–Hola cariño –dice y, al escuchar su voz, me doy cuenta de cuánto la echaba de menos–, hace mucho que no hablamos, ¿cierto?
–Si...
–Estaba esperando que llamases –me interrumpe, pero no capto rencor en su voz–, no pude esperar más así que decidí telefonear yo, ¿te pillo muy ocupado?
–No, ahora me viene bien –digo, contento un nueve con seis de que no esté enfadada–. Últimamente he tenido muchos exámenes –miento–, por eso no pude llamar.
–Oh, lo suponía, espero que no bajen las notas, ¿de acuerdo?
Asiento aunque ella no pueda verme, me sabe mal mentirle pero, ¿acaso tengo otra opción? No puedo decirle que estoy en un autobús a solas con mi novio, sería raro.
–¿Y qué tal las cosas con Kidman? –pregunta, leyéndome el pensamiento– ¿Estáis muy acaramelados?
–Mamá... Sabes que no soy muy cariñoso, es imposible que estemos así.
–Bien, bien, lo entiendo. ¿Pero ya os habéis dicho «te quiero»?
–Mamá, por favor.
Ella se ríe y, acto seguido, me pide perdón. Sabe que no puedo decirle a alguien que le quiero ni nada por el estilo. Me ha pasado siempre, mi evaluador no es una excepción... Al menos de momento.
–Arlen, hay una cosa que debo decirte.
Las palabras de mi madre hacen que me ponga alerta. La charla que estábamos teniendo me había distraído del tema principal: las deudas por las que ella trabajaba tanto.
–Dime –contesto, a pesar de que no quiero saber nada.
–Me quedaré aquí un par de días más.
–¿Qué? ¿Por qué? ¡Ni siquiera sé dónde es “aquí”! –grito alterado– No me puedes hacer esto.
–Arlen, cariño, de verdad que te quiero pero esto no está en mis manos. He conocido a un chico joven, me ha ofrecido un buen puesto de trabajo si me quedo una semana más... Podría librarme de todas las deudas de tu padre.
Sé que lo hace por mi bien, que me quiere y, que por si ella fuera, estaría a mi lado ahora mismo. Pero la vida no es tan sencilla y, aunque quiero protestar, eso solo haría las cosas más difíciles para ella.
–Está bien –acepto, a pesar de que quiera decir lo contrario–, solo no le llames así.
–¿Qué quieres decir?
–A ese hombre –digo tras unos segundos de silencio–, no vuelvas a decir que es mi padre.
Me despido de ella y corto la llamada. Podría haber sido mucho peor, al final solo tendrá que estar una semana más... Donde quiera que sea y, después, podrá volver. Si, definitivamente podría haber sido mucho peor.
–¿Y bien? –pregunta el pelinegro con una atisbo de curiosidad brillando en sus ojos– ¿Qué ha dicho?
–Tendrá que pasar una semana más allí... Pero luego volverá, no es para tanto.
Le sonrío con suficiencia, como si la cosa no fuera conmigo y, a pesar de que sé que no me cree, el pelinegro no hace más comentarios al respecto.
–Coge tus cosas –dice de pronto–, nuestra parada es la siguiente.
Estamos en un barrio que no reconozco pero mi evaluador parece muy seguro de lo que acaba de decir. ¿No se suponía que íbamos a mi casa? Ambos cogemos nuestras respectivas mochilas y, en cuanto el autobús se detiene, bajamos.
–Por aquí –indica Kidman, señalando un edificio viejo–, sígueme.
–¿Qué hacemos aquí?
–Oh, es mi casa, tengo que coger ropa limpia si voy a pasar más de una semana contigo, ¿no crees?
El chico me sonríe de manera inocente y, al parecer, yo soy el único desviado de ocho con tres. Claro que necesita ropa, ¿para qué sí no me traería a su casa?
Abre el portal y los dos subimos juntos por las escaleras. Menos mal que vive en un primero, no podría aguantar un piso más.
–¡Bienvenido! –dice en cuanto abre la puerta– Siéntate por donde veas mientras preparo mi maleta.
Él avanza por el pasillo y me deja solo en un salón bastante viejo y lleno de libros y cuadros. Paso la vista por la estancia, no es que sea muy lujoso pero, al menos, está limpio.
–Oh, ¿y tú quien eres?
Me giro hacia el lugar de donde proviene la voz. Una chica alta y de rizos negros me mira sorprendida. Sus ojos hacen que me detenga a observarlos. El derecho verde, el izquierdo marrón, ambos muy bonitos.
–Soy Arlen –digo finalmente– el... Amigo de los Kidman.
–Encantada –dice, estrechándome una mano–, soy Carolina. Compañera de piso de Aremi, novia de su hermano.
No soy capaz de decir nada, Carolina me mira con curiosidad, como si no acabase de decirme que el pelinegro me es infiel.
–Oh, hola Caro –dice mi evaluador al entrar en el salón–. Veo que ya conoces a Arlen, mi novio.
–Lo identifiqué nada más verle –exclama sonriendo–, ya me has hablado mucho acerca de el... Tranquilo, querido, te mentí. Nunca saldría con este de aquí –me dice, señalando a Kidman.
Sonrío, aún con el corazón latiendo me a cien, y me acomodo más en el sofá. El pelinegro se vuelve a marchar, dejándonos solos a Carolina y a mi.
–Lamento haberte asustado –me dice ella mientras se sienta a mi lado–, es solo que me aburre vivir sola y... En fin, era la oportunidad perfecta para reírme un poco.
Quiero enfadarme pero no soy capaz, sus ojos bicolores me miran divertidos, restándome a que le grite.
–Por cierto... Arlen –dice la chica–. No sé qué es lo que les has hecho a esos hermanos, pero gracias. Él está menos gruñón últimamente... Y Aremi parece más feliz.
Dicho esto me otorga una sonrisa sincera que, en conjunto con sus ojos, la hacen ver preciosa. Solo espero que Kidman no se de cuenta nunca... O que las pelinegras no sean su tipo.
–¡Nos vamos, Pelirrojo! –grita mi... Novio en cuanto vuelve a aparecer en el salón, con una mochila en la espalda– Tenemos una cita.
–¿Ah?
–Pues claro, en cuanto deje esto en tu casa, vamos a ir a un bar que solía frecuentar cuando llegué a aquí, venga.
No sé si fue el brillo de los ojos de mi evaluador o la sonrisa maliciosa que se dibujó en los labios de Carolina al escucharle pero, sin lugar a dudas, no creo que sea buena idea hacerle caso a Kidman.
Notita:
Hola, me volví a retrasar pero es porque quiero empezar a subir los martes por lo que esperé unos días más... Perdonadme.
Ahora, comentemos el capítulo:
–¿Echáis de menos la aparición de algún personaje?
–¿Cómo os imaginabais la casa de los Kidman?
–¿Os asusté con lo de Carolina?
–¿Qué pensáis de ella?
–¿Tenéis alguna idea de a donde llevará Kidman a Arlen...?
Todo estoy y mucho más en el siguiente capítulo.
Os quiere y adora leeros.
-Tells.
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¿Cuánto me quieres?
Novela JuvenilArlen, a sus diecisiete años, cree que todo en su vida es perfecto y está bien, eso es gracias a los números. Exacto, las cifras siempre le han ayudado... si no hablamos del amor, claro está. Él piensa que, como todo en su vida, puedes querer a alg...