XXI

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Comunicado importante al final del capítulo e.e

¡Espero que os guste!

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La expresión corporal de Alejandro era de todo menos amable. Su espalda recta, incluso demasiado, sus hombros firmes, las manos apoyadas en la mesa con los puños cerrados y, ni hablar de su rostro; sus ojos parecían inyectados en sangre, con su ceño fruncido, la mandíbula apretada y sus labios formaban una línea recta que cambió a mueca de desagrado cuando Ethan lo saludó.

– No tengo nada que hablar contigo –le contestó Alejandro a Ethan en respuesta a su bienvenida sin despegar sus ojos de los míos. Parecía que trataba de decirme algo, que con su mirada buscaba transmitirme un mensaje que no entendía y que, en esos momentos, tal y como estaba lo nuestro, me daba bastante igual.

– Jefe –lo saludé de la manera más fría y formal que se me ocurrió. Mis maneras no le agradaron en absoluto y dejo que un pequeño gruñido escapase de su garganta. Comenzaba a tener la, tan conocida por mí, sensación de que nos estaban observando, sintiendo los cuchicheos que vinieron a continuación desde el fondo de la cafetería. Casi como si las medusas hubieran vuelto. Ese pensamiento hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo y mi piel se pusiera de gallina.

– ¿En serio, Abril? –contestó con desgana Alejandro mientras que nuestros ojos seguían conectados, casi como si estuviésemos echando un duelo de miradas.

–Sí, jefe –volví a recalcar la última palabra, dejando más que clara mi postura.

En estos días que hemos estado separados había pensado mucho y en todo. En mí, en Alejandro, en nosotros. Me había dado cuenta de que sí: le quería, pero eso no podía estar por encima de mi amor propio.

Me explico; durante nuestras idas y venidas había algo que siempre me asaltaba la mente y era el parecido de Alex con mi padre, el hombre que más desprecio en este mundo. Sentía que, al igual que mi progenitor, él trataba de controlarme, de decirme qué hacer y cuándo hacerlo, sin posibilidad de objeción o, incluso, sin saber el porqué. Me sentía retraída con él, como si cualquier cosa que dijera pudiera darle la vuelta y de alguna manera herirme; y yo, por desgracia, esperaba que lo hiciera. Por más que nuestro comienzo hubiese sido tan increíble, con lo que disfrutábamos el uno del otro en todos los sentidos, mi relación se estaba basando en ser una copia de la de mis padres y tenía muy claro que era lo último que quería en la vida.

Una parte de mí quería a Alejandro, pero la otra, de alguna manera y por estúpido que sonase, le temía. Aún no tenía claro si temía que me hiciera daño al saber que yo le quería o que me hiriese por ser tan controlador y dominante. Así que éste era mi punto, justo en medio del temor y del amor, ahí me encontraba; sin una decisión tomada, pero prefiriendo alejarme para poder esclarecer mis pensamientos. Y lo que sí había claro es que cuando tomaba una decisión, la llevaba a rajatabla, sin importar mis emociones, ni las suyas, sin que valga nada más que mi idea y el llevarla a cabo.

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