Mi móvil vibra en el bolsillo derecho de mi pantalón. Aviso a mi madre, preguntándole si ahora está bien responder a la llamada. Responde afirmativamente, yo contesto sin ver qué nombre aparece escrito en la pantalla. Las viejas costumbres no desaparecen.
–¿Hola?
–Arlen, soy yo –dice mi mejor amigo–, estoy con Aremi, no me ha sido posible contactar a Irene. ¿Exactamente, en dónde estás?
–¿Has sido capaz de llegar hasta la nave sin perderte? He de admitir que me sorprende un seis con ocho.
–No seas tonto, usé la aplicación.
Es cierto, nunca he sido capaz de recordar que la tengo. “La aplicación”, pues así la llamamos ya que no sabemos su verdadero nombre, nos permite tenernos localizados. Aunque yo nunca le he dado mucho uso, tanto mi madre como Adrián insistieron en que sería bueno tenerla. Quizás, no lo descarto, pensasen que me pierdo con facilidad.
–Arlen, amor, tenemos prisa. Solo mándale tu ubicación.
Mi madre me sorprende. ¿Cómo sabe de qué hablamos? Hay un cinco con seis de posibilidades de que sea porque tengo el sonido del teléfono demasiado alto. El otro cuatro con cuatro de posibilidades está en que sean sus “poderes de madre”.
Me despido de mi mejor amigo y sigo las instrucciones de mi madre. En menos de un minuto, volvemos a estar en marcha.
Tras unos cinco minutos, mamá se detiene frente a una puerta de madera. Se gira y, en cuanto me detengo yo también, me abraza.
–No te pasará nada malo, cariño –me susurra, sin despegarse de mi en ningún momento–. Tomás no es un mal chico.
–Tampoco lo era él, pero mira cómo terminó.
Mi madre se tensa ante mis palabras y es ahí cuando me doy cuenta de que me he pasado. Si me pongo en su situación, lo entiendo. Aunque me engañase, yo no podría odiar a Kidman; tampoco sé si le llegaría a perdonar algún día.
–Perdón –le susurro y noto que la tensión la abandona ligeramente–, me he pasado.
–No, tienes razón –responde, separándose de mi–. Es hora de afrontar y superar el pasado. Ahí es a donde él pertenece.
Mi madre me sonríe a pesar de que varias lágrimas le caen por las mejillas. Yo imito su gesto y, al igual que ella, noto el sabor salado de las lágrimas en mi boca.
–Es hora de cruzar esa puerta, ya no habrá vuelta atrás, Arlen. ¿Lo entiendes, verdad?
Asiento.
–Entonces, amor, ¿estás listo?
–Sí, mamá, pero solo si estás conmigo.
Ambos volvemos a sonreír, cogidos de las manos, y atravesamos el marco de la puerta.
• • •
Kidman.
Está tal y como la recordaba. Una sala muy iluminada pero llena de polvo. Un escritorio viejo justo en el centro y, al fondo, una puerta que da al baño. Sentado en una silla negra, está Tomás.
Miro hacia el chico que me acompaña, que ni siquiera se ha dignado a fijarse en el peliazul que tenemos delante. Sus ojos buscan a alguien con desesperación: Luca.
–¿Dónde está, Tomás?
El tono mordaz de Marcos me recuerda a mi adolescencia. Esos años en los que me creía el rey del mundo y, también, en los que lo perdí todo. De ese tiempo, solo extraño a mi hermana pequeña.
–Marcos, Gerrit, bienvenidos –responde Tomás ignorando al chico.
Un escalofrío recorre mi espalda, mi nombre. Hacía tanto que no lo escuchaba. Pensar en el todavía me produce dolor de cabeza. Por ese nombre me llamaron al darme la orden de retirada. Si no hubiese obedecido, quizás mi hermana estuviese viva, o la madre de Marcos, o el odioso padre de Arlen.
–¿Y Luca? –repite el castaño con un tono que da a entender que, sino obtiene respuesta, se lanzará sobre el.
Antes de contestar se escucha el sonido que se produce al tirar de la cadena de un váter. Segundo después, Luca atraviesa la puerta que mencioné antes.
–¿Chicos? ¿Qué hacéis aquí?
Su tono es diferente a lo usual, mucho más pausado y frío, como si fuese otra persona la que habla. En sus ojos tampoco veo el brillo que tienen usualmente, seguramente sea una de sus fases de bipolaridad. Por lo menos, no está deprimido.
–Luca –le llama Marcos como si de un niño pequeño se tratase–, soy yo, ¿te acuerdas? –el de los ojos azules asiente, recobrando el brillo de su mirada– Muy bien, ven.
Mientras el moreno trata de sacar a su chico del trance, yo me encargo con mi primo. Me acerco a el y, aunque había sido con la idea de darle un puñetazo, termino abrazándole.
–Te odio –me dice–. Te fuiste sin mi de Australia y te llevaste a Aremi. Ni un número de teléfono, ni una dirección... Nada, tuve que buscaros desde cero.
Se le escapa un sollozo y yo le abrazo más fuerte. Es cierto que nuestra relación no ha sido la mejor y, mucho menos, la más normal. Pero somos familia y le quiero, mi hermana también le quiere y, en el fondo, Marcos no puede odiarle tanto.
Escucho como se abre una puerta. No es la del baño, sino otra que apenas usamos nunca. Mi pelirrojo, junto a su madre, irrumpe en la sala.
Me ve abrazado al peliazul y me temo la peor. Él no dice nada, solo me sonríe con amor y ahí me doy cuenta de que lo entiende. Quizás se lo tenga que explicar en unos minutos pero, ahora, no me presionará.
Crista, lejos de preocuparse por mi, corre a abrazar a Marcos. El moreno, una vez habido calmado a Luca, se había sentado en el suelo junto a el. La pelirroja le da un beso sonoro en la mejilla y el chico sonríe de verdad.
Miro de nuevo a mi novio y noto algo que no había visto nunca antes en el: celos. Quizás a Arlen le vaya a costar más de la cuenta acostumbrarse a compartir el amor de su madre, pero eso es lo que pasa cuando tienes hermanos.
Un golpe sordo desvía mi atención de nuevo hacia la puerta. Mi hermana, seguida de el estúpido mejor amigo de Arlen, hace su aparición.
–¡Vinimos a salvarte Luca! –grita emocionada, sin fijarse en la escena que acaba de interrumpir.
–Oh –dice, en cuando se da cuenta de que todo, o casi, está ya arreglado–. Bueno, supongo que... ¡Tomás!
Corre hacia nosotros y se une al abrazo. Quiero pensar que todo está bien, pero ahora le debo explicaciones a mi chico... Esta vez, se las daré todas.
Nota.
Boom, el nombre de Kidman es Gerrit. Flipad. No es muy bonito, peor tiene su encanto.
Aquí preguntas y teorías. Venga, comentad alguna, que me encanta leerlas.
En serio, comenta.
Lamento deciros que estamos llegando al final de la historia, a no ser... Nah, en verdad si está a puntito de terminarse. :'(
Pero tengo una muy buena noticia y es que *redoble de tambores*...
¡¡¡Estoy trabajando en una nueva historia!!!
El mismo día que suba el último capítulo de esta historia, subiré un enlace al primer capítulo de la nueva que, dejadme deciros, me gusta un montón y que está mejor escrita que esta (porque, admitámoslo, está podría ser mucho mejor).
Y bueno, eso es todo por hoy.
Os quiere, y adora leer vuestros comentarios.
–Tells.
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¿Cuánto me quieres?
Teen FictionArlen, a sus diecisiete años, cree que todo en su vida es perfecto y está bien, eso es gracias a los números. Exacto, las cifras siempre le han ayudado... si no hablamos del amor, claro está. Él piensa que, como todo en su vida, puedes querer a alg...