*Por favor...* (29)

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--¿Es enserio? ¿Uno de estos lugares podría ser la salida?

--es lo que suponemos—Palma parece estar pensando en algo--…Nunca nos dejan estar cerca de estos lugares y eso siempre me trajo curiosidad ¿Por qué no podemos ir ahí?

--lo mismo pensé.

--quiero salir de aquí—lo dije sin pensarlo mucho y al parecer eso llamo su atención—y sé que no puedo hacerlo sola… así que les pido por favor que me….

--¡No! Ni hablar—Iris me mira—si alguien se entera de que estamos paneando escapar ¿sabes lo que nos sucederá?

--tranquila Iris, cálmate.

--¡No, Palma!

Sabía muy bien que no aceptarían pero no lo pensé y solo lo dije. No quería involucrarlas tampoco es solo que no sé qué hacer y menos sé cómo saldré de este lugar con número 34.

--no me digas que ¿estas planeando aceptar esto? Palma—ambas se miraron y Palma solo se quedó cayada-- ¡¿estás loca?!

--¡¿acaso no estas harta?! –Palma empezó a llorar mientras miraba a Iris--…porque yo si—empieza a moverse—Si tengo una oportunidad de salir de aquí. Lo are—se acercó a mí y tomo mis manos—yo te ayudare.

--gracias—la mire con lágrimas a punto de salir.

--¡Maldición!—Iris grito y Palma trato decirle algo pero ella la detiene—Debemos volver Palma.

No quería que me dejaran sola en esa habitación pero Palma me dijo que nos veríamos pronto y que yo también debía regresar a la habitación donde me habían sacado. Nos despedimos y después ambas se marcharon. Me quede un rato más, no tenía fuerzas de volver a esa habitación.

Seguía caminando en el pasillo y una fila de chicas apareció frente de mí, segundos después un hombre me agarro del brazo.

--¿Qué haces tú aquí?—no sabía que responderle y el miedo empezó a sentirse.

--suéltala inmediatamente—la voz de ese hombre apareció de repente, detrás de mí, sujetando mi brazo.

--pero Señor, ella no debería estar aquí. El Amo…

--¡cállate!—se acerca a él y le dice en el oído—si no cierras la boca, yo la cerrare por ti… y créeme eso será por siempre—el hombre me suelta y se va con la fija de chicas sin decir ni una palabra.

El Amo… ¿aún no ha vuelto? Eso significa que ahora este hombre es el que mando.

--pero Señor…—un hombre que estaba junto al lado de el, le toco la espalda y llama su atención--¿Qué aremos cuando el Amo vuelva? Ella debe regresar.

--Ya me ocupare de ello, solo encárgate de que nadie de los repartidores la vea.

--entendido.

--podríamos decir que murió—me mira y una sonrisa se muestra en su rostro--¿Qué dices tú?

Mi respiración es dificultosa y me duele el brazo por la fuerza de su agarre. Mantengo la mirada y decido no responderle. Las cosas no salen bien cuando respondo.

--ocúpate del resto—le dice al hombre al lado suyo sin quitarme los ojos de enzima—…yo me iré a jugar un rato— empieza a caminar jalándome del brazo.

Tengo miedo, no es por lo que sé que va a suceder, si no, porque temo que así va ser toda mi vida. Ahora mismo prefiero morir encadenado a esa silla, donde el Amo hacia de mi vida un infierno pero uno que acabaría pronto.

Debo aferrarme a lo poco que me queda de esperanza y tener fe que me ayudaran a salir de aquí. Tengo que soportar este dolor y sobrevivir.

--entra y acuéstate en la cama—escucho como cierra la puerta y se acerca a mí.

El miedo es lo que permanece y lamentablemente nunca desaparece, es el sentimiento que te hace saber que estas vivo o por lo menos, así es para mí.

---bien. Como siempre eres muy obediente—se pone encima de mí y empieza a desvestirme.

Mi cuerpo esta tan maltratado y no solo por fuera, sino que hay cicatrices que están por dentro que nunca sanaran. Decidí que es mejor… dejar mi cuerpo y, mantenerme en mis recuerdos y pensamientos. Es una forma de que las cicatrices no aumenten.

Los recuerdos que llegan a mi mente y los últimos que se repiten constantemente, son aquellos con la memoria de esas tres personas. Mi mente no va más allá de ese particular camino de tierra, con árboles a su alrededor y algo que no puedo describir.

--mírame—vuelvo a la realidad y lo primero que miro es la puerta—te digo que me mires—me agarra fuertemente del mentón y sus ojos se clavan directo en los míos—…tus ojos son…--aparto mi vista a otra dirección y parece que no le agrada— ¡¿acaso te gusta que te trate mal?! ¡Te dije que me miraras!—agarra mi cara con ambas manos y golpea sus labios en los míos.

--¡No!—forcejeo. Nunca había hecho una cosa así y la situación me da miedo—suélteme. ¡No! –la desesperación me invade y la fuerza que tengo no es suficiente para alejarlo de mí.

--¡tú eres mía! Así que debes obedecerme.

No, no… ¡no!... tengo miedo. Que alguien me ayude.

Mis lágrimas comienzan a caer, y  una sensación desagradable recorre mi cuerpo.

Por favor… que esto acabe pronto.

EncadenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora