— No te creas que porque hayamos ido a cenar a casa de mis padres y que hayamos fingido estar bien se me olvida que me hayas dejado tirada en Cádiz como si fuese un perro — vociferé sin importarme quien pudiera llegar a oírme. Necesitaba soltar el dolor que me causaba que lo hubiera hecho, que fuese consciente de lo poco hombre que había sido y de lo mal que se había portado con la mujer que decía amar.
— Cálmate, Camila, no montes otro espectáculo por favor —la voz de Ethan sonaba de lo más estable y calmada, haciendo que me hirviera aún más la sangre.
— ¿Que no monte un espectáculo? — repetí incrédula al oír sus palabras — Claro que lo montaré y tendrás que escucharme porque todo esto es por tu maldita culpa —notaba bajar mi pecho a una gran velocidad mientras que mis manos no podían parar de gesticular.
— Basta ya sabes de sobras que las cosas no fueron así —alzó ligeramente la voz Ethan, ya que apenas podía oírle entre mis gritos, interrumpiéndome en pleno apogeo —Y baja el volumen, que los vecinos van a quejarse —prosiguió utilizando una excusa tan malditamente estúpida como esa. No me lo podía creer.
— Por mí, los vecinos pueden irse al mismísimo infierno. Ahora mismo lo que necesito es que comprendas lo que me has hecho. Me has roto el puñetero corazón dejándome en ese sitio sola y sin siquiera saber ubicarme ¡Podían haberme secuestrado! —grité aumentando la fuerza en cada palabra. ¿Tan complicado era de entender o es que él se hacía el tonto?
— ¿Te das cuenta de lo absurda que estas sonando? Como siempre exageras las cosas y estoy llegando a mi límite. Tantos años aguantando tus celos, tus cambios de humor y tus gritos ¡Basta ya! —la serenidad en su voz junto a la contundencia de sus palabras me estaban dejando petrificada en el suelo, conteniendo el aire por las palabras venideras — No dejes que los demonios te controlen porque estoy harto de luchar con ellos cuando tú te dedicas a liberarlos —prosiguió logrando que entendiera a lo que se refería. Pero que lo entendiera no significaba que lo compartiese ni que el entendiera mi manera de ver las cosas.
— No son demonios, son las cosas que veo. Son las chicas tratando de robar lo que es mío, tus miradas y tus babas cayendo al ver algunas pasar delante nuestra, son tus abandonos en Cádiz, desplantes por trabajo... Son tantas cosas que no puedo borrarlas de mi memoria y hacen un eco tan grande en mi cabeza que no consigo acallarlo —esta vez los gritos habían cesado. Estaba hablando con mi tono de voz normal, incluso quizás algo más bajo por el hecho de estar sincerando mis inseguridades a Ethan por primera vez en estos tres años de relación.
— Camila, no puedes guardar todo eso en tu interior, acabarás por estallar y llevarte todo por delante. Y déjame ayudarte aclarándote las cosas: soy tuyo, por más que pueda mirar a una chica, tú eres con la que quiero pasar el resto de mis días. Me conoces desde hace mucho tiempo para saber que soy muy entregado en el trabajo y antes lo era mucho más, puedes reprocharme todo lo que quieras, pero cada segundo que tengo libre estoy contigo. Y lo de Cádiz, ambos sabemos lo que pasó, no te dejé tirada, incluso te esperé horas y cambié mi vuelo para despedirme de ti y ni siquiera apareciste en toda la noche —habló dejándome fría, casi igual que antes. Era consciente, en mi subconsciente, de todas esas cosas menos la última. No tenía la menor idea de que había estado esperándome en el hotel en Cádiz, no me esperaba que hubiera hecho eso mientras que yo estaba... Bueno, simplemente no me lo esperaba.
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60 veces por minuto
RomanceUna chica con un trágico pasado. Un padre en la cárcel. Un jefe insistente. Una medio hermana obsesiva. Un chico realmente increíble. Una muerte que lo cambiará todo. Se aceptan apuestas, ¿Quién será el que no sobreviva?