XXXVII

4.1K 492 90
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Dependencia.


Era única palabra que se ajustaba a lo que pasaba por mi cabeza para describir mi relación con Abril. He de aclarar que no era del tipo dependencia tóxica para uno de nosotros o ambos, era del tipo "extraño a la chica por la que estoy loco y de la que dependo para sonreír".

Pero mi dependencia debería esperar. Aún me quedaban unos días lejos del mundanal ruido, de mis sentimientos a flor de piel y de mi boca gastando la de Abril. Y pensaba aprovecharlos todo lo posible para disfrutar a mi familia, aunque hiciera trampa hablando constantemente con ella.

En estos días había avanzado algo entre los dos, algo muy importante para mí. De alguna extraña manera, la distancia nos había llegado a unir en lo que a sentimientos y sinceridad se refiere. Ella me contaba más las cosas que pasaban por su mente, incluso algunos sentimientos o "te extraños" se escaparon de su boca, y además habíamos establecido una confianza tan grande que yo ya no escondía lo que sentía por ella, y lo gritaba a los cuatro vientos. Eso sí, sabía que no me correspondía pero que no me correspondiera no iba a cortarme las alas.

Y de nuevo, necesitaba mandarle un mensaje sin un motivo aparente, solo porque lo sentía.



Yo:

Maldita sea ¡No puedes imaginarte lo que te extraño!



En cuanto le di a enviar, salí de mi antigua habitación y me encaminé hacia la cocina dispuesto a tomarme el desayuno. ¡Oh sí! Esa era la mejor parte de visitar a tu madre, las comidas eran insuperables.

—Buenos días —me saludó mi madre sorprendiéndome por su tono alegre y completamente desenfadado.

—Buenos días mamá —le devolví el saludo mientras que me acercaba por atrás para dejarle un sonoro beso en la mejilla —Hoy alguien se despertó contenta —señalé lo obvio logrando que tan sólo asintiera con la cabeza.

—Entiendo —mentí sabiendo que al no preguntarle sobre su sorprendente buen humor, me lo acabaría contando ella sola.

Entonces, dándole unos minutos para formar su estrategia, agarré una taza para llenarla con el café recién hecho que estaba reposando en la cafetera.

— ¿Van a venir a comer Bea y Daniel? En el tiempo que llevo aquí ni siquiera han asomado el pelo los muy... —antes de que pudiera finalizar la frase vi asomarse una pequeña cabellera morena por el marco de la puerta. Centré mi vista en aquel ser pequeño que esbozaba una amplia sonrisa y que no me apartaba la mirada.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora