Capítulo 35

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Noto algo encima de mí, intento moverme pero me es imposible. Un quejido suena en cuanto intento apartar aquello que me impide moverme. Hay alguien en mi cama.

–Pelirrojo... –se queja Kidman, apartándose de mi– Me duele la cabeza, ¿me traes agua?

Me río de mi evaluador. A pesar de todo el alboroto que montaron ayer, tanto él como mis amigos, no me acordaba de dónde estaba.

–No, levántate tu a por ella –respondo, con una sonrisa de autosuficiencia dibujada en la cara–. Es lo que pasa cuando eres un mal bebedor.

El pelinegro me bufa pero, aún así, se levanta. Se dirige hacia el baño y yo me obligo a bajar la mirada. A la luz del día, es vergonzoso del nueve con siete que esté en calzoncillos.

Mientras Kidman hace lo posible por mitigar su resaca, yo me visto con la ropa del día anterior. Está arrugada, pero eso no es culpa mía.

Me siento de nuevo en la cama y reviso mi teléfono. Tiene la mitad de su batería, no hace falta que lo cargue.

–¿Vamos a desayunar o les despertamos? –pregunta mi evaluador mientras se pone los pantalones.

Unos golpes en la puerta evitan que conteste.

–¡Arlen! ¡Kidman! ¡Abridme, joder!

Al escuchar esa voz me paralizo, no es que no la reconozca, es solo que nunca antes había escuchado gritar a Marcos.

Mientras me pongo la camiseta avanzó hasta la puerta y abro, silenciando así los gritos de mi medio hermano.

Me sorprendo cuando se lanza a mi cuello y, de manera de nueve con ocho imprevista, me abraza.

La situación sería cómica, sino fuese porque está llorando.

–Ey, Marcos, tranquilo –dice Kidman acercándose con cuidado–. Dinos, ¿qué ha pasado?

–Luca no está –susurra aún con su cara enterrada en mi hombro. A pesar de la diferencia de altura, él parece más bajito que yo ahora.

–¿Cómo que no está? –pregunta el pelinegro, sin comprender ni un tres con uno lo que pasa, al igual que yo.

–Me he levantado y no había nadie –dice entre sollozos–. He probado a llamarle, pero no me coge el teléfono... ¿Y si se ha vuelto a ir?

Esa última pregunta me desconcierta un ocho con siete. “¿Y si se ha vuelto a ir?”, ¿acaso esto ya ha pasado antes?

Sin darme tiempo a buscar una repuesta que tranquilice a mi medio hermano, Kidman le pone una mano en el hombro a Marcos. Es un gesto cariñoso, casi fraternal.

–El bar de abajo está siempre vigilado –le dice con un tono suave que no le había escuchado nunca–, preguntemos.

Marcos mira hacia el, dejando por fin la seguridad que le otorgaba mi hombro, y asiente.

–Si, por favor.

En sus ojos veo desesperación y algo más que, por mucho que intento, soy incapaz de descifrar. Tampoco me había dado cuenta, pero no se ha vestido. Solo lleva los pantalones, está sin peinar y tampoco lleva zapatos.

–¿No te pondrás siquiera una camiseta? –digo, intentado no sonar muy brusco– Hace frío fuera.

–Si, tienes razón, hermano. Gracias... Pero yo solo quiero encontrar a Luca.

A pesar de no querer perder más tiempo, Marcos pasa por su habitación y se pone la camiseta de ayer. No sé calza, pero tampoco es que vaya a insistir en que se ponga también los zapatos.

En cuanto bajamos al primer piso, Kidman le habla a un camarero distinto al de la noche anterior. Como el chico habla tan bajo, solo soy quien de escuchar a mi evaluador.

–...si, de ojos azules y pelo marrón claro... No sabemos la hora, pero más tarde de las tres, seguro... Bien, muchas gracias... Si, adiós.

–¿Y bien? –pregunta Marco mientras mete su camiseta por dentro de los pantalones– ¿Saben dónde está?

–Dice que sobre las seis se marchó, estaba vestido, lo cual es bueno... Pero no sabe a dónde fue, no le preguntó.

–No puede haber ido muy lejos –se convence mi hermano–. Si su resaca es tan mala como la mía, le duele demasiado la cabeza como para andar mucho. Además, vinimos en autobús y su tarjeta la tengo yo...

–Ey –le interrumpo–, no te preocupes, le encontraremos.

El chico me dirige una sonrisa sincera, pero no es capaz de ocultar la preocupación en su voz.

Los tres salimos del local en el cual dormimos la noche anterior, sin saber muy bien por donde empezar. El pelinegro se acerca a su moto, pero dirige su atención hacia nosotros.

–Tengo una idea –dice–. Iré con la moto hacia la izquierda y, vosotros, andando hacia la derecha. La carretera termina a unos diez quilómetros. Seguramente no haya llegado tan lejos.

–¿Y qué hay después de la carretera? –pregunta Marcos, desconfiando.

–No sé, nunca he llegado hasta allí.

Dicho esto se coloca el casco y sale disparado en sentido contrario a nosotros. Espero que encuentre a Luca, no quiero que nada malo le pase.

–Deberías calzarte –le digo al chico que tengo al lado, el cual ya ha empezado a caminar hacia donde nuestro evaluador indicó–. Te harás un daño de siete con cuatro en los pies si...

–Arlen –me interrumpe–, déjalo, solo quiero encontrarle.

Me acerco a el y, en silencio, avanzamos siguiendo la carretera. Reviso el reloj del teléfono en varias ocasiones. Después de media hora seguimos sin noticias de Luca. Kidman no ha llamado, lo que significa que el tampoco sabe nada del joven de ojos claros.

–Llamemos de nuevo –propongo–, quizás ahora sí coja el teléfono.

Marcos telefonea rápidamente a nuestro amigo, sin dejar de avanzar. Después de varios segundos, despega el dispositivo de su oreja.

–No me coge –dice tenso–, llama tú.

Veo estúpido eso, si no le ha cogido a el, no me cogerá a mi. De todos modos, prefiero no llevarle la contraria al chico ahora mismo.

Marco el número de Luca y espero. Al quinto pitido escucho que responden la llamada.

–¡Luca! –grito en cuanto oigo una respiración al otro lado de la línea– ¿Dónde te has metido...?

–Oye –me interrumpe–, Zanahoria. ¿Te apetece jugar?

–Tomás, ¿qué haces con el teléfono de Luca?

Notita:

Uuuuh, esto se pone tenso, jeje. ¿Qué os ha parecido? ¿Os lo esperabáis? Espero que no, je.

¿A alguien más le da penita Marcos?

¿Por dónde andará Kidman?

¿Qué tramará Tomás?

Os diré la verdad, no tenía pensado hacer eso de lo de Tomás... supongo que la inspiración viene y va, jeje.

¿Alguien más hecha de menos al trío de plata (Irene, Aremi y Adrián? Yo sí, pero ahora mismo los tengo preparándose para otras cosas...

En fin, hoy os haré una pregunta, que hace mucho que no hago ninguna.

¿Por qué habéis decidido seguir la historia hasta aquí? ¿Qué es lo que más os gusta de ella?

Os quiere, y ama leer vuestros comentarios.

–Tells.

Este capítulo he decidido dedicárselo a Dawlitt por un comentario que escribió en mi tablón y que me hizo sonreír más ese día.

(A todas esas personitas que me comentan a diario y no les he dedicado una capítulo que sepan que no lo hago por mal, yo les amo a todos. Es solo que llevaba un día malo y lo que escribió me ayudó mucho... Es mi manera de compensarlo)

¿Cuánto me quieres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora