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Cuando patinaba sobre hielo sentía que volaba.
Era duro, pero cada caída lo valía.
Entrenaba todos los días a excepción del domingo.
–¡____! ¡Ya es hora de ir a casa!
Gritó mi entrenador, Luciano, desde un costado de la pista.
Le hice una mueca y me dirigí de mala gana a la salida.
–Pero hoy es viernes...
–Llevas 5 horas aquí.
–Okay...
Suspiré y fui a cambiarme. Cuando salí le sonreí avergonzada a mi padre quien ya me esperaba.
–No puedo creer que mañana salga de viaje y prefieras estar en la pista que conmigo.
Sonó su nariz como si fuera a llorar.
Mi padre siempre había sido muy sobre protector, tenía 17 y me trataba como si tuviera 10.
–Lo siento papá, no puedo evitarlo.
Nos montamos al auto camino a casa.
Como a la mitad del trayecto sentí su mirada pegada en mi nuca, oh no.
–Cariño, me preocupa tu vida social.
Lo miré escandalizada.
–¿Por qué?
Pregunté secamente.
–Creo que lo mejor será ingresarte a la escuela. La educación en casa te ha hecho muy capaz pero me preocupa el hecho de que nunca has traído a nadie casa, solo hablas con tu entrenador y con nosotros. Eres hija única y...
Le lancé mi mirada más incrédula y le interrumpí.
–Papá, pero la educación en casa también me da tiempo para patinar...
–De todas maneras, me parece que te lo hemos dejado todo muy fácil. Si de verdad amas el patinaje tienes que esforzarte más por él. Mañana mismo me pongo en busca de una escuela.
–¡Pero empezaron clases hace una semana!
–Creí que te gustaban los retos.
Me miró alzando una ceja. Enfurruñada empecé a ver por la ventana. Él ya sabía que había obtenido lo que quería. A veces odiaba que me conociera tanto.

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–¡No puedo creer que ni siquiera me hayas dejado escoger la escuela!
Exclamé mal humorada. Mi padre se rió por lo bajo.
–No es como que hubieran muchas opciones de todas formas. Habían solo dos privadas con cupos y escogí la mejor.
Gruñí frustrada mientras observaba el uniforme. Estoy segura de que mi padre pagó de más en la escuela que él quería y eso es todo.
Decidí que el resto del día iría a patinar. Me sentía avergonzada. ¿Quién demonios entraba a la escuela un miércoles de la segunda semana?

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Decidí hacer este fanfic por el hecho de que la mayoría de fanfics de Midorima o son gay, o están incompletos, pausados y olvidados. (No que tenga algo en contra de lo gay, de hecho me encanta) pero Midorima es mi hombre. Quiero decir, Aomine me encanta, pero Midorima me enloquece. No inicié con él porque no sabía que trama darle pero ahora tengo la bombilla encendida. Llevaré este fanfic hasta el final, lo prometo💕

Cuando te tengo a mi lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora