Capítulo 38: "Cambio"

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La aire frío de la oscuridad se cuela en mi cuerpo atravesando mi suéter, mi respiración no parece querer controlarse así que cubro mi boca y nariz con la palma de mi mano ¿fué buena idea venir? La casa de los Stone parece tenebrosa al momento en que llego a su antejardín, rápido mientras con la espalda agachada camino entre el césped, las luces de la planta baja están encendidas, no será tan difícil.

Apego mi espalda a la pared sintiendo como los nervios se alojan en mi vientre, sonrío al ver el enorme árbol al lado del balcón de la habitación de Lydia, no es problema treparlo para llegar.

Mis manos sudan mientras trepo el tronco con algo de dificultad 《auch》una maldita rama se clavó en mi estómago, me coloco de cuclillas caminando cuidadosamente por las gruesas ramas, no soy tan idiota para caerme o ¿si?

Arrastro un pie hacia el balcón y de un brinco me encuentro frente a las puertas que están abiertas, no será molestia, típico que Lydia sea tan distraída.

Pensé que sería más difícil entrar aquí, pero solamente me he tomado tres minutos, sin contar las veces que tropecé casi cayendo.

Entro sigilosamente, por suerte no se encuentra nadie husmeando en su habitación más que yo, vámos, no hay que tomárselo a mal, sólo quería darle una sorpresita a la chica de la cual estoy enamorado.

Respiro hondo, su peculiar aroma envuelve cada centímetro del lugar. Delicioso.

Comienzo a buscarla con mis ojos, pero me doy cuenta que no se encuentra aquí

Mierda.

Camino hacia su baño, abro la puerta sin embargo no está, ¿dónde estará? Tal vez esté en otra parte de su casa, pero no debo arriesgarme a que alguien me encuentre. Suspiro e incoscientemente me rasco la nuca, me recuesto en la cama relajando mis músculos con el ambiente del cual comienzo a volverme adictivo, no la había visto en días, nisiquiera en el instituto aunque la haya buscado, mis adentros suplicaban por volver a contemplar su rostro, necesitaba tenerla a mi lado.

Un estornudo se me escapa cubriendome al instante con mi antebrazo, este resfriado no parece desaparecer, ser mojado por una manguera  con el frío de esa noche no hizo más que enfermarme. Valió la pena.

Una muñeca de trapo capta mi atención, se encontraba en la mesita de noche, sonrío y la tomo entre mis manos, no dudo en pensar que Lydia le tiene un gran cariño, es tierno de ella.

Me sobresalto en mi lugar, logro escuchar pasos seguidos por murmullos de personas, chicos, no lo dudo, seguramente son los hermanos de Lydia

--Oh demonios, olvidé mi teléfono en la habitación de simio-- informa alguien afuera

¿Simio?.

Mis nervios están de punta en el momento en que comienza a girar el pomo de la puerta, caigo rápido al suelo para esconderme debajo de la cama, no tuve opción.

--Maldición está cerrada-- se queja

Trago saliva.

--Yo la abro-- dice otra voz.

Un forcejeo se oye hasta que en segundos la puerta se abre de golpe, una gota de sudor cae de mi frente, mi respiración se agita, veo los pies del sujeto pasearse por la habitación, cruzo los dedos suplicando no ser descubierto, encienden la luz dejando ver más detalle el lugar

--Hay algo extraño.

--¿Qué dices mugrero?-- le pregunta otro entrando.

--No lo sé, siento que algo anda mal.

--Pues no lo sientas-- ironiza para después reír todos

Casi lo hago.

Reír de los nervios es lo peor que puede pasar.

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