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Tomó aire profundamente, al ver la delgada figura de la mujer que le dio la vida. Estaba sentada en uno de los sofás del hospital Bennington con la cabeza agachada, seguramente se encontraba leyendo algo; su madre amaba la lectura tanto como él, era de ella quién había heredado ese hermoso hábito.


En el lugar había más pacientes, algunos pasando el rato con las enfermeras, otros con familiares y muchos más se encontraban solos.

Una pizca de culpa se adueñó de su cuerpo; hacía meses que no había venido a ver Diana, y las cartas que solía enviarle habían comenzado a ausentarse durante algún tiempo. Se sentía avergonzado por haber sido tan egoísta; había descuidado a la mujer que más amaba por dedicarse a sus problemas personales, cosas que para él no eran excusa suficiente. Su madre se merecía todo el tiempo del mundo, y el apenas y le dedicaba unos cuantos días de su vida.

Con una mano sujetando la correa de la bandolera, comenzó a caminar en dirección a Diana. El corazón le dio un vuelco, al no saber cómo iba a reaccionar ante su presencia; era tan probable que lo reconociera, como también a que no supiera quién diablos era. La última opción siempre le causaba un profundo sentimiento de tristeza, que intentaba ocultar, recordándose a sí mismo que tenía que ser fuerte, por ella y por sí mismo.


Rodeó el sillón, mirando a su mamá con media sonrisa nerviosa. Diana alzó la mirada al sentir la presencia de alguien cerca suyo, y tras observar al muchacho de pies a cabeza, le regaló una sonrisa alegre.


Spencer vio a través de los ojos de su madre una extraña y anhelable paz, lo que indicaba que la locura estaba asentada en sus huesos, aunque nunca por mucho tiempo. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, al saber que los demonios que atormentaban el alma de su madre no estaban cerca.


--Spencer-- le dijo, a modo de saludo. Había sorpresa en su voz-- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿De nuevo estás tras la sombra de un asesino?--


Reid sonrió al escuchar su voz.


Oh, cuánto la había extrañado.


Tomó asiento en el sofá que estaba frente a ella, apoyando los codos en las rodillas y entrelazado sus propias manos.


--No, no. Pedí permiso en el trabajo para venir a verte. Te echaba mucho de menos.--


Diana esbozó una sonrisa cálida, mientras estiraba la mano para acariciar la mejilla de su hijo. Spencer cerró los ojos momentáneamente al sentir el tacto de su madre, guardando aquél recuerdo en su corazón.


--Te ves mal, Spencer--


Reid abrió los ojos cuando le escuchó y notó que había alejado la mano de su rostro. La mujer apartó el libro de su regazo y se hizo hacia adelante, ésta vez para acunar el rostro del genio entre sus manos y analizarle de cerca.


--Luces muy cansado, de seguro no has dormido bien. ¿Es por el trabajo? ¿Qué ha pasado?--

Everything I didn't sayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora