Capítulo 29

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–Espera, ¿qué? Eso no puede ser posible.

–¿Por qué no, Zanahoria?

Los ojos grises de Tomás me miran desafiantes, esperando a que yo encuentre un motivo por el que él y Kidman no puedan ser familia.

–¡Es un nueve con siete imposible! –vuelvo a gritar– ¡Tú y Kidman no os parecéis en nada!

Una sonrisa burlona aparece en el rostro de peliazul, ¿acaso me está tomando el pelo?

–Tú no te pareces a todos tus familiares –dice, como si conociera toda mi vida–, créeme.

–Mi única familia es mi madre –le espeto, enfadado un siete con seis–, ella y yo somos idénticos, para tu información.

–Yo no hablaba de tu madre –dice en un susurro, sin embargo, yo le escucho–. El caso, Kidman y yo somos familiares.

–¡Pero habéis estado juntos de... ese modo! –respondo, seguramente colorado un ocho con tres– Kidman no haría... Bueno, no haría incesto.

–Tu evaluador tampoco mataría a nadie, ¿verdad?

Le lanzo una mirada de odio al joven que tengo en frente y el, seguramente por molestarme, hace lo mismo. He de admitir que sus ojos grises son más de un ocho con siete de intimidantes.

–Hablas como si le conocieras muy bien –dice Tomás de repente como si no estuviésemos matándonos con la mirada–. Pero ni siquiera sabes cómo se llama.

Quiero gritarle que se equivoca, que yo conozco perfectamente al pelinegro... Pero no puedo. La verdad es que apenas se un tres con uno sobre la vida de Kidman.

–Sabía que no me podrías rebatir eso, Zanahoria. Ahora vamos, tu "novio" debe de estar buscándote.

El peliazul comenzó a caminar y, odiándome a mi mismo por ello, le sigo. Aunque desee darle un puñetazo ahora mismo, no sé volver al campamento.

Durante el camino le doy vueltas a lo que dijo mientras discutíamos; ¿acaso tengo un hermano perdido? No, eso es imposible, lo más probable es que Tomás me estuviera tomando el pelo.

O que conozca a tu padre.

Ese pensamiento me cruza la cabeza y hace que me detenga. ¿Es posible? Bueno, no creo que haya un cinco con dos de posibilidades de que sea así, pero por probar...

–Oye –digo, llamando la atención del chico que me está guiando–, ¿qué sabes de mi padre?

La pregunta sorprende a Tomás que, a pesar de no detenerse, es incapaz de ocultar su asombro durante unos segundos. Los suficientes para darme cuenta de que sus ojos grises no solo expresan odio.

–No tengo que decirte nada, Zanahoria.

–Oh, vamos, ¿no crees que sería lo mejor? Si me das respuestas, yo no haré preguntas.

El chico parece meditarlo durante varios segundos hasta que, finalmente, se detiene.

–Siéntate –me ordena.

–¿En el suelo?

–A no ser que tengas una puta silla plegable, no veo otra opción –espetó, notoriamente enfadado.

Yo obedecí al chico, no por temor a lo que me hiciese, si no más bien por la curiosidad que me embargaba. ¿Acaso tendría, por fin, posibilidades de saber algo más de mi padre?

–Él os abandonó a ti y a tu madre cuando eras muy pequeño –empezó, más para el que para mí–. Tu madre no intentó contactar con el... Y tampoco tu padre se esforzó para volver.

–Eso, por si no te has dado cuenta, ya lo sabía –le interrumpo, un siete con seis molesto.

–Si, ya lo sé. Ahora calla, Zanahoria –respondió sonriendo–. Se marchó lejos y se volvió a casar. Mientras vivía con vosotros, y cuando tú apenas tenías un año, ya esperaba otro hijo con su mujer. Dos niños en dos años, y a los dos los abandonó –el peliazul soltó una risa amarga–. Desde luego, no puede decirse que es el padre del año.

Yo bufé, la actitud de este chico es demasiado para mi. Aún así no volví a interrumpir, resulta que si tengo un hermano perdido.

–Tu medio hermano conoció a vuestro padre cuando pensaba que no tenía uno... Pero no duró mucho, el bastardo se marchó de nuevo dejando al niño y a la madre solos de nuevo.

Yo sabía que mi padre era horrible, no necesitaba que Tomás me lo recordaba pero, a medida que avanzaba en su relato, más odio se acumulaba en mi interior. No solo había destrozado a mi madre, si no que también la había engañado y tenido otro hijo... Al que, como a mí, también defraudó.

–Pero volvió –dijo el peliazul de repente.

–¿Cómo que volvió? Yo nunca le volví a ver...

–No a por ti, estúpido, a por el otro niño –la amargura de su voz se me clavó como un puñal–. Vio en el algo que no había visto en ti, y decidió quedarse con el... Aunque no de forma favorable para su madre.

–¿Qué quieres decir con eso?

–Cuando el niño cumplió doce años, creo, le obligó a asistir a una formación militar para niños en la que él trabajaba. El pequeño no volvió a ser el mismo.

–¡Eso es horrible!

–Si, y peor fue cuando la madre de este murió. Tu medio hermano se quedó destrozado.

El odio hacia mi padre... No, hacia el hombre que abandonó a mamá creció en mi interior de nuevo. Yo pensaba que me había jodido la infancia pero, al menos, una vez se había marchado no regresó.

No puedo decir lo mismo del chico que, a pesar de no conocer, se ha ganado un hueco en mi corazón solo por aguantar a ese gilipollas.

–Y... ¿Sabes dónde está mi medio hermano? –pregunto, en parte pensando que todo lo que me ha dicho Tomás puede ser mentira.

–Si, y tú también lo sabes –respondió de forma escueta–. Solo piensa un poco, Zanahoria. ¿No te suena la historia de tu medio hermano?

El peliazul se dió la vuelta y empezó a caminar de nuevo, como si no acabara de revelarme que tengo un medio hermano... El cual ha tenido que soportar al hombre que tanto he odiado siempre.

Y, de pronto, justo en cuanto veo la verja que nos separa del campamento, me doy cuenta.

Mi hermano, es Marcos.

Notita:

Hola, esta vez tardé algo menos y, si no fuera porque se me borró el capítulo y un borrador en el que llevo trabajando varios meses, lo hubiese subido antes.

El caso, es hora de comentar el capítulo:

¿Quién se lo esperaba?

¿Habrá mentido Tomás?

¿Cuál será la verdadera relación de Kidman y el peliazul?

¿Es en verdad Marcos el hermano de Arlen?

¿Por qué Tomás sabía todo esto?

En fin, esto es todo por hoy.

Nos leemos pronto.

–Tells.

¿Cuánto me quieres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora