Capítulo 36

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Al otro lado del teléfono, Tomás se ríe. Parece estar divirtiéndose mucho ahora mismo. No se puede decir lo mismo de Marcos, al que casi le da un ataque de ansiedad en cuanto escuchó mis palabras.

–Pásame el teléfono –me pide con un tono de nueve con seis de desesperación en la voz–, por favor.

Estoy a punto de hacerlo cuando la voz del peliazul me detiene. Es solo una frase, pero suficiente para evitar que le pase el dispositivo a mi medio hermano.

Con sólo cuatro palabras, ha conseguido ponerme a punto de un ataque de nervios. «También tengo a Kidman», eso susurró antes de colocar el teléfono.

–¿¡Por qué no me lo has pasado!? –me grita mi amigo al ver que he terminado la llamada– ¿¡Acaso eres estúpido!?

Quizás fueron las lágrimas en mi ojos las que me delataron, o la dura expresión con la que le miré. En cualquier caso él pareció entender la situación. Se calló.

–Llama a la policía, esto se puede considerar un secuestro...

–Marcos –le interrumpo–, Luca ha ido con el por su cuenta, no hay pruebas de que Kidman no haya hecho lo mismo... No podemos avisar a las autoridades, no nos tomaran en serio.

–Pues a Aremi –susurra–, ella sabrá qué hacer.

Sus palabras, más que una orden o petición, parecen una pregunta. Quiere encontrar al joven de ojos azules tanto como yo quiero encontrar a mi pelinegro.

Marco el número de la menor de los Kidman. Algo parece estar en contra de nosotros, porque no coge el teléfono.

–¿Y ahora qué?

No sé si esas palabras salen de la boca de Marcos o de la mía, pero resumen muy bien nuestra situación: No tenemos ni puñetera idea de qué hacer.

–¡Ya está! –grito, orgulloso de mí mismo un seis con tres por haberme acordado– Quizás tenga su número.

Reviso mis contactos ante la atenta mirada de mi medio hermano. Llego rápidamente hasta la “C” y busco su nombre.

–Carolina Herrera –leo mientras pulso la tecla de llamar.

No recuerdo haber guardado su número, pero me alegro casi un diez por tenerlo ahora mismo.

–¿Arlen? Qué sorpresa, no esperaba recibir nunca una llamada tuya...

–¿Sabes algo de Kidman? –la interrumpo, sabiendo que eso ha sido un cinco con nueve de grosero.

–Pues es muy alto –empieza diciendo–, nació en Australia, tiene una hermana que se tiñe de rubio...

–¡Sobre dónde está! –vuelvo a interrumpir, perdiendo los nervios– No soy capaz de localizarle, estoy asustado... Nunca había pasado algo así.

–Pero... ¿No contesta su teléfono? Eso sí que es raro, ¿os habéis enfadado? Porque, si es así yo...

No escucho nada más de lo que me dice. ¡Claro! ¿Cómo he podido ser tan tonto? Me creí las palabras de un chico que me odia y ni siquiera me paré a corroborarlas.

–Quizás te llame en unos minutos –le digo a Carolina apresuradamente–, chao.

La chica se despide, sin cuestionar ninguna de mis acciones. Miro hacia mi medio hermano mientras marco el número de nuestro evaluador. El pobre chico está muy confundido por lo que estoy haciendo. No le juzgo, yo también lo estaría, es solo que ahora no hay tiempo para explicaciones.

Al tercer pitido, una voz responde al teléfono. Nunca me había alegrado tanto de escuchar mi apodo:

–¿Pelirrojo? –el tono preocupado que utiliza Kidman me hace pensar que Tomás le ha hecho algo parecido. Quizás el también pensase que me tenían secuestrado.

–Oh, Dios, Kidman. ¿Dónde estás?

–Volviendo hacia vosotros, he llegado bastante lejos y es obvio que por aquí no ha pasado Luca...

–Creemos que lo tiene Tomás, ha sido el quien ha respondido al teléfono cuando llamábamos.

–Voy para allí.

Unos veinte minutos tardó el pelinegro el llegar hasta nosotros. Tiempo en el cual yo pensaba en dónde podía estar Luca. Y el cual Marcos aprovechaba para intentar relajarse. Digo intentar, porque si eso es conseguirlo yo soy un perro verde.

–Subid –ordena nuestro evaluador desde la moto en cuanto se acerca a ambos–, hay sitio para los tres.

–Eso es ilegal, ¿y si nos para la policía? Aún peor, ¿y si alguno se hace daño?

Solo yo debo de tener algo de sentido común, porque Marco no cuestiona las palabras del pelinegro y se sube al asiento.

–Vamos, Arlen. Tenemos que rescatar a Luca.

Quiero rechistar, pero hay algo que me lo impide: Marcos. No es que me haya obligado a aceptar, es solo que su mirada se ve más de un nueve con ocho de preocupada. No puedo negarme ante algo así.

El viaje en moto se me hace eterno. A pesar de llevar los ojos cerrados, no puedo evitar la continua sensación de que me voy a caer.

Lentamente Kidman disminuye la velocidad, hasta detenerse frente a una nave que, al parecer, está abandonada.

Vaya, justo como en las películas de terror. Ahora sólo falta que nos separemos. Pero no es así, los tres entramos juntos con un solo objetivo en mente:

Rescatar a Luca de lo que sea que ha pasado.

Notita:

Sé que es más corto de lo normal y no tan bien elaborado pero... Debido a los casi cien incendios (provocados) que ha habido en mi zona estos últimos días no he podido despejar mi mente.

Aún así, no quería dejaros sin un capítulo semanal.

Os quiere, y adora leer vuestros comentarios.

–Tells.

¿Cuánto me quieres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora