*Flashback*
-Spence? Estás bien?.-
El chico no respondió a la pregunta de su rubia amiga. Estaba demasiado ocupado mirando el asiento vacío donde se solía sentar Morgan.
Prentiss miró sorprendida a J.J. al ver que el genio no le había respondido. La agente tomó aire y estirándose un poco, tocó el libro abierto que Reid tenía en el regazo y que hacía varios minutos no cambiaba de página.
-Ya terminaste el libro?.- insistió.
Spencer reaccionó, parpadeó y miró a sus compañeras (y amigas) mientras sus mejillas se sonrojaban de vergüenza. Se removió un poco en su asiento, incómodo.
-Aún no termino la página.- murmuró sonriendo forzadamente volviendo la mirada al libro después de hacer un rápido contacto visual con las chicas.
-Lo extrañas...¿verdad?.-
Aquella pregunta dio en "el clavo", provocando que soltara un suspiro con pesadez, el cuál fue respuesta suficiente para ambas.
El doctor intentó concentrarse de nuevo en su lectura pero aquello se había vuelto casi una misión imposible; su mente no dejaba de repetir una y otra y otra vez a Morgan. No podía dejar de pensar en él.
Emily y J.J. no necesitaron hablar para dar a entender que ellas también le echaban de menos, sus sonrisas tristes y su falta de entusiasmo por las cosas lo decía todo.
Pero ellas no le extrañaban de la misma forma en la que Reid lo hacía.
Finalmente, tras varios intentos más (los cuales, todos terminaban con sus ojos puestos en el asiento) de continuar leyendo su libro, logró terminar la página con la cuál llevaba más de una hora estancado. Soltó un largo y sonoro suspiro, dejando el tomo en la pequeña mesa que separaba los asientos y pidiendo permiso a la rubia, que revisaba su celular, se dirigió al baño.
Ni el agua fría que se había echado en el rostro había logrado tranquilizarlo un poco.
Cuando alzó la vista para mirarse en el espejo, se sorprendió al ver su aspecto tan desalineado. Las gotitas de agua bajaban por su frente y rodeaban sus mejillas como si fueran lágrimas; las ojeras que tenía de por sí, habían adquirido un tono morado que resaltaba en su blanca piel.
Estiró el brazo tomando la toalla y se secó la cara antes de salir.
Asintió con la cabeza enérgicamente. Estaba seguro con su decisión (o eso quería mentalizarse). Después de varios días de estarlo pensando, distrayéndose en el caso, o dando cambios bruscos en las conversaciones diciendo cosas sin sentido, había llegado a la conclusión de que sí, enviaría el sobre que tenía bien guardado en su casa. Apenas el avión llegara a Quantico, él iría directo a su casa para después marcharse lo más rápido a la oficina de correos y dejar el sobre allí para que esa gente lo llevara directo a Chicago antes de que cambiara de opinión.
Caminó por el pasillo del jet: sus amigos ya estaban durmiendo o fingían hacerlo, no lo sabía y no se tomó el tiempo para analizar su comportamiento y conocer la respuesta. Avanzó hasta llegar a un par de asientos vacíos dónde se acomodó.
No iba a regresar a donde estaba antes, no quería molestar a J.J.
Observó el cielo oscuro mientras entrelazaba sus dedos, pensando en quien siempre pensaba. La luna se veía ligeramente más grande a cuando la veía desde tierra firme y las estrellas parecían brillar más al no haber luces de edificios que opacaran su luz.
Sus ojos comenzaban a cerrarse involuntariamente conforme pasaban los minutos. Todo estaba en silencio fuera, menos dentro de su cabeza, dónde parecía haberse formando un tremendo caos desde que había tomando esa arriesgada decisión.
Sin embargo, el sueño fue más fuerte ésta vez y terminó venciendo, sumergiéndolo en una oscuridad tranquilizante.
Despertó con el primer rayo de luz que entró en el jet. Era el único que se había levantado y tras checar su reloj se dio cuenta del porqué: apenas eran las seis de la mañana. Pasó las manos por su cara y cabello antes de estirarse y ponerse en pie. Lo primero que hizo fue poner la cafetera, después fue al baño a hacer lo que necesitaba hacer y al regresar, se sirvió un poco de café y cuidando de no despertar a las agentes, tomó el libro que había dejado en la mesa unas horas antes y luego volvió a los asientos donde pasó la noche.
Volvió a intentar leer lo que ya había leído pero que no había comprendido por no prestarle atención, sin embargo, corrió la misma suerte que anteriormente había tenido. Morgan se cruzó por su cabeza unas veces más haciendo que Spencer llegara a la rápida conclusión de que mientras las cosas siguieran así, él no podría volver a leer algo con su mente cien por ciento concentrada en la lectura.
Dejó el tomo en el asiento vacío que estaba a su lado y terminó su bebida. Aburrido, por no tener nada que hacer (o por no poder hacerlo) comenzó a revisar su reloj constantemente, comenzando a desesperarse por no llegar a Virginia ya.
Luego de un gran rato, de estar sentado jugando con sus dedos, se dio cuenta de que Hotch se levantó a las ocho, dos horas después que Reid; Rossi se despertó quince minutos después que Aaron, J.J. lo hizo trescientos segundos después que David y Emily se espabiló por completo a las ocho de la mañana con treinta minutos, siendo la última en levantarse.
Todos se dieron los buenos días y se sirvieron café, comenzando a entablar una conversación entretenida.
Sin embargo, Spence no puso atención a lo que decían; seguía contando los minutos para llegar.
-Se encuentra usted bien?.-
El chico se sorprendió por aquella pregunta, lo que le hizo alzar las cejas.
-Sí. ¿Por qué lo pregunta?.- murmuró confundido.
-Sus manos tiemblan mucho.- respondió la señorita que le había atendido en la oficina de correos.
Tenía los nervios a flor de piel, no podía evitar y controlar aquello. De puro milagro sólo eran sus manos las que se movían constantemente y no era todo su cuerpo.
-Sí, es un tic.- respondió, evitando dar más datos.
-Bueno...- suspiró la chica y le tendió una última hoja con un lapicero.- Sólo firme aquí y podrá retirarse.-
Reid observó el papel y leyó todo lo que decía éste antes de tomar la pluma. Acercó la punta a la hoja pero sus manos no colaboraron y el lapicero resbalo de éstas al menos unas tres veces, llamando la atención de la gente que estaba cerca y de la chica que le atendía.
Tomó aire y luego lo expulsó, firmó rápidamente y devolvió las cosas antes de hacer otra cosa que se viera extraña. Los nervios le volvían torpe.
-Gracias.- fue lo último que dijo cuando le dijeron que el sobre se enviaría lo más pronto posible.
Salió de ahí como si el exterior fuera un imán que le atraía. Al estar ya lejos de la oficina, tomó varias bocanadas de aire intentando controlar los latidos desenfrenados de su corazón, pensando en lo que acababa de hacer.
Ya no había vuelta atrás.
Ahora venía la parte más difícil.
Esperar.
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Everything I didn't say
FanfictionMorgan se ha ido a vivir a Chicago con su familia. Su vida transcurre normal, hasta que un día recibe un sobre en el buzón de su casa, con una nota pegada que decía "Toda mi vida he estado esperando el momento adecuado para decirte lo que siento". S...