[Abril y Alejandro]
— Vamos, Abril, detente, no me hagas salir del coche y meterte a la fuerza.
Sentía como la paciencia se me estaba acabando con cada palabra. Ya no por su berrinche de niña pequeña, aunque totalmente entendible, su caminar a ningún lado y sin el menor sentido, sino por el hecho de haberla perdido durante unos minutos sin saber siquiera donde estaba o si le había ocurrido algo.
Cuando la vi salir pitando de la casa de mi padre, creí que estaba exagerando, que se le pasaría el enfado a los cinco minutos. Pero al avanzar las agujas del reloj me di cuenta de que no era así. Que no entraba y por ello como un idiota enganchado hasta las trancas, aquí estoy, tras un buen rato de buscarla como loco por todas partes, amenazándola con la esperanza de que se serene y se siente a mi lado dejándolo todo atrás.— No pienso volver ahí, ni muerta —sentenció con seguridad y un gran enfado en su voz mientras siguió avanzando hacia ninguna parte—. Como entre ahí de nuevo no voy a poder controlarme —prosiguió dejándome clara su posición, pero ello no significaba que no se le fuese a pasar el enfado en cuestión de segundos.
Siempre que discutíamos acababa cediendo, volviendo a mí, y aunque nunca se disculpase con palabras, lo solía hacer con la mirada. O eso es lo que me gustaba creer.
— Cálmate por favor, entra al coche y hablemos como adultos —le pedí llenando mis pulmones de aire a punto de estallar pero controlándome por ella.
Podía entender su punto, la víbora de Camila tenía ese mismo efecto sobre mí, pero estas no eran las maneras de afrontar las cosas.
— ¿Y es que acaso no me estoy comportando como una adulta? Me he ido de esa casa para no empeorar las cosas, creo que eso es lo suficientemente adulto —alzó la voz, volviendo a aclarar su punto.
Sí, tenía razón, pero no podía dejar que la niñata consentida de Camila estropease nuestra cena, el primer contacto de mi pareja con mi padre, incluso con Rosa, que lo estropease todo y provocase una discusión entre nosotros. Seguro que eso era lo que se proponía.
(...)
Ni siquiera me puedo explicar cómo conseguí que subiera al coche y mucho menos que lo hiciera a las buenas. Pero aquí estábamos, volviendo a casa de mi padre para poder probar la magnífica cena que tenía pinta de acabar como un bar de moteros pasada la media noche.
Desvié un momento la mirada de la carretera para poder observar a la mujer que iba de copiloto a mi lado. Era realmente hermosa, con sus defectos como todo el mundo, pero eran esos defectos los que la hacían lucir tan increíblemente irresistible. Ese pelo castaño y rebelde que le declaraba la guerra todos los días, su delicado rostro, sus ojos marrones que te leían los pensamientos por más escondidos y enterrados que los tuvieras. Sus largas pestañas, su nariz redondeada y sus labios más que besables. Y si, tenía la suerte de que ella estuviera a mi lado.
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60 veces por minuto
RomanceUna chica con un trágico pasado. Un padre en la cárcel. Un jefe insistente. Una medio hermana obsesiva. Un chico realmente increíble. Una muerte que lo cambiará todo. Se aceptan apuestas, ¿Quién será el que no sobreviva?