VIII

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Literalmente el tiempo parecía escapar ante nuestros ojos, daba la sensación de que acabábamos de llegar a este increíble lugar cuando nos marchábamos en escasos dos días

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Literalmente el tiempo parecía escapar ante nuestros ojos, daba la sensación de que acabábamos de llegar a este increíble lugar cuando nos marchábamos en escasos dos días. Cádiz tenía magia, una magia muy especial que te atrapaba desde el momento en que ponías tus pies en su cálida tierra. No sabría describirlo con exactitud, era demasiado agradable para ser cierto, pero era la verdad, Dios, creo que es el mejor lugar del mundo.
Había disfrutado con Ethan todos los días desde que llegamos. Paseos por las increíblemente cristalinas playas, turismo por toda la ciudad recorriéndonos desde las Catedrales más conocidas a los museos más escondidos, navegando en el mar en un hermoso e inmenso yate, comida exquisita que, básicamente, era el mejor marisco que había probado en mi vida, en pocas palabras habían sido las vacaciones de mi vida, en el mejor lugar y con la mejor compañía posible.

Y hoy, como era uno de nuestros últimos días, habíamos decidido ir a la playa a disfrutar del buen tiempo, con un tinto de verano helado en mano y con las olas rompiéndose en la arena creando música para nosotros. No podía haber un plan mejor.

Llevábamos un buen rato aquí, desde primera hora de la mañana, y aunque pronto iba a ser la hora de comer, no queríamos movernos y perdernos ni un segundo en este paraíso. Pasé mi mano por la suave arena disfrutando de su tacto y sorprendiéndome porque era increíblemente dorada y fina. Dibuje pequeños círculos, corazones y tonterías mientras no podía separar los ojos del chico de mi lado, del cual innegablemente estaba enamorada hasta las trancas.

— Creo que nunca podré olvidar estos días a tu lado —le confesé con total sinceridad mientras me abanicaba el rostro y me arrimaba aún más a Ethan.

— Yo estoy seguro de que jamás podré olvidar nada que esté relacionado contigo —la ternura y el cariño que se escuchaban sus palabras me hicieron derretirme justo unos instantes antes de que le besase de una manera dulce y delicada. Cuando me respondió el beso sentí como su lengua se adaptaba a la mía y la acariciaba mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Podía confirmar sin ninguna duda y al contrario de todo lo que había pensado con anterioridad, el paraíso no era Cádiz, el paraíso eran sus labios.


(...)


La playa en la que nos encontrábamos tumbados se llamaba La playa de la Caleta, un lugar hermoso algo escondido ya que está aislada del resto de las playas de Cádiz pero a pesar de ello estaba bastante abarrotado de gente. Y eso me estaba creando algún que otro problema de rabia. Básicamente porque delante de nuestras narices había un grupito de chicas jóvenes que estaban haciendo toples. Ahí no acaba la cosa, mi cabreo en ascenso se estaba basando más en el hecho de Ethan no dejaba de mirarlas y ellas le respondían sonriéndole y sonrojándose cuales colegialas.

— Si quieres les pedimos unas fotos y así puedes inmortalizarlas para siempre —le dije de pronto haciendo que su rostro cambiase bruscamente a una mueca de desagrado. ¿Acaso debía importarme que se moleste cuando llevaba media hora mirándolas sin importarle mi reacción o siquiera mi presencia? Rotundamente no.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora