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–Quiero que tengamos una cita.

Resopló ___ recostada en su pupitre, aburrida y mirando por la ventana. Midorima la vio de reojo y prosiguió leyendo el texto y contestando preguntas. (Debido a que el club de baloncesto le quitaba mucho de su tiempo tanto entre semana como los fines de semana, adelantaba sus deberes en descansos y huecos entre clases).

–Tengo un partido el sábado en la tarde, ven conmigo.

Dijo serio y sin inmutarse, aunque por dentro estaba demasiado avergonzado. ____ sonrió y se recostó en el pupitre viéndolo, ella sabía que a él le incomodaba que se quedara viéndolo tan fijamente y trataba de disimularlo arreglando sus lentes. Era algo que sabía desde antes de que salieran. El teléfono de Midorima sonó, lo contestó y alarmado casi botó el celular lejos de su oreja.

–¡MIDORIN!

Alcanzó a escuchar ___, que una chica gritaba emocionada del otro lado de la línea, luego solo escuchaba murmuros, la voz de un hombre y Midorima y sus típicas monosílabas.

–Sí.
–...
–No, voy a estar ocupado.
–...
–No lo haré, Momoi.
–...
–No me interesa.

Y colgó. Debido a que lo vió demasiado serio, y que consideró que colgó de una manera demasiado grosera, se puso de pie y casi rozando su nariz con la de él decidió molestarlo.

–¿Por qué tan serio? ¿"Midorin"?

___ acentuó el Midorin. Aunque lo consideraba gracioso, le molestaba de alguna manera que una chica le tuviera un apodo con tanta confianza. Midorima se sonrojó de pies a cabeza, pero no la obligó a echarse para atrás.

–¿Quién era, bebé?

"¡Suficiente!" Pensó Midoroma, la tomó de los hombros y la alejó.

–¡No te me pegues de esa manera!

___ se zafó y frunció el ceño, ahora con evidencia de que se sentía celosa. Midorima se quedó viéndola con precaución.

–Claro, como no soy esa tal Momoi...

Susurró ___ por lo bajo. Midorima se quedó viéndola escandalizado. Frunció el ceño, miró a todos lados, solo vió a Sana con Tonya y otra chica en una esquina, así que la tomó del brazo y a grandes zancadas salió del salón de clases, subió hasta el piso de depósitos y se metió a un salón haciendo que chocara con la pared. Una de sus manos mantenía aprisionado sus brazos contra la pared y con la otra se pellizcó el tabique, frustrado.

–¿Eres idiota? ¿Por qué demonios siempre tienes que hablar estupideces? Eres tan impulsiva... primero eres adorable, luego demasiado atrevida y luego te enojas y luego cuando te ofendes, te pones triste. ¡No puedo manejar todas esas emociones a la vez porque no las entiendo!

Suspiró frustrado y la vio a los ojos unos segundos, siguió hablando:

–Momoi es la manager de mi antiguo equipo de baloncesto. Me llama de esa manera, pero en ningún momento se lo permití, solo lo hace porque me considera su amigo y es de esa manera con todos mis ex compañeros. No hubo, no hay, no habrá nada entre los dos. Así que déjate de putadas como esas.

____ se encogió. Desde que la había chocado contra la pared se había hecho sumisa total. Estaba sonrojada de pies a cabeza y tenia la respiración acelerada, había olvidado la última vez que se había sentido así. Midorima en los ojos de ella y de cualquier otra chica que hubiera presenciado eso, se veía más que varonil. Y... ___ no podía disimular las ganas que tenía de besarlo. Pero, eso no lo iba a hacer. Se había abalanzado en todo lo demás, pero si él quería un beso, que se lo diera.
No era que a Midorima no le hubiera pasado eso por la cabeza, pero como para todo lo demás con ella, no sabía en qué momento actuar. Midorima se percató luego de unos minutos de como hubo un cambio drástico en la actitud de ___, se le veía avergonzada, pero estaba pacífica. Demasiado quieta, demasiado callada. Midorima se rió por lo bajo, la soltó y dios dos pasos atrás.

–¿Entendido?

Le dijo risueño. ____ asintió despacio mirándolo a los ojos, todavía sonrojada. Midorima hacia todo lo que estaba en su poder para no reírse.

–Vamos.

____ le extendió la mano y Midorima la tomó mirando hacia otro lado. Podía detener la carcajada, pero no la sonrisa de idiota. Al menos ya sabía que hacer en caso de que ___ se pusiera demasiado fastidiosa. ____ le hizo un puchero con el ceño fruncido. ¿Cuánto tiempo podía durar roja?

–¿De qué te ríes imbécil?

Midorima le dio un beso en la frente con una sonrisa en el rostro. •¡Maldita sea!• pensó él.
La jaló escaleras abajo y al dar el giro hacia el salón de clases, se chocó con Rena. Verla le disgustó, pero no fue suficiente para quitarle la sonrisa de la cara. Prosiguió sin dejar su buena vibra atrás.
Rena vio a ___ sonrojada y tapándose un poco la cara con la mano libre. Midorima con una amplia sonrisa de satisfacción en el rostro y tomados de las manos. ¿Qué demonios pasó arriba?
Se quedó viendo las escaleras, recordando una y otra vez esa expresión en Midorima. Algo en su interior se movió, lo que la hizo sonrojarse. De la rabia, de la vergüenza.
¿Desde cuando él podía sonreír de esa manera?

Cuando te tengo a mi lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora