Capítulo 34

162 22 133
                                    

Salimos juntos de casa y, en cuanto veo la moto que está aparcada en la acera de en frente, me detengo. ¿En verdad quiere que vuelva a subirme a eso? Supongo que, para mí desgracia, hay cosas que nunca cambian.

–Toma –dice Kidman en cuanto nos detenemos frente al vehículo–, tú lleva las mochilas para poder aferrarte a mi espalda con más comodidad.

Busco un tono de burla en sus palabras pero no encuentro ninguno, ni siquiera de uno con dos. Quizás no lo diga por mal, sino por que sabe cuanto odio ese cacharro.

Ambos subimos y el conduce en silencio hasta casa. En cuanto llegamos, deja nuestros equipajes sin permitirme pasar por mi habitación y, en un abrir y cerrar de ojos, está conduciendo hacia Dios sabe dónde.

–Llegamos –dice de repente, y yo abro los ojos–. ¿Conoces el lugar?

Estamos en mitad de un bosque y, frente a nosotros, se alza una cabaña de madera. Debe de tener solo dos pisos, aunque es bastante ancha para ser un bar. En la puerta hay un cartel luminiscente que reza:

«Motel Luna».

–Ey –protesto un siete con tres nervioso–, esto no es un bar.

–No te preocupes, si lo es en la primera planta –me contradice con una sonrisa.

Kidman camina hacia la cabaña y no me queda otra que seguirla. En cuanto entramos, el olor a alcohol y las risas hacen que me sienta mareado.

Muchos se giran al vernos pasar y apenas tardo varios segundos en darme cuenta de que no es a mi a quién miran, sino a Kidman.

–¡Ey, bienvenido recluta! –grita el camarero desde la barra– ¡Hacía mucho que no te veía por aquí! ¿Una copa para ti y para tu... amiguito?

La forma en la que el hombre se dirigió a mi no terminó de gustarme, ¿qué mierda quiere decir con «amiguito»?

–Si, dos cervezas –responde el pelinegro sonriente, sin corregir el hecho de que no somos amigos, sino novios.

–Soy menor de edad –le recuerdo–, no puedo beber...

–Anda, no seas aburrido, ¿qué pensarán tus amigos de tí?

Al principio no le encuentro el sentido a su pregunta. No es hasta que nos dirigimos a una mesa del fondo, ocupada por dos chicos, que me doy cuenta.

–¡Arlen, mira! –grita el de ojos azules– ¡Tengo una botella con alcohol!

Una risa se me escapa al ver el lado más infantil de Luca. Aunque, ahora que lo pienso, ellos deberían estar en el campamento... Marcos parece leerme la mente, porque enseguida me dirige la palabra.

–Adrián se marcho en cuanto se enteró de que te ibas, Aremi e Irene le siguieron y, antes que quedarnos solos, Luca y yo nos despedimos también de Ava. Kidman nos invitó, así que... ¡Sorpresa!

El tono cantarín con el que dice eso último me extraña, quizás la cerveza casi vacía que tiene en su mano tenga algo que ver. Algo que me hace pensar que Marcos no es buen bebedor.

Kiiiiidmaaaan –dice Luca en cuanto nos sentamos a su lado–, ¡quiero otra más!

–Pídela, mientras pagues está bien.

El chico se levantan sonriente y se dirige a la barra, Marcos se gira hacia nuestro evaluador, algo enfadado.

–Ya es la quiiiinta que se toooma, ¿cómoooo es que no le afecta? Es muuuuy injuuuuuuusto

El pelinegro y yo sonreímos, quizás ver a un Marcos borracho sea algo por lo que merezca la pena pagar.

Aproximadamente media hora después, soy el único sobrio. Marcos no ha resistido su segunda cerveza y está embobado mirando hacia Luca, el cual he decidido que cantar encima de la mesa sin camisa era la mejor idea del mundo.

Kidman, el cual esperaba que soportase el alcohol, tampoco está mucho mejor pero, por lo menos, conserva toda su ropa puesta.

–Disculpa, pelirrojo –dice el camarero acercándose a nuestra mesa–. No creo que sea bueno que vuelvan a casa en ese estado... Hay habitaciones arriba, Kidman y yo somos viejos amigos así que, si quieren subir...

Le doy las gracias y en seguida obligo a los tres estúpidos que me acompañan a subir las escaleras. Meto a Luca y Marcos en una habitación, antes de que salga, ambos están dormidos en la cama.

En la habitación de en frente, Kidman ya se ha acomodado pero, al contrario que los otros dos chicos, no se duerme en seguida.

–Cariño –dice con voz melosa mirando hacia el techo–, ¿me ayudas a quitarme la ropa?

Me hace gracia que arrastre las palabras pero, por lo menos, es más fácil de entender que mis amigos.

Le ayudo con la camiseta y los pantalones pero, a pesar de sus insistencias, me niego a dejarle sin calzoncillos.

–¡Ahora tú! –grita eufórico.

Intento negarme pero, borracho o no, el pelinegro tiene un poder de persuasión increíble.

–Ahora ven conmigo a la... a la... ¡A la cama!

Apenas me he acomodado, Kidman salta a mi cuello. Me besa de forma desesperada y yo le correspondo a pesar de que el aliento le apeste un nueve con tres a alcohol. Recorre mi espalda con una mano y usa la otra para acercarme más a él.

–Pelirrojo –murmura, sin despegar nuestros labios–, te quiero un diez con mil.

Sus palabras hacen que me tensen pero, al fin y al cabo, no debo tomarme en serio lo que dice, está borracho. Continúo con el beso y siento como mi evaluador empuja mi pecho hasta que se posiciona encima de mí en la cama. Separa nuestros labios y me mira.

–Arlen... ¿Tú cuánto me quieres?

Mis mejillas se tornan de un color rojo mientras observo sus ojos negros. Seguramente mañana no sé acuerde, ¿por qué no contestar?

–Yo te quiero un... ¿Kidman?

El pelinegro duerme sobre mi regazo, quizás era mucho pedir que aguantase un poco más. Al fin y al cabo, estaba muy borracho.

Notita~.

Ayer tenía que subir pero se me hizo tarde así que subo hoy... Sorry.

¿Qué os pareció el capítulo?

¿Qué esperáis que pase?

Este ha sido un poco con relleno pero creedme, croe que el próximo no os defraudará; tengo una idea...

En fin, gracias por leer, jeje.

Os quiere, y ama leer vuestros comentarios.

–Tells.

¿Cuánto me quieres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora