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–¡Eres muy ruidoso!
Exclamé divertida, Takao carcajeo como siempre lo hacía (exageradamente), y Midorima miró a todos lados avergonzado.
–¡Yo no soy el ruidoso aquí!
Takao y yo reímos como nunca. Maldición, que divertido era molestarlo.
–Pero bueno, pasando a otros temas...
Takao se limpió las lágrimas provocadas por la risa y me vio extrañado.
–Tienes que hacer algo para arreglar la situación con Rena.
–¿Están discutiendo, de nuevo?
Preguntó Midorima, incrédulo.
–Yo no tengo porque arreglar las cosas. Ella es la que debería pedirme disculpas.
–Que discusión tan infantil.
Espetó Midorima y me molesté de golpe.
–A mi no me parece infantil. ¡Rena está haciéndome las cosas difíciles! es verdad que no puedo estar todo el tiempo, pero he estado y... no es por ofenderlos pero los del equipo de baloncesto no han ayudado en absolutamente nada, y a ella no parece importarle mucho. Mi deporte también requiere de horas de entrenamiento físico y mental, todo debe ser perfecto, y aunque los maestros y los demás compañeros están de acuerdo con que Tonya y yo salgamos antes, ella no, y me está colocando más trabajo, y no es justo, y que se muera esa idiota.
Midorima no dijo nada.
–Ahg, no entiendo porque siempre tengo que discutir contigo todo lo que me ocurre.
–Yo no tengo nada que ver contigo, así que tampoco entiendo porque tienes que venir a fastidiar con tus estupideces.
Sentí una punzada de dolor en el pecho ¿Para qué me preguntaba que me pasaba si en realidad no quería saber nada? Los demás chicos del equipo entraron. Al verme se sorprendieron, bueno, al verme hablando con Midorima. Takao no dijo nada, o más bien no pudo. ¿Cómo podíamos hablar tan normal un momento y al otro simplemente no?
No sabía que cara ponerle. Abrí la boca para decirle que era un idiota y otro montón de insultos que se me ocurrieron pero no pude decir nada. Me eché hacia atrás dos pasos y luego me giré del todo. Corrí fuera de allí. Lejos de este nuevo sentimiento que no me dejaba en paz.
Sonó el timbre de salida y volví al salón de clase. Tonya, unas chicas que se ofrecieron para ayudar y yo terminamos los trajes. Nos tomó toda la tarde. Rena no estuvo cerca para molestar.
Al día siguiente llegamos temprano para organizar los trajes de manera que fuera fácil para todos encontrar los suyos. Me puse mi traje, las chicas que lo hicieron creyeron que se vería más real si lo hacían como una kimono, con una que otra mancha de sangre. También se ofrecieron a hacer mi cabello y a ponerme un poco de maquillaje.
–¿Se supone que das miedo?
Preguntó Tonya entrando al salón. Le sonreí de medio lado, me sentía decaída.
–¿Me falta algo?
–Es que te ves hermosa.
Me sonrojé un poco y me miré en el espejo por segunda vez en el día. Me habían maquillado delicadamente pero lo habían hecho muy bien.
–¿Verdad que si?
Dijo Sana-Chan, una de las chicas que me arregló.
–Nos pareció injusto que solo el traje de Rena sea hermoso, además, seguro que esto traerá personas a vernos.
Me acomodé el moño y Sana se quedó viéndome fijamente, con una expresión sospechosa.
–¿Pasa algo?
Pregunté desconcertada.
–Así no va el kimono.
Lo acomodó así:

–Okay, ahora se ve demasiado sexy

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–Okay, ahora se ve demasiado sexy.
Me sonrojé hasta las orejas y golpee a Tonya en el brazo.
–Tienes que dejarlo así, si no las chicas y yo nos sentiremos ofendidas.
Me abracé avergonzada, aunque bueno, al menos así no iba a tener tanto calor.
–Ahora espera aquí hasta que te digamos, ¿está bien?
Asentí extrañada, dando vueltas de un lado a otro en el baño.
–___-Chan, ¡tomémonos una selfie!
Exclamó Tonya animada. Tonya era la reina de los selfies, así era conocida en todo el mundo. Perdí la cuenta de todos los selfies que nos tomamos y cuando ya estaba apunto de botar su celular por la ventana entró Sana.
–Es momento de brillar cariño.
Las seguí de mala gana por los pasillos hacia el salón de clase. Sentía miradas en mi espalda y eso estaba fastidiándome un poco, pero traté de no reflejarlo del todo en mi cara. Entraron al salón y me detuve cuando estuve a punto de chocar con la espalda de Tonya. Levanté la mirada cuando se hicieron a un lado dejándome pasar.
La clase entera me repasaba de pies a cabeza con los ojos como platos. Se hizo un incómodo silencio por lo que decidí saludar.
–Mm... buenos días...
Por alguna razón me avergoncé demasiado.al ver que no respondieron me sonrojé.
–¿Pasa algo?
Pregunté nerviosa. Tonya y Sana carcajearon hasta que no pudieron más.
–Se supone que eres La Niña del aro y ese traje no va para nada con el tema.
Soltó Rena, fulminándome con la mirada.
–Bueno... yo no veo problema a que el traje sea de esta manera... es más, estoy seguro de que va a atraer a muchas personas a vernos.
Dijo nervioso Kou, un chico del equipo de voleibol.
–¡Eso mismo pensé yo!
Exclamó Sana. Los demás de la clase estuvieron de acuerdo con mi traje, sin quejas, lo que me alivió un poco, pero claro, Rena no estaba contenta. De todas formas decidí ignorarla. Los del equipo de Baloncesto no se vieron por ningún lado en toda la mañana.
Después de receso salí a repartir volantes como me lo habían ordenado. Me sentía en las nubes, pero no en el buen sentido de la palabra. Si estuviera patinando hoy, seguro que no le daría a ningún salto. Fruncí el ceño.
–¿Segura que tú clase es la casa del miedo?
Preguntó otro chico apenas recibió el volante. Le regale un sonrisa forzada, tratando de que se viese lo menos forzada posible, afirmando su pregunta. Por alguna razón extraña decidí mirar la entrada al patio interno de la que venia ingresando Takao. Sonreí e agité mi mano una vez en señal de saludo, el hizo lo mismo, pero lento, como si no reconociera a quien saludaba de vuelta. Detrás de él... Midorima. Fruncí levemente el ceño, ignorando su presencia... y seguí haciendo mi tarea.

Cuando te tengo a mi lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora