°4°

2.8K 160 29
                                    

Antes de salir de las oficinas Bernasconi me despedí de Mildret con el cuidado de que ella no me viera hervir la sangre, mis manos estaban cerradas en puño por la ira que me causó Agustín y su amiguita secretaría. Llegué al estacionamiento con el fin de encontrar mi auto e irme inmediatamente, pero eso fue interrumpido al notar como un brazo me giraba bruscamente, llevándome a encontrarme con sus bellos ojos.

- ¿Puedes escucharme por favor? -Me habló con su respiración agitada, por lo que supe que había venido corriendo.

- Interrumpí tu junta, creo que deberías volver. -Dije rodando los ojos y trate de seguir caminando pero Agustín fue más rápido y me tomó de la cintura para encararlo. - Sueltame Agustín.

- No Carolina, estás exagerando.

- ¿Perdón? Pero es que quería cumplir lo que tu me dijiste por llamada, pero sí, perdón por haber sido una "escandalosa"... -Dije haciendo un ademán con mis manos en las comillas.- Pero tampoco era que llegará gritando a tu junta como una loca, ¡pude entrar sin hacer un mínimo escándalo del que tú secretaría hizo! -Le hablé furiosa mientras me separaba de su agarre.

- Caro, esa junta es importante, esa junta es la que...

- ¿Entonces que haces aquí? -Le interrumpí. El silencio hizo acto de presencia entre nosotros, esperaba que Agustín dijera algo pero él sólo esquivaba mi mirada.

- No quiero que discutamos, sólo, ve a casa. -Habló luego de unos eternos minutos. Sentí nublar mi vista, cerre mis ojos y los apreté fuertemente para evitar llorar. Solté un suspiro que no sabía que estaba reteniendo. - Mi amor...

- Agustín, los empresario estan apunto de irse si no subes ahora mismo. -La voz de Carla nos hizo girar a verla, di un resoplido y crucé mis brazos en el pecho.

- Solo unos minutos mas, Carla, diles que...

- No. -Volví a interrumpirle ganado su mirada en mí. - No quiero seguir hablando contigo. -Me di la media vuelta y seguí caminando hasta el auto. Podía sentir el nudo en mi garganta queriendo hacer presencia pero no lo dejé.

Partí a mi casa, los mellizos se quedarían con Claudia hoy y simplemente no podia llegar ahí con la sensacion que me estaba afixiando. Llegué a casa y Martha estaba terminando de limpiar la cocina.

- Caro, ¿sucedió algo? -Habló apenas llegué hasta donde ella estaba.

- No, solo estoy algo estresada. Voy a dormir un rato, creo que lo necesito. -Sonreí tristemente y ella me abrazó.

- No siempre tienes que hacerte la fuerte, linda. -Y esa fue la gota que colmo el vaso. Mis lágrimas aparecieron y es así como mi frustración, ira y tristeza se pudieron finalmente desahogar. Se alejó de mí y con sus pulgares limpió las lágrimas que estaban recorriendo mi mejilla. - Cuéntamelo, ¿quieres?

Asentí levemente y nos sentamos en los sillones de la sala. Le platiqué todo lo que había sucedido mientras algunas lágrimas seguían apareciendo.

- Debió de estar algo frustrado pequeña, tranquila. - Tomó mi mano y le dio un apretón.- Te traeré un té de manzanilla, esperame aquí.

Me sentía un tanto cansada, entonces mis ojos se fueron cerrando poco a poco, haciendome desaparecer de la realidad por un largo tiempo.

(...)

- Caro... ven, vamos a llevarte a la habitación. -La dulce voz de Agustín hizo que abriera poco a poco mis ojos. -Vamos. -Tenía una sonrisa iradiable, esa que tanto me encantaba. Le di una sonrisa algo adormilada mientras sentía sus brazos tomando mi cintura y la otra debajo de mis rodillas para luego llevarme hasta nuestra cama.

Mi Gran Tentación • Aguslina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora