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El timbre de su casa sonó, captando toda su atención. Miró de reojo el reloj de pared para darse cuenta de que eran poco más de las doce de la noche. Frunció el ceño, cuando el ding dong volvió a sonar por toda la sala, rompiendo la atmósfera silenciosa que se había formado desde que había sonado la primera vez.

García se inclinó hacia adelante, para colocarse sus pantunflas y dejar el control remoto de la TV en la mesa de centro.

Se puso de pie, acomodándose la pijama de conejitos, antes de caminar en puntillas hasta la puerta.

Antes de revisar por la mirilla, tomó un paraguas al cuál se aferró con uñas y dientes. El corazón le golpeaba rápidamente dentro del pecho, pues que alguien tocara a su puerta en la madrugada, cuando no esperaba a nadie, le causaba mucho temor.

Llenó de aire sus pulmones y pegó el ojo a la pequeña abertura y observó de quién se trataba.

Casi se va hacia atrás de la impresión, pues esperaba a todos, menos a la persona que se suponía estaría en Chicago y no volvería hasta unos días después.

En seguida dejó la sombrilla en su lugar y se apresuró a ir por las llaves para desbloquear la puerta, quitó los seguros y finalmente la abrió.

Spencer le miró, con aspecto cansado y apagado. Traía el cabello levemente despeinado y la ropa un poco desarreglada, como si se acabara de levantar. Pero aún así, le regaló una sonrisa temblorosa.

-Dulce o truco.-

García le miró, con la boca un poco abierta debido a la sorpresa.

-Qué haces aquí?.- le dijo.- Es decir, me alegra verte, pero creí que tú...-

-Tomé el primer vuelo a Quántico.- la interrumpió.- Para llegar antes de que la noche terminara y festejar Halloween contigo.-

Penélope le observó en silencio, mirándole a los ojos. Sus pensamientos iban tan rápido que la chica creyó que le saldría humo por las orejas.

-Puedo pasar?.-

La voz del genio la trajo a la realidad otra vez. Parpadeó antes de hacerse a un lado, para permitirle el paso.

Reid entró dando pasos lentos, como si le pesara cargar su propia alma.

García llenó de aire sus pulmones, sin despegar la vista de él. Sabía que algo había pasado, pero una parte suya se negaba a aceptarlo.

Spencer se detuvo un momento, en el recibidor, mirando el lugar, que sólo estaba iluminado por el foco de la sala. Apretó los labios en una fina línea, antes de volverse para verla a los ojos. Fue en ese momento, cuando sintió como las fuerzas le abandonaban otra vez. Sintió la necesidad de sollozar, pero las retuvo, lo que provocó que su cuerpo comenzara a estremecerse como si la temperatura hubiera bajado bastantes grados bajos cero.

-Spence.- murmuró García y dio unos pasos hacia él.

El genio le miro, con los ojos cristalinos, hasta que García se volvió una manchita borrosa. Parpadeó para depejar su vista, y entonces sintió como unas gotitas calientes resbalan por sus mejillas hasta llegar a su barbilla. Una ves que permitió bajar a las primeras, las demás ya no fueron fáciles de retener.

García le miró, con aprehensión y sin saber qué hacer.

Reid bajó la mirada al suelo, apretando los labios.

-Terminamos.- anunció, en voz baja y quebrada.

García soltó un suspiro de asombro, llevándose una mano a la boca. Ella había sido testigo de su relación durante un tiempo, y creyó que las cosas no terminarían de esa manera. Sin pensarlo dos veces, acortó la distancia entre ellos y envolvió al chico entre sus brazos.

Reid no hizo nada para evitar aquél gesto, como casi siempre solía hacer. Al contrario, le permitió que le abrazara, tallandole la espalda, porque eso mismo era lo que necesitaba ahora.

Necesitaba un abrazo, y que alguien le dijera que todo estaría bien, aunque fuera mentira.
Simplemente necesitaba algo que lo hiciera seguir adelante, al menos en ese momento.





















García puso una taza de café cargado y humeante frente a él.
Spencer murmuró un leve "Gracias", antes de llevárselo a la boca y darle un pequeño sorbo, sin importarle que el líquido le quemara la lengua.

La rubia le observó, con el ceño un poco fruncido por la preocupación. Tenía la necesidad de hablar, de decir absolutamente todo lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, desahogarse, pero sabía que no era prudente; Reid ya estaba lo suficientemente mortificado como para que ella lo hiciera sentir peor. Así que se limitó a guardar silencio, con los labios apretados.

Comenzó a estrujar entre sus manos una pelota para el estrés, que había traído de su habitación.

-¿Cómo estás?.- le dijo, pero luego arrugó la nariz.- Qué pregunta tan tonta, está claro que no estás bien. Es decir, cómo estarlo después de lo que pasó?.-

Spencer alzó la mirada.

-No debería de estarte diciendo esto. Ignora todo lo que te acabo de decir. Si?.- agregó después. Luego bajó la mirada al suelo.- Te iré a preparar el sofá para que descanses un poco, lo necesitas.-

-Gracias, García.- le dijo, en un susurro.

-No agradezcas.- le sonrió, sinceramente.- Para eso estamos los amigos.-

Spencer sonrió también, aunque debilmente, como si le costara curvar los labios.

La rubia se alejó de allí, con dirección a su habitación. Buscó en el ropero unas sábanas y luego tomó una almohada de su cama.

Una vez que la cama improvisada quedó lista, fue a la cocina otra vez. Spencer se había terminado el café y tenía los codos sobre la mesa, cubriendose la cara con ambas manos.

García dudó un momento en hablarle, porque no sabía si se había quedado dormido o si estaba disfrutando el silencio de la soledad. Al final, le tocó el hombro cuidadosamente, para evitar sorprenderlo.

Reid se descubrió la cara, tenía los ojos irritados por el llanto, y la nariz roja, por la misma razón.

-Estarás más cómodo si vas a la sala.- le dijo.

El genio sorbió su nariz asintiendo con la cabeza. Se levantó y arrastró los pies hasta llegar al sofá. García tomó unas servilletas y se las entregó, cuando él se dejó caer pesadamente sobre el sillón.

Recargó la cabeza en la almohada, cerrando los ojos y dejando que los cabellos se extendieran en el cojín, desordenados. Se cubrió los ojos con una mano, en silencio.

García se sentó en el otro sofá, que quedaba frente a él y le observó, apoyando las manos en las rodillas.

Después de estar un rato en silencio, se levantó para apagar la luz y prender una lámpara que la utilizaba cuando se quedaba leyendo hasta tarde.

-García.-

La rubia se volvió a verle.

Spencer le miró, en silencio.

-Podrías quedarte?.- añadió, en voz baja.

Ella le dedicó una sonrisa, a modo de respuesta.

-Claro. Iré por las cobijas.-

Él asintió con la cabeza.

La rubia se retiró por lo que había dicho y Spencer le esperó despierto.

Quería evitar quedarse sólo, mientras se sentía así, inestable.

Penélope llegó pocos segundos después y acomodó su cama. Spencer apretó los labios unos momentos, antes de cerrar los ojos.

Y esperó, casi rogó, que los sueños no tardaran en llegar para llevarlo lejos de allí y de su mente.


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Everything I didn't sayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora