XVII

5.5K 607 39
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Dolía hasta quitarme la última molécula de oxígeno de mis pulmones. Era lo único de lo que podía ser consciente en este momento, el dolor; de un dolor tan agudo en el pecho que me desgarraba a cada latido de mi corazón. ¿Cómo había acabado así? El tiempo parecía haberse detenido, lo segundos parecían minutos y a su vez, horas, dejándome sumido en mis pensamientos de rabia, pero sobre todo, de decepción. Y es por eso que no sé cuánto permanecí sentado en el suelo sin más pensamiento que el recuerdo de lo que acababa de ocurrir esta misma noche.

Parecía estar perdido en un laberinto, de esos que tienen tantos caminos que parece imposible encontrar salida, pero estaba seguro de que la dirección que cogiera me llevaba al punto de partida en el que me encontraba. O quizás no. Ese maldito quizás, esa maldita duda era el que me tenía en ascuas.

Tras un buen rato de analizar todos los recuerdos con Camila, tras enfadarme aún más con ella y conmigo mismo e acabar de tirar el resto de sus cosas por la ventana, después de relajarme pasado un largo rato, me di cuenta de que quizás si hubiese hecho de otra forma las cosas esto no hubiese acabado así. Que si hubiese estado más pendiente de ella no nos hubiésemos distanciado. Que si no trabajase tanto ella no me hubiera engañado. O quizás sí. Joder.


Tenía claro que estaba en caliente y que en ese estado era imposible ver las cosas con claridad, pero era lo único que podía hacer sin derrumbarme y echarme a llorar por una persona que me ha hecho tanto daño. Así que volviendo a mis quizás, volví a analizar las cosas una y otra vez, sus gestos, sus miradas, sus sonrisas, sus palabras y te quieros, regresando al bucle inicial del cual no había escapatoria. No para mí.


(...)


Pasé la mitad de la noche en vela en la misma postura, pensando en cada detalle sin darle un respiro a mi cerebro para conseguir, de esta manera, olvidarme del corazón. Y cuando sentí que mis sentimientos comenzaban a ganar la batalla decidí tomar cartas en el asunto y lo único que se me ocurrió fue el nombre de Abril. Ella me había ayudado con Camila en varias ocasiones, me había aconsejado y apoyado en situaciones complicadas, se había desvivido por mí, logrando que tuviéramos una conexión especial. Y ahora la necesitaba, más que nunca.
Marqué su número en mi teléfono dejando que mis dedos se deslizasen por el teclado y le di al botón de llamar. De manera inmediata comenzó a dar señal logrando que con tan sólo eso, mi corazón latiera algo más calmado, aunque no demasiado.

— ¿Ethan? ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? Son las tres y media de la mañana — oí la voz de Abril de lo más perezosa y lenta al otro lado del teléfono.

La acababa de despertar y aquello no me parecía justo con ella. No tenía por qué ser tan descortés con alguien tan bueno y mucho menos priorizar mis problemas a su vida.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora