Capítulo 26

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Wade

— ¿Dónde está Elvisa? — pregunté entrando a la cocina. Sabía que era una tontería volver a cambiarle el nombre, pero eso la hacía rabiar. Y eso me gustaba. Una gran desilusión me invadió al ver que ella no estaba. Me apoye en la isla y observé como Diane hablaba con Adam y Axel —. ¿La habéis visto?

— Pensábamos que estaba contigo — contestó Diane de vuelta. Me guiñó un ojo y Adam gruñó, molesto. No le gustaba la idea de que Elisabeth hubiera dormido conmigo, ni un pelo —.

Axel no me dirigió la palabra, y eso era muy raro en él. Movía el café que se había preparado una y otra vez, sin parar. Observaba la tostada con mermelada que se había hecho sin un mísero bocado.

Demasiado raro en él.

— Como se haya escapado por lo cabrón que eres, te cortaré el rabo — amenazó Adam después de tomarse el último buche de café que le quedaba —. ¿Alguno la habéis visto?

Axel levantó la mirada dispuesto a decir algo. Cuando su mirada chocó con la mía, este bajó la cabeza nervioso.

Algo había pasado.

— No intentes engañarme, Axel — solté mirándolo. Este me miró sin sentimientos alguno. Caminé hasta colocarme enfrente de él con la isla separándonos. Me crucé de brazos y lo examiné. Axel jamás me había mentido o ocultado algo, ni si quiera los días que follaba o los que no —. Suéltalo.

— La pille esta mañana saliendo de tu habitación — reconoció entre dientes. Mis músculos se tensaron al escucharlo, mi corazón comenzó a bombardear con más fuerza, poniéndome nervioso —. Estará en su habitación descansando  — se encogió de hombros y bajó su mirada de nuevo a la taza. Al ver que lo observaba sin decirle nada, volvió a levantar la mirada y me encaro —. Tenía mala cara — añadió —.

Quería cogerle de los hombros y decirle que dejara de mentirme, pero me era imposible. Jamás perdía los nervios con los que consideraba que eran mis hermanos.

Había buscado a Elizabeth por toda la maldita casa, y no la había encontrado por ninguna parte.

No estaba en la habitación donde ella dormía, ni tampoco en el gimnasio y mucho menos en los baños.

— Dime donde está —exigí golpeando la isla. Diane pegó un pequeño salto mientras que Adam, seguía comiendo como si nada —. Sabes donde está y no me lo quieres decir —escupí despacio. Este me miró y junto sus labios, nervioso. —. No me toques los cojones, Axel —avisé—

Se bajó del taburete donde había estado desayunando y se puso enfrente mía, enfrentándome.

No era la primera vez que esto ocurría. Éramos personas con distintos puntos de vista aunque si algo teníamos en común eran las chicas con las que nos acostabamos. Teníamos el mismo gusto y el mismo trato con ellas: follar y para tu casa hasta que te vuelva a llamar.

En cambio, Adam y Seth eran totalmente diferente a nosotros dos. Ellos solían salir con alguna que otra chica sin compromiso, pero no cambiaban de chica cada día como hacíamos Axel y yo.

— Le abrí la puerta que da al jardín — dijo después de un rato. Sus ojos no se apartaban de los míos, eso quería decir que algo le había molestado —. La pobre chica necesitaba tomar u
n poco el aire, estaba algo pálida cuando la vi.

No entendía la razón por la que había abandonado la habitación. Tenía una espina clavada en mi corazón que me pedía a gritos verla despertarse a mi lado.

Pero sabía que eso era poco probable.

Cuando me levante en la mañana y no la vi a mi lado, me decepcioné. No con ella, si no conmigo mismo.

No había logrado que ella quisiera quedarse en la cama hasta que yo despertara y fuéramos juntos a desayunar.

No lo había logrado, y eso me dolía.

Cualquier otra chica hubiera dado muchísimas cosas por quedarse una noche entera en mi cama, a mi lado. Pero ella no, ella se había marchado.

— Iré a buscarla — dije saliendo por la puerta. No era muy usual en mi ir a buscar a una chica, pero con ella no podía evitarlo.

Cuando me sentí seguro de que nadie me observaba, comencé a correr hasta la puerta que daba al jardín.

Recordaba como si fuese ayer a mi abuelo corriendo detrás mía, intentado pillarme para tirarme de cabeza a la piscina.

Al final siempre acabábamos tirándonos los dos.

Me quedé de piedra cuando la vi tomando el sol en una de las hamacas que había obligado a comprar a mi padre.

Me acerque más y abrí mi boca sorprendido cuando me di cuenta de que no llevaba nada que le tapase los pechos.

Estaba tomando sol en mi jodido jardín con los pechos al aire.

— ¿Por qué estás así? — pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca de ella como para que me escuchara. Esta tenía los ojos cerrados y no los abrió cuando hablé, solo le tembló un poco el labio —.

Verla así me ponía bastante duro.

— Tomando el sol — contestó de vuelta —. ¿Es que no lo ves?

— Solo puedo mirar una cosa —confesé. — Miento, dos cosas.

— Eres un degenerado, Wade — suspiró poniendo su brazo derecho encima de sus ojos, tapándole el sol —.

— No es mi culpa que pongas cachondo a mi compañero — solté sin pensar. Al ver que me ignoró seguí hablando —. Esta deseando saludarte.

Me sorprendió ver que seguía tan tranquila, como si no le hubiera dicho nada. En cualquier otra ocasión, habría saltado de la hamaca para pegarme una colleja.

Pero no.

Seguía enseñando sus tetas, orgullosa de ellas mientras disfrutaba del sol.

— Podrías darle unos cuantos besos a mi compañero — intenté picarla, pero no había manera, me ignoraba. Crucé mis brazos enojado. Jamás me habían ignorado de esta manera. Rectifico, jamás me habían ignorado —. O también podrías darle un masaje..

— Si te crees que porque me haya acostado contigo significa que voy a estar a tu disposición día y noche, te equivocas — habló. Me acerqué un poco más a ella dispuesto a decirle algo, pero esta no me dejó —. Sin compromisos, ¿recuerdas?

WADE © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora