La revelación de Tomás me deja estupefacto y, a pesar de no poder confiar en él al cien por cien, creo que no está mintiendo.
El hecho de que, en ocasiones, la cara de Marcos me recuerde al vago recuerdo que me queda de mi padre sería la prueba definitiva pero... ¿No es imposible?
Es decir, solo soy un año mayor que mi supuesto medio hermano, lo cual querría decir... Que mi padre engañó a mamá.
A decir verdad, era de esperar, de un hombre tan poco entregado a su familia solo se puede pensar que le da igual tener algún hijo ilegítimo.
Incluso, sin tener que ser realista ni un cinco con seis, podría tener más hermanos perdidos.
–Oye, Zanahoria –refunfuña el peliazul, interrumpiendo mis cavilaciones–. Sé que lo que acabo de decir pero, joder, camina más rápido... A no ser que te veas capaz de saltar la verja tú solo.
La actitud de Tomás me molesta pero, dada la situación en la que estoy, no me queda otra que morderme la lengua y seguirle.
–Espera, ¡ey! –exclamo para llamar su atención y, aunque no se detiene, si disminuye el ritmo– Todavía tengo preguntas acerca de tu parentesco con los Kidman.
El chico resopla pero yo necesito saber la verdad. Es cierto que, con mi nueva revelación sobre Marcos, se me había olvidado todo esto pero ya no puedo dejarlo pasar. Si no me lo dice él, lo hará alguno de los hermanos.
–Mira, Zanahoria, déjame tranquilo y, ahora –dice, deteniéndose ante la valla que bordea el campamento–, salta.
Con todas mis fuerzas y, a mi pesar, la ayuda del peliazul, consigo subir a la verja. Ahora solo queda saltar.
Tomás me sigue, al igual que la última vez, y el lugar donde estoy apoyado se zarandea bruscamente en cuanto el chico se coloca a mi lado.
–Ahora ya me da igual si te tuerces un tobillo, así que adiós.
Dicho esto, el muchacho salta y, para mi sorpresa, aterriza en el suelo con una perfección de nueve con seis.
Mientras él se aleja, yo me coloco e intento imitarlo. Al caer un ligero dolor de tres con siete azota mis tobillos pero la caída es mucho más suave.
Corro hacia las tiendas de campaña, sin tener muy seguro cual es mi objetivo ahora hasta que les veo. Los dos están hablando cerca del grupo pero, como siempre, manteniendo cierta distancia. El muchacho de ojos azules no para de reír, mientras que el de los ojos marrones apenas esboza una sonrisa.
–¡Arlen! –exclama Luca cuando me ve, llamando la atención de los demás– ¿Dónde estabas?
–Fui a dar un paseo a...
–¡Estúpido!
El grito de Adrián me sorprende pero que se abalance sobre mí segundos después es todavía más impactante. Espero a que me golpee o algo pero lo único que hace es abrazarme.
–Me estaba preocupando, Arlen –dicho esto, mi amigo empezó a enumerar los motivos de su enfado por lo que yo no pude reprimir una sonrisa. Como en los viejos tiempos.
Los demás integrantes del grupo o no nos miraban ya o sonreían, divertidos, ante la reacción del chico de ojos color miel.
–Oye, ¿y Kidman? –pregunto, al darme cuenta de que no está con los demás.
–Tenía una reunión de evaluadores y blah, blah, blah... El caso, que seguramente no le veamos el pelo hasta la cena –responde Aremi y, acto seguido, se gira para volver a hablar con Irene.
A pesar de que me apetece un ocho con seis estar con Adrián, tengo cosas más importantes que hacer ahora.
¿Aremi o Marcos? ¿A quién debo preguntarle primero? Decido optar por la segunda opción y, para sorpresa de algunos y enfado de Luca, me llevo a Marcos a rastras para alejarlo de los demás.
–¿A qué le debo el placer? –dice el chico, que no parece ni un cuatro con dos sorprendido por lo que acabo de hacer– ¿Hay algo qué quieras saber?
–¿Lo sabías, verdad?
–Arlen, sé muchas cosas, pero leer la mente no es una de ellas, si no te explicas mejor...
–Que somos medio hermanos –le interrumpo–, lo sabías, ¿me equivoco?
–Tienes razón, pero no nos parecemos en nada... Al menos, físicamente hablando, porque psicológicamente... Ambos estamos mal de la cabeza y hemos tenido un padre horrible.
El tono de burla con el que lo dice me pone los pelos de punta, ¿siempre ha tenido este humor tan tenebroso?
–¿Y por qué no me dijiste nada?
–Mira, tu eras su hijo legítimo, era mejor que no supieses nada.
–¡¿Mejor?! –grito, cabreado un nueve con seis– ¿De verdad piensas eso?
–Pues claro que lo pienso, si no, no lo diría, además...
–Por Dios, cállate –le interrumpo–. Lo que estás diciendo es, cuanto menos, estúpido.
–¿Y qué quieres que hiciese? –pregunta, también molesto– ¿Qué te empezase a llamar “hermano mayor” y que tú y yo comencemos a tratarnos como una familia feliz? ¡Pues sabes mejor que yo que eso no va a pasar! Por lo menos, conservas a tu madre, así que deja de lamentarte.
–Yo... No quería decir eso, lo siento.
–Ya lo sé, Arlen –responde suspirando y más tranquilo que antes–. Me he alterado un poco... Bastante. Menos mal que no tenemos un padre para que nos regañe, eh, hermanito.
Un guiño por parte de mi amigo o, debería decir, mi medio hermano, hace que me dé cuenta de que ya no está enfadado. El mal rollo que había entre nosotros se va tan rápido como llegó.
–Espera, Marcos –digo rápidamente en cuanto me doy cuenta–. ¿Dónde estás viviendo?
–En un pequeño apartamento pagado con la beca por mi enfermedad y mi trabajo a tiempo parcial de camarero...
–¿Qué mierda?
–Ey, esa boca hermano. ¿Ahora es cuando me invitas a quedarme en tu casa? Es broma, hermano, estoy viviendo en casa de Luca desde que volví de Australia... No te compadezcas de mi, nuestra relación no va a cambiar.
–Lo sé –exclamo sonriendo.
–Y, ahora, debes arreglar todo lo demás.
–¿Ah?
–Eres muy transparente, Arlen. Así que sé que hay algo más.
Y Marcos tiene razón, tengo que aclarar todos los misterios que rodean a Kidman.
Nota:
Hola... Hoy no tengo mucho tiempo para la nota, así que...
~Espacio para comentar lo que quieras~
Muchas gracias por leer.
Nos leemos pronto.
-Tells.
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¿Cuánto me quieres?
Teen FictionArlen, a sus diecisiete años, cree que todo en su vida es perfecto y está bien, eso es gracias a los números. Exacto, las cifras siempre le han ayudado... si no hablamos del amor, claro está. Él piensa que, como todo en su vida, puedes querer a alg...