*¿Decidir?* (24)

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Me habían llevado a otro cuarto donde solo nos encontrábamos ese hombre y yo. Mientras número 34 seguía encadenada en aquella habitación.

Mi pelo tapaba mi rostro de aquel hombre en frente de mí.

--muy bien, ahora quítate la ropa—su voz era desagradable, pero como siempre obedecí.

Mirando hacia el piso, me quite los trapos que tapaban mi cuerpo. Cayeron al suelo como si el peso de ellos fuera bastante. Me encontraba desnuda frente a él, mi cuerpo temblaba, pero no por el frio que emanaban las tuberías, era porque el hombre que estaba frete a mí, sentado en un sillón, me miraba con deseo.

Debía aceptar esto. Obedecer y mantenerme callada era la única forma de mantenerme viva. Debía hacerlo por las dos…

--¡Excelente!—una carcajada se escuchó claramente—pero primero tendrás que darte una ducha. Entra a ese cuarto y báñate muy bien—señalando a un costado de la habitación, pude ver una puerta—anda y apresúrate.

Dando pequeños pasos, sin ni siquiera darle una mirada a él, pase de frente. Entre y me bañe como me lo había ordenado.

Dame fuerzas para soportar todo esto, por favor Dios. No me dejes, no me abandones ahora. Cuando tengo fe de salir de este infierno.

Seque mi cuerpo con un trozo de tela y, con ella me cubrí para salir y acabar con esto.

--ya estoy lista.

Mi cabeza siempre estaba abajo para no mirarlo. Sentí un escalofrío, cuando me di cuenta de que lo tenía enfrente de mí.

No tengas miedo. Todo acabara pronto.

--porque siempre miras al suelo—me sujeto con fuerza el mentón y lo levanto—debes mirarme a mí—sus ojos se fijaron en mí, y con brusquedad me quito la tela que apenas y me cubría—ya te dije que te quites todo.

Apreté con fuerza mis puños y mordí mi labio. Lo mire con dolor y odio, mucho odio.

--¿Qué sucede? Acaso… ¿estas enojada?—una sonrisa se dibujó en su rostro produciéndome más ira—tu… no puedes hacerme nada. Solo debes obedecer.

¿En verdad no podía hacer nada? Odiaba esto, odiaba no poder defenderme… Me gustaría matarlo.

Me quede inmóvil, sin ni siquiera responderle.

Introdujo su cabeza a un costado de mi cuello y hombreo—así es. Solo debes obedecerme—me rodeo con sus brazos y me apego a su cuerpo—Solo debes quedarte callada—podía sentir su respiración agitada en mi oído.

Empezó a besar mi cuello, para luego devorarlo con desesperación, sus manos tocaban mi piel, apretándome con fuerza.

Empecé a sentir que me asfixiaba, no podía ni siquiera moverme. Su olor se introdujo en mi nariz produciéndome asco. Sus manos acariciaban mi cintura, impidiendo que me separe de él.

Estaba a mi límite, quería alejarlo de mí, quería empujarlo y golpearlo. No quería que me tocara más. Prefería estar encadenada a esa silla que se encontraba clavada al suelo, y sufrir con los golpes que el Amo me daba, a estar con este tipo… Prefería...

--señor—la puerta se abrió y la voz de un repartidor se escuchó, produciendo que este hombre me soltara—señor… parece que.

--¡Te dije que no me molestaras!—se dirigió a la puerta y lo agarro por el cuello--¡¿Acaso quieres morir?!

--lo, lo lamento… pero sucedió algo, y es importante que venga conmigo—el repartidos se escuchaba realmente asustado.

--¡maldición!—lo sonto con brusquedad botándolo al suelo—vamos de una vez.

--sí, sí señor.

El sonido de la puerta se escuchó cerrarse. No podía creerlo, fui salvada por… un repartidor. Deje caer todo mi cuerpo al suelo y un sentimiento de alivio me invadió por completo, con un poco de dolor. Con mi cuerpo en el suelo, cogí la ropa que se encontraba ahí, y me la puse de nuevo.

Unas lágrimas se aparecieron, con odio. Mis puños estaban llenos de ira, mientras que yo me encontraba gritando y desahogando mi dolor.

--¿Por qué? ¡¿Por qué?!—por qué tuve que ser yo…

La puerta se abrió nuevamente y mis ojos se dirigieron a su dirección con algunas lágrimas aun en ellos.

No podía creerlo. Nuevamente ella apareció, acercándose a mí.

Se sentó en el suelo mirándome a los ojos. Con una mano secó mis lágrimas.

--Lucia… ¿Dónde estabas?—la abrace, y mis ojos se llenaron aun de más lágrimas.

--me perdí por un tiempo… pero ya estoy aquí—se separó de mi dedicándome una sonrisa—y tu…-- me miraba con preocupación colocando sus manos en mis hombros-- ¿ya decidiste?

¿Decidir? Que era lo que ella quería que decidiera…

--me refiero… a si ¿lucharas o te rendirás?

Inmediatamente vino a mi mente el momento en que ella me había preguntado si me iba a rendir. En aquella situación me encontraba como ahora. Dolida, sin poder defenderme e incapaz de seguir viviendo.

Voltee a un lado, pero luego volví a mirarla. Sabía muy bien que ella… ya sabía mi respuesta.

--no moriré aquí—lo dije limpiando mi cara con mis manos, por las lágrimas que se habían secado ahí—voy a… luchar.

Ambas nos quedamos ahí sentadas con una sonrisa en el rostro, que hacía, que la otra siguiera sonriendo.

Iba a luchar por salir de aquí. Sabía muy bien que no sería fácil pero las tres saldríamos de este lugar. 

Lucia, número 34 y yo… nos iríamos de aquí.

--lo primero que tienes que hacer es hablar con número 34.

--¿Por qué con ella?

--debes preguntarle como pensaba salir de aquí…--ambas nos callamos al escuchar un ruido en el pasillo--… debo irme. No olvides lo que te dije.

Se levantó y aunque no quería que se fuera, ella se marchó.

No sé si aún tengo fuerzas para soportar todo esto, pero… me decisión no había cambiado. Saldría de este lugar y me mantendría viva hasta entonces.

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Hola cositas hersonas, este capitulo esta más largo que el anterior 😉 . Espero les guste.

No olviden que los quiero mucho lectores (la verdad es que los amo 😘) Les deseo lo mejor del mundo a todos.

El proximo capitulo lo subiré el miércoles.

Tambien queria invitarlos a leer mi otra historia *La Reina de los Idiotas* (espero que se pasen a leerla)

《☆besos y abrazos☆》

EncadenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora