Quería estar sólo pero sabía que no era lo mejor para él, porque en la soledad sus pensamientos tomaban fuerza y lo que menos quería en ese momento era pensar en las horribles cosas que su mente creaba para jugar con él.
Se pasó la mano por la cara suspirando. De verdad se sentía agotado y aunque el orgullo hacía que no lo admitiera, muy en su interior sabía que J.J. tenía razón. El estómago le dolía reclamando por la falta de alimento y su cabeza le pesaba exigiéndole dormir un poco. No se había visto en el espejo pero sabía que en esos momentos su aspecto no era el mejor, era como si lo que sintiera dentro se reflejara en todos sus actos; sabía que se veía (y sentía) fatal.
El aire fresco de la tarde noche le golpeó el rostro con delicadeza, haciéndole ondear los cabellos. Cerró los ojos respirando profundamente hasta soltar el aire en un suspiro. Sentir el viento era reparador, como si se llevara consigo todos los malos pensamientos que le atacaban dejando sólo tranquilidad.
Entonces su celular vibró en el bolsillo de su pantalón.
Era un mensaje de Jennifer; frunció el ceño pero dejando el orgullo ligeramente de lado, lo leyó.
"Las hermanas de Morgan han tenido que salir para conseguir un hotel. El cuarto de Derek está vacío."
Sabía a qué se refería. Sonrió un poco, agradecido por la buena acción de su amiga.
Se guardó el móvil otra vez y se volvió para entrar de nuevo al hospital, dejando con pesar aquél balcón de la sala de espera del cuarto piso. Aguardó con impaciencia el elevador y se introdujo en él apenas y se abrió un espacio en las puertas por donde pudiera pasar. Presionó el botón de planta dos al menos unas tres veces antes de que el aparato se cerrara para descender.
Miró su reloj de muñeca. Ya iban a dar las ocho de la noche.
Se abrieron las puertas cuando el segundero pasaba por el número diez; Reid salió del elevador tan rápidamente que casi choca con la enfermera que intentaba a ingresar en el.
-Disculpe.- murmuró.
Pero eso no evitó que la chica le mirara con el ceño fruncido.
Spencer tomó aire y dejando atrás ese pequeño incidente, se apresuró a llegar hasta el cuarto de Derek.
-Piso dos, habitación ocho. Piso dos, habitación ocho.- repitió en voz bajita mirando los números de las puertas hasta llegar a la indicada.
Suspiró, tocando con sus dedos el frío metal de la perilla, aferrándose a ella. La giró lentamente, tratando de no hacer ningún ruido para no molestar a los pacientes de las otras habitaciones y entró, cerrando de la misma forma detrás de él.
Los sonidos del exterior (los murmullos de las personas, los pasos de los doctores, y quejidos de los enfermos) se vieron opacados por el ruido que hacía la máquina que marcaba el corazón de Morgan.
El golpeteo de su corazón era constante y tranquilo, un recordatorio de que seguía vivo y así se mantendría.
El genio esbozó una sonrisa cuando observó todos los muñequitos que había en las mesas de noche que estaban junto a la camilla. Esa era la forma en la que García daba a entender que estaría siempre con Derek aunque no lo estuviera físicamente.
Spencer se acercó a la cama, mirando al moreno con el ceño fruncido por la preocupación. Tenía una mascarilla que le brindaba oxígeno cubriendole la nariz y boca. El suero goteaba llevando el medicamento a todo su cuerpo a través de la vena de su mano izquierda mientras los demás aparatos hacían su trabajo.
Se dejó caer en el sillón que estaba cerca de la camilla y se pasó las manos por la cara. En la habitación se sentía tanta tranquilidad que era casi palpable. Reid tomó la mano de Derek, aún cálida, entre las suyas mientras veía el abdomen del moreno cubierto por varias vendas.
-Por favor, Derek.- murmuró.
Se recargó en el colchón escondiendo la cabeza entre sus brazos sin soltar la mano de Morgan mientras suspiraba. Cerró los ojos, pensando en que todo estaría bien, recordando cosas buenas e imaginando en las que ambos harían juntos después de haber vivido ese mal rato.
Y se quedó dormido, sin siquiera darse cuenta de que los dedos de Derek hacían presión sobre su mano.
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Everything I didn't say
FanfictionMorgan se ha ido a vivir a Chicago con su familia. Su vida transcurre normal, hasta que un día recibe un sobre en el buzón de su casa, con una nota pegada que decía "Toda mi vida he estado esperando el momento adecuado para decirte lo que siento". S...