Exactamente me tomó unas cuatro horas largas abandonar la comodidad de mi cama, mis ojos seguían entrecerrados al recién haberme despertado también.
Dormir era una de las mejores cosas en el día o noche, cuando el cansancio estaba en su máximo punto.
Me forcé a ver mejor la hora que marcaba el reloj pequeño sobre la mesa de noche notando que eran las seis y media de la tarde, tendría que volverme nuevamente flash para poder llegar a tiempo.
Con pasos perezosos entré al armario sacando un vestido rojo en tonalidad vino, tenía un poco de encaje y era ajustado, por lo que le lanzaba rosas a mi mejor amiga por ese día que me obligó a comprarlo, era perfecto para cualquier ocasión.
Su elegancia, sensualidad, detalles, un toque casual.
No era de usar tantos vestidos, pero de todas formas tendría que aprender a hacerlo poco a poco, pues no siempre podría usar mis jeans o así. Consiguiendo unos tacones negros de aguja sonreí divertida.
¿Qué si tenía miedo a usar algo "atrevido"?
Claramente, pero nada perdía con seguir mi instinto y salir de mi zona de comfort.
Por último agarre mi chaqueta de cuero del mismo tono que los zapatos, aprovechando la falda del mismo vestido al no ser larga y buscar joyas.
[...]
Observándome en el espejo con el albornoz empecé a retomar los últimos toques de mi maquillaje, al no ser muy fan de este mismo opté por delinear mis ojos, un poco de rímel en las pestañas y por último un labial del mismo tono que mi vestido, cuando por fin mis ojos se destacaron más me coloqué lo que había escogido.
Estaba tan concentrada halagando mi reflejo en el espejo que apenas y le di atención a quién sea que entró a mi habitación, subiendo el cierre del vestido salí del baño buscando a la persona que había entrado sin avisar.
—Sigo sin creer que esa belleza seas tú.
Mi sonrisa se borra al ver a Cristian parado al lado de la puerta con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir a la medida.
—¿Qué estás haciendo en Mi habitación? —enfaticé el "mi" cruzándome de brazos sin intimidarme ante su azulada mirada.
—Apreciando lo que una vez tuve, eso hago. —murmuró con voz ronca carraspeando para mirarme a los ojos.— no, preciosa, no me mires así.
—¿Por qué no mejor te retiras y me dejas en paz?
—¿Dejarte en paz?, claro que lo hago, pero no puedo retirarme. —él se acercó un poco sin romper el límite de espacio. — sólo venía a verte, tenía años sin saber qué había pasado contigo, además me enteré de lo que pasó con...
—¡¿Quién te lo dijo?!
—Fui yo, quién lo golpeó después de que te mandaron al internado.
—Estás mintiendo.
—No, no lo hago, me conoces desde que usabas pañales, Emily, sabes cómo soy y reacciono a las situaciones. Sea o no un idiota siempre me he preocupado por ti.
—Vete.
—Emily...
—¡Vete Cristian! —grité sintiendo todos esos sentimientos revolverse en mi interior, pero aún así no se lo demostré y él obedeció no sin antes regalarme una sonrisa pequeña cerrando la puerta detrás de él.
Con la respiración volviendo a la realidad me centré en relajarme, lo necesitaba, quería esos recuerdos fuera de mi mente, conté hasta cinco y fingí arreglar la correa de los tacones cuando la puerta se volvió a abrir.
—Mi niña disculpa por no tocar la puerta, pero no te vi salir en toda la tarde y te traje una bandeja de brownies. —dijo y yo sonreí olvidando todo lo anterior, en sus manos estaba la bandeja con ese delicioso postre.— pensé que estabas durmiendo así que venía a traértelos.—me aviso y la abracé después de que coloco la bandeja sobre mi escritorio, la calidez que me transmitió, me hizo soltar lo que mi mente se esforzaba en sujetar.
Era afortunada por conocer a alguien como mi nana Martha.
—Gracias nana, pero tranquila, estaba bien, ahorita más bien iba a salir. —le expliqué separándome de ella suavemente sonriéndole.— Gracias por los brownies, en verdad los amo con mi vida. —confesé con una risa la cual ella me siguió para sonreír después.
—Pues en ese caso, tendrás más brownies seguido. ¡Quedaste hermosa mi niña! —después de asegurarme la delicia de chocolate, me halagó aplaudiendo con una sonrisa amplia y alegre.—Aunque te falta algo.— fruncí el ceño mientras la miraba curiosa.
¿Qué me hace falta?, ella se acercó a mí y soltó la coleta que me había hecho anteriormente, me senté en mi peinadora sin ver el reloj y ella rápidamente me hizo un peinado no muy elaborado pero sí destacó mis hondas naturales.
Ella tenía que ser mágica.
—Wow... —me quedé sin habla, trague rápidamente reaccionando y procedí a hablar.— muchas gracias, nana. —murmure mientas me miraba en el espejo sonriente a más no poder.
—No hay de que, mi niña. —respondió ella con su mirada cálida al igual que su voz y la ternura que estás mezclaban.
Martha, mi nana, tenía cierto parecido con mi madre, no lo dudaba ahora, cuando salió de mi habitación me dijo que estaría preparando la cena con papá, pues le hacía falta pulirse en sus platillos en vez de pasta en mil sabores.
Riéndome por su comentario, tomé el pequeño bolso con lo necesario bajando las escaleras cuidadosamente, Ethan estaba en el recibidor hablando de unos contratos que debían revisar ya arreglado para salir.
Creo que no había sido la única con esa idea.
—¿Y tú para donde vas, hermana? —me miró apenas escuchó el ruido que mis tacones producían, con una sonrisa divertida me enderecé sin mirar al rubio que lo acompañaba.
—A un club, uno de mis amigos me invito. —respondí y su mirada se volvió fría, creo que no le agrado mi respuesta, momento Collins en acción.
—¡¿A dónde es qué vas vestida así?! —pregunto haciendo que quisiera reír, mi hermano era más que sobreprotector, para él siempre tendría diez u once años.—ve a cambiarte ahora mismo.
Lejos de sentirme ofendida me lo tomaba con gracia, pues era un caso que no me afectaba en nada.
No me imagino sí algún día me llegaba a encontrar en una situación un poco comprometedora.
Creo que el mismo infierno se quedaría pequeño al lado de mi hermano, alías el loco sobreprotector.
—No seas aguafiestas, hermano mayor.—él negó manteniendo su expresión seria y yo rodé los ojos pero suspiré.—iré contigo, igual.
*********
Ethan es un caso, punto.
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Te Prohibo Enamorarte
Diversos- Sabes que no puedes evitarlo, ¿verdad? - Seguiré amándote. - Pero yo no. - Es imposible controlarlo, nena. - Nunca. - Nunca digas nunca... -murmura, acercándose peligrosamente. Emily dejó de creer en el amor hace tiempo. Las decepciones de su pasa...