VII

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Ser el jefe de tu propia empresa tiene sus privilegios; y uno de ellos es cogerte vacaciones cuando se te venga en gana. Así que eso es lo que hice, avisando a personas contadas, sobre todo a mi secretaria para que me llamase pero sólo en caso de emergencia. Todo ello solucionado por las tecnologías de hoy en día, más concretamente el teléfono móvil que me sirvió para hacer las llamadas pertinentes, ni siquiera tenía que moverme de casa.

El empaquetar fue un tema algo más complicado, dado que era un viaje sorpresa para mi chica, ella no sabía que ropa llevarse por lo que empaqueto de todo, y cuando digo todo, es todo, había hecho dos maletas que parecían armarios. Incluso estaba seguro que si los vecinos nos veían, se pensarían que nos estábamos mudando.

Yo, al contrario, me preparé una maleta de mano, no necesitaba más para irnos a Cádiz, una de las ciudades más hermosas que había visitado. Y puesto que era verano no necesitaba más que bañador, calzoncillos y algo de ropa para la semana. Si necesitaba algo más, contaba con dinero suficiente para comprarme ropa nueva.

— Estoy tan emocionada — Me gritó mi pareja desde nuestra habitación mientras seguía empaquetando sus maletas y yo preparaba algo de picoteo para no ir con el estómago vacío a coger el avión.

— Yo también, necesitábamos tiempo para nosotros y la semana que he planeado será inolvidable — le contesté con una amplia sonrisa para mí mismo mientras ponía los canapés en un plato. Me giré cuando oí las ruedas de su última maleta al hacer contacto con la madera del suelo y la vi aparecer, fijándome en la alegría que irradiaba todo su cuerpo. Esto es lo que quería para ella todos los días de nuestra vida y si teníamos que hacer viajes cada vez que podíamos estaba más que dispuesto a hacerlo realidad.

— Dime a donde vamos —pidió cual niña pequeña con un puchero en sus labios mientras se acercaba a mí — Sabes que soy impaciente —prosiguió llegando en unos pasos a mi lado. Me abrazó por la espalda haciéndolo con ganas mientras dejaba pequeños pero rápidos besos por mis hombros consiguiendo estremecer mi piel.

— También sé lo mucho que te gustan las sorpresas —contesté mientras daba por finalizada mi labor y entrelazaba nuestras manos a la altura de mi ombligo — Así que te vas a tener que aguantar, preciosa —giré con suavidad entre sus brazos logrando finalmente quedar cara a cara. Le guiñé un ojo divertido haciendo que su puchero se convirtiera en una hermosa sonrisa.

— Al menos dime a qué hora nos vamos —casi no la dejo acabar de decir las últimas palabras cuando planté un casto beso en su boca haciéndola sonreír aún más si era posible.

— En cuanto comamos algo, así que come si no quieres que lleguemos tarde a coger el avión —con cierta desgana separó sus labios de los míos a la vez que separamos nuestros cuerpos dispuestos a picotear algo para salir de casa con destino al viaje de nuestras vidas.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora