XXXI

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—Necesito que vengas a casa, Ethan— hablé en voz baja sujetando el teléfono con mi hombro mientras que trataba de no moverme pues en mis piernas dormía un cachorrito.

Llevábamos unos días hablando de acoger a un perrito un tiempo para darle cariño y cuidarlo como se merece, lo que en mi idioma significaba adoptarlo para consentirlo y mimarlo. Entonces esta mañana, que no tenía que ir a trabajar, decidí acercarme a una protectora que tenía un puesto informativo en pleno centro de Zaragoza, e informarme sobre el tema.

Una vez que me explicaron cómo funcionan, no le di más vueltas y decidí adoptar a un perrito. La chica que me atendió me ayudó un montón y poniéndose en contacto con lo que llaman casas de acogida –casas de voluntarios que acogen a los perritos para que estén bien cuidados - y me llevó a conocer a una camada que había nacido hacía un par de meses.

En cuanto llegamos a la casa de acogida una estampida de cachorros fueron a por mí, y cómo buena amante de las criaturas que tenía delante, me agaché a darles todo el amor que pudiera en ese momento.

No tenía idea de si quería macho o hembra, no me importaba realmente, pero lo tuve claro en cuanto vi a una perrita negra, mejor dicho cuando ella decidió actuar. No tuvo la misma reacción que los demás en cuanto entré por la puerta, ella simplemente me observó, se acercó y me mordió. Segundos después volvió hacia mí para lamerme y ahí fue cuando lo tuve claro.

«Ese carácter de mierda tengo que domarlo yo» me dije a mi misma mientras que me acercaba a la perrita y la cogía en brazos. Tras firmar unos papeles, pude llevármela y así he llegado a mi situación actual.

— ¿Qué ha pasado?— preguntó y sentí como la preocupación teñía su voz. Oí sonar su silla arrastrada por el suelo, por lo que supuse que se habría levantado de ella de golpe — ¿Estás bien?— volvió a preguntar al no obtener respuesta.

En cuanto abrí la boca para contestar él se me adelantó.

—No importa, dame diez minutos y estaré ahí— y tras pronunciar aquellas palabras me colgó.

Seguí mirando al pequeño bicho en mis piernas, acariciando su pelo con cuidado de no despertarle mientras que me sentía feliz de que estuviera aquí.




Pasaron exactamente diez minutos cuando oí a Ethan meter la llave en la cerradura. Y mientras que el luchaba nervioso por abrir la puerta y finalmente acabar con la intriga que rodeaba esta situación, yo seguí en el suelo, al lado de la bola de pelo que me hacía sentir importante ¿Cómo puede lograr eso un perrito? No lo sé pero podía y amaba que lo hiciera.

— ¿Abril? —Gritó con cierta desesperación Ethan mientras que atravesaba el pasillo — ¿Dónde estás?— prosiguió mientras que me seguía buscando.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora