Mi madre.
Con todo el ajetreo de los últimos días, apenas había pensado en ella y, a decir verdad, eso me hace sentir un cinco con siete de culpabilidad. Es decir, ella y yo siempre hemos sido muy unidos... ¿Y si piensa que no la echo de menos?
–¿Está todo bien, Pelirrojo? –pregunta Kidman con un gesto de preocupación dibujado en su cara– Es que te has puesto pálido... Bueno, más de lo normal, ya me entiendes.
Su comentario me saca una sonrisa; quizás, para recuperarme de todas las novedades con las que vino acompañado el campamento, solo necesite unas cuantas tonterías por parte de mi evaluador.
–¿Tienes alguna libreta ahí? –pregunto señalando la mochila que ha dejado en el suelo en cuanto nos sentamos.
–Si, ¿por qué lo preguntas?
–Por nada... ¿Y lápiz? +añado, después de una pausa– ¿También tienes uno ahí?
–Pues claro –me confirma con una sonrisa orgullosa–, siempre llevo material de dibujo encima... ¿A qué vienen estas preguntas, Arlen?
La expresión alegre de Kidman se torna en una preocupada, ¿qué mierdas de nueve con ocho estarán pasando por su cabeza ahora mismo?
–A nada –respondo–, es solo que quiero ver como dibujas de nuevo.
Le sonrío y, aunque quizás no se crea ni una palabra de lo que he dicho, me devuelve el gesto. ¿Acaso miento tan mal? Creía que era un experto de ocho con tres.
El pelinegro saca un bloc de dibujo, un lápiz y una goma muy gastada de la mochila y, acto seguido, los coloca en su regazo.
Pasa los dibujos rápidamente hasta llegar a una página en blanco. Aunque lo haya hecho rápidamente, no ha sido capaz de evitar que yo vea alguno de los dibujos. En más de uno he visto diseños de todos los del grupo de apoyo y, para mí sorpresa, creo que mi madre aparecía en uno de ellos.
Por algún motivo que no logro entender, es algo que me conmueve un siete con nueve.
–¿Y quieres que haga algo en particular o solo improviso?
Al decir esto, Kidman hace que me preocupe. Si contesto muy rápido, puede que se dé cuenta de mis intenciones pero, si tardo mucho en responder, es posible que decida dibujar algo diferente a lo que yo tengo pensado.
–¿Sabes que sería gracioso? –digo improvisando– Que dibujases a Luca y Marcos dentro de... No sé, ¿quince años?
La idea para el extrañarle, como mínimo, un nueve con cuatro pero, para mí suerte, no hace preguntas y acepta mi propuesta.
Veo a mi evaluador trazar líneas que, en un principio, no tienen significado alguno para mí. Poco a poco los trazos del inicio se transforman en uno de los chicos: Luca.
–Oh, está genial, ¡de un nueve con seis incluso! –exclamo, tratando de no sonar demasiado impacientes– Ahora a Marcos.
–Buf, que pereza me da –dice con una expresión rara en su rostro–, ¿por qué no lo dejamos para otra?
Le miro mal y, tras dedicarme una sonrisa que hace que mi corazón se acelere, tras varios segundos de esa mirada intensa vuelve a concentrarse en el dibujo.
Suspiro, no se ha dado cuenta de nada y, por suerte, tampoco parece sospechar algo.
–¡Terminé! –dice el pelinegro de repente, sacándome de mis pensamientos.
Me enseña el rostro de los dos chicos dibujados en papel. Al no tener colores, los ojos de Luca los ha pintado blancos para simular el color azul brillante y, a pesar de haber añadido algunas arrugas, no ha hecho ningún cambio.
–Has dejado a Luca igual –dije sonriendo, pero sin atreverme a mirar al chico que había dibujado al lado.
–Ya, lo sé, pero no creo que cambie mucho nunca. Es Luca, ¿no?
Dicho esto se ríe como si lo que hubiese dicho fuera lo más gracioso del mundo y me pasa el bloc. Respiro hondo y, tras esperar unos segundos, me decido a mirar el retrato de mi medio hermano.
Tampoco ha hecho cambios muy significantes en Marcos pero, en cuanto pasó unos segundos observando el retrato, la ira empieza a consumirme.
Ese hombre de nuevo, todo en él me asqueaba, y lo sigue haciendo aún ahora, tantos años después. El recuerdo de lo mal que mamá lo pasó los años siguientes a que nos abandonara, las burlas que sufrí por no tener padre y, por encima de todo, el hecho de que mamá le siga queriendo.
Seguramente, eso es lo que más me desagrade de ese hombre. Que, a pesar de contar con innumerables amantes, mi madre le ama como el primer día.
–¡Ey, ey! ¡Para, Arlen, te harás daño!
El grito del pelinegro me desorienta y, al mismo tiempo, me devuelve a la realidad. Aparto la mirada del dibujo para poder centrarme en sus ojos color café.
Su mira, que demuestra un terror de nueve con cinco y una preocupación quizás mayor me sorprenden. ¿Qué ha pasado mientras yo estaba absorto en mi mundo?
–Arlen... Pelirrojo –dice, con una voz suave y calmada que no es propia de el–. Suelta el bloc con cuidado, no te hagas daño.
–¿Daño? ¿Se puede saber de qué hablas?
–¡Arlen, tus manos! –el grito de Kidman molesta a los escasos pasajeros que se habían subido al bus, por lo que baja la voz– ¿No te habías dado cuenta?
Miré mis manos, que sujetaban el bloc, y fue ahí cuando me di cuenta.
–¡Oh, mierda! ¡Te lo he puesto perdido de sangre! Lo siento, yo... Te compraré otro bloc, lo prometo.
–¿Acaso eres estúpido? –su tono cortante hizo que me concentrara en su mirada– El bloc no me importa, me importas tu.
No lo pude evitar, una lágrima resbaló por mi mejilla al tiempo que yo me lanzaba a los brazos de mi evaluador.
–Odio que seas tan cursi –protesté.
–Sería cualquier cosa con tal de estar contigo.
Una sonrisa tonta se formó en mi labios al tiempo que el pelinegro murmuraba las palabras a mi oído. Quizás no fuésemos muy cariñosos, pero está claro que nos queremos.
–Pelirrojo... –susurra a los pocos minutos– ¿No es tu teléfono el que está sonando?
Me despego de su abrazo y compruebo el dispositivo, me quedo en blanco cuando leo el nombre. Ha llegado la hora de afrontar toda la verdad. Pulso el icono verde y respondo a la llamada.
–¿Mamá?
Notita:
Hola caris, Tells informando.
Empiezo las clases mañana, lo cual quiere decir... ¡Rutina!
¿Y eso es bueno? Os preguntareis, pues si, porque al tener un horario me organizaré mejor y subiré mínimo un capítulo a la semana.
¡Hip, hip, hurra!
Por cierto, muchas gracias por leer hasta aquí, sé que he estado muy desconectada y... Bueno, siento que os debo mil a todos. <3
Comentemos el capítulo:
¿Creéis que el odio de Arlen hacia su padre es justificado?
¿Os ha parecido Kidman muy cursi?
Os voy a ser sincera, a mi si, supongo que tendrá que molestar más a nuestro pelirrojo para equilibrarlo todo.
¿Alguien más extraña a Tomás?
Yo si, pero creo que ya tengo una nueva aparición para el (y para Crista, la madre de Arlen, que la tengo abandonada).
¿Será bueno o malo lo que Crista le tiene que decir a su hijo?
¿Alguien más desea que vuelvan los capítulos semanales?
Os quiere mucho y ama leer vuestros comentarios.
Tells.
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¿Cuánto me quieres?
Teen FictionArlen, a sus diecisiete años, cree que todo en su vida es perfecto y está bien, eso es gracias a los números. Exacto, las cifras siempre le han ayudado... si no hablamos del amor, claro está. Él piensa que, como todo en su vida, puedes querer a alg...