame un minuto y prometo que te dejaré tranquilo.

No pronuncié palabra, lo que ella tomó como un incentivo para que comenzase a hablar. Espero no haber cometido un error.

—Quiero que sepas que lo siento, lo siento mucho Ethan. He cometido un inmensamente estúpido error al...—no pudo seguir por lo que tragando volvió a intentarlo —siento tantísimo haberte hecho daño, que eso me está destrozando por dentro. No consigo dormir, ni comer, ni concentrarme, mi mente sólo piensa en ti, y necesito que vuelvas. Sé que he cometido muchos errores —su mano se deslizó por mi brazo tratando de atrapar la mía pero la aparté con brusquedad. —Ni siquiera puedo imaginarme el daño que te he hecho, pero déjame repararlo. Déjame enmendarlo, permíteme curar el dolor que te he causado y te prometo que jamás de los jamases volveré a herirte. Por favor Ethan, dame una oportunidad de poder solucionar todo esto —finalizó logrando que con su palabras, mis ojos se llenasen de lágrimas al igual que los suyos.

—Es suficiente, Camila. No sigas por favor. Te perdono, tienes mis disculpas —al oír mis palabras sonrió de nuevo borrando aquel gesto de angustia de su rostro —pero no puedo volver contigo. No quiero volver contigo. Has sido la mujer más importante de mi vida, lo fuiste todo para mí, aun lo eres, pero no podemos estar juntos. Me quemas, haces que sea distinto a tu alrededor, lo has hecho hasta que conseguiste que fuera un cuerpo casi sin vida. Y es por eso que no puedo volver contigo. Tienes que solucionar tus problemas, tienes que arreglar tus asuntos pendientes y recomponerte como tantas veces has hecho —pude ver como las lágrimas rodaban por sus mejillas y una punzada atravesó mi pecho—. Eres la mujer más fuerte que he tenido el placer de conocer y es por eso que sé que estarás bien, sin mí, en cuanto aprendas a estar sola —concluí. Y en ese momento en el que ella asimilaba mis palabras, me acerqué para besar su frente y alejarme de ella. Porque si no lo hacía iba a perdonarla, iba a besarla y a volver a caer en el juego que nos estaba consumiendo.

Mi mente ya no estaba entera, se había convertido de nuevo en un rompecabezas en el que no conseguía unir las piezas, se podía llamar el efecto Camila.

Y por eso, como si alejarme de ella fuera la solución, avancé paso a paso hasta volver al salón en el que todo este embrollo había comenzado.

La gente parecía haber vuelto a sus quehaceres, pero en cuanto anduve un par de pasos por su lado, me di cuenta del nuevo tema de conversación, del chico que rompió la cara al camarero por que se estaba acostando con su novia. Y cuanto más avanzaba por la sala, más disparates iban surgiendo, empezando por el embarazo de ella y terminando por decir que ella era una cualquiera que estaba buscando el dinero de Alejandro. Una sonrisa vacía se asomó en mis labios, que tristes eran sus vidas para tener que ir inventando sobre los demás.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora