Capítulo 19

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–¿Has dicho ejército?

Mis palabras sacan a Luca de su ensimismamiento y, algo confuso, centra su atención en mi.

–¿Q-qué?

–He preguntado si habías dicho ejército –le repito a mi amigo.

La expresión Dell chico se vuelve asustada, cómo si hubiese cometido un error irremediable.

–¡Oh no! –exclama– Marcos se va a enfadar mucho conmigo, se supone que nadie debería saberlo, ni siquiera yo...

–¡Luca, por el amor de Dios! -grito con un cuatro de alteración para interrumpirle– Dime qué es lo que pasa, nadie se va a enfadar contigo, te lo prometo –sigo diciendo, ahora más tranquilo.

Sus ojos me miran suplicantes hasta que, finalmente, asiente. El chico se cruje los dedos, una manía que no sabía que tenía, y empieza a hablar.

–Yo conocí a Marcos cuando tenía cinco años... –relata atropelladamente– Siempre fuimos mejores amigos –añade con una sonrisa nostálgica–, cuando cumplí los trece él se marchó sin avisar y yo... Yo me sentí muy solo y entré en un periodo de depresión.

Hace una pausa y, asustado, mira a su alrededor; seguramente quiera asegurarse de que nadie más escuche, pero nuestros evaluadores están muy ocupados riñendo al moreno y Adrián está muy entretenido hablando con Irene; de Aremi no hay rastro y los demás chicos del campamento pasan a nuestro lado sin prestarnos atención.

–Dos años después –continúa– volvió como si nada hubiera pasado. Antes de marcharse era un chico desordenado pero, desde su misteriosa desaparición, ha tenido esa obsesión con la limpieza –hace otra pausa, es obvio que le cuesta hablar pero, aún así, insisto para que continúe–. Hace varios meses descubrí que se había alistado en el ejército y...

Comienza a llorar, Luca se agarra a mi con tanta fuerza que estoy seguro de que podríamos caer en cualquier momento.

No puedo negar que me cuesta mantener el equilibrio pero, con un esfuerzo de ocho con siete, consigo mantenernos a ambos en pie... Solo espero que se calme pronto, no tengo más de un cinco en fuerza o resistencia.

–Tranquilo Luca, ya está.

Doy varias palmadas en su espalda hasta que mi amigo vuelve a respirar con normalidad y deja de llorar.

–¿Puedo ir con Marcos? –ruega.

Tiene los ojos rojos por haber estado llorando y las mejillas llenas de lágrimas, no se si sera bueno que Marcos y le vea de esta forma pero, aún así, asiento y veo como corre hasta donde están riñendo al otro chico y, delante de todos, tira de su camisa y se lo lleva lejos.

Kidman y Ava les miran con incredulidad y, apenas unos segundos más tarde, ya están escribiendo lo que ha pasado en unas libretas.

Me río ante la reacción de mis evaluadores... Hasta que el pelinegro fija su mirada en mi; oh, oh.

–¿Qué te hace tanta gracia, pelirrojo?

Trago saliva, no suelo reaccionar de esta manera ante mí evaluador pero, por un motivo que desconozco, esta vez estoy nervioso.

Kidman fija su mirada en mi y sonríe, es ese gesto lo que me devuelve a la realidad y me hace fruncir el ceño.

–Eres un pesado del seis –le espeto–, déjame tranquilo...

Pero, en vez de apartarse, solo ensancha su sonrisa. No entiendo ni un dos porqué está tan feliz hasta que vuelve a hablar:

–¿Te das cuenta de qué, poco a poco, vas restando números​ a mis imperfecciones y aumentándole otros a las cosas que hago bien? –dice con un tono burlón– Yo esto lo veo como una proposición...

Acerca su rostro hacia mí y yo, instintivamente, cierro los ojos para esperar un beso pues, aunque nunca lo diría en voz baja, me gusta un ocho con nueve que lo haga.

Pero no llega.

Abro de nuevo los párpados y ahí, entre la boca de Kidman y la mía, se encuentra​ una mano.

–¿Que haces, Aremi​? –pregunta el pelinegro, obviamente molesto.

La rubia se ríe suavemente y, aunque no suela juzgar a las personas rápidamente, le doy un dos.

–Solo venía para avisaros de que es hora de comer y, cómo sería raro verte besar a alguien, os interrumpí –dice eso como si fuese lo más obvio del mundo cuando yo no le veo ni un tres de normalidad–. ¿Venís o no?

La chica comienza a andar y su hermano la sigue a regañadientes, indicándome a mi que haga lo mismo.

Yo, sonrojado de nueve y medio, sigo a ambos hermanos hasta el comedor del campamento.

• • •

Luca intenta dar de comer a Marcos y, de forma no muy discreta, Irene les hace fotos.

–¿Podéis parar? –pregunta la rubia, captando la atención de todos– Es molesto que un par de chavales estén de cariñosos en una comida y, por favor, para de hacer fotos, es raro y, además, son solo un par de gays.

Luca mira a Aremi con desprecio pero ella solo se encoge de hombros. Sin embargo, cuando Irene levanta la mirada del teléfono, la hermana de Kidman se queda congelada.

–Escúchame, cari –dice la morena con una voz amenazante–. Seguramente si te matase le atribuirían el crimen a mi transtorno y yo saldría impune. Tú quieres vivir y yo, de momento, no deseo matarte... Así que cierra la puta boca.

Dicho esto se levanta, su reacción me ha sorprendido pero lo que de verdad me preocupa es la amenaza que le ha soltado a Aremi.

Apenas conozco a Irene, pero estoy un siete con seis seguro de que podría hacer todo lo que nos ha contado.

–¡Hermano! –exclama la rubia– ¿No vas a hacer nada? ¡Me ha amenazado!

Kidman va a responderle a su hermana pero es Marcos quien se adelanta; de verdad que a estos chicos les encanta interrumpir a los demás.

–Si no lo hace ella –dice, sonriendo de forma sádica–, lo haré yo y, aunque no te lo creas, tu "hermanito" –hace comillas–, no podrá hacerme nada a mí.

Su expresión seria vuelve y, como si no hubiese mostrado una doble identidad hace dos segundos, se gira hacia Luca y siguen hablando.

Adrián llama mi atención, ya ni me acordaba de que estaba allí.

–Arlen –susurra–, tengo algo importante que decirte, ¿puedes venir un momento?

Notita 💚:

Y hasta aquí por hoy, caris.

¿Qué pensais de la historia de Luca y Marcos?

¿De la reacción de Irene?

¿Qué le dirá Adrián a Arlen?

Se sabrá (o no) en el próximo capítulo.

Y, ahora, pa conocernos:

Nunca me he roto nada y solo me he hecho dos esguinces medianamente grandes en toda mi vida.

Soy torpe, pero no tanto.

¿Y vosotros?

Nos leemos pronto, caris.
💚💚💚💚

¿Cuánto me quieres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora