WADE © [TERMINADA]

Capítulo 27

Elizabeth

No le había sentado nada bien mi comentario. Después de que viniera a buscarme, se largó sin decir nada más.

Él mismo fue el que mencionó eso de hacerlo sin compromiso alguno, pues es lo que único que obtendría de mi parte.

Dejando todo eso de lado, Axel tenía razón. Wade no cambiaría, seguiría siendo como es. No importaba quién intentara salvarlo, él se tiraría al pozo una y otra vez.

Me sentía estúpida. Estúpida al haberme dejado llevar por mis emociones, por no controlarme.

Pero era demasiado tarde para arrepentirme.

Ya estaba hecho.

— Elizabeth, ¿carne o pescado? — preguntó Seth terminando de colocar los platos en la mesa —.

— Yo creo que a ella le va más la carne — dijo Adam mientras entraba en la cocina. Lo fulmine con la mirada y este me sacó la lengua, divertido —. Ponle una buena ración de salchichas, no vaya a ser que se quede insatisfecha.

— No sigas o...

— ¿O qué? ¿Qué me vas a hacer, Elizabeth? ¿Me vas a recordar como mi mejor amiga me traicionó al no decirme que su coño no estaba en un altar? — escupió dramatizando. Era tan normal en él, que Seth siguió repartiendo la comida en los platos como si nada —. Oh, espera. ¡No me lo digas! ¡Hiciste un trío! — abrió la boca sorprendido. Lo cierto es, que no le había dicho nada, pero él lo tomó como si fuera verdad —. ¡También te desvirgaron analmente!

El agua que Seth estaba bebiendo, salió de su boca disparada directamente mojando a Adam. Este gritó insultando a Seth, pero este no paraba de reír.

La escena era algo divertida: Adam estaba totalmente mojado mientras que a Seth le caían dos riachuelos de los orificios de la nariz.

Era asqueroso, pero a la vez gracioso.

— Deja de inventar gilipolleces, Adam — supliqué mientras me sentaba a su lado. Seth se agarró el estómago y siguió repartiendo carcajadas por toda la cocina —. ¿Dónde esta Diane? — pregunté posando mi codo en la mesa —.

— Estará en nuestra habitación cantando las canciones de mierda que escucha — gruñó Adam escondiéndose en sus propios brazos. Cuando Diane se ponía en modo fan era insoportable. Cantaba una y otra vez las canciones hasta que se te pegaban de tanto escucharlas —. Anoche con los auriculares estaba escuchando no se que pollas. Se los tuve que quitar cuando se durmió.

Cada vez que me quedaba en casa de Adam y de Diane a dormir, siempre pasaba lo mismo.

Yo no podía dormir con música de chunta chunta, ni con un rayo de luz. Adam siempre se acercaba de madrugada para quitarle la música y así poder dejarme dormir tranquila.

— Dormirá con auriculares para así no tener que escucharte roncar como un puto cerdo — escupió Axel a mis espaldas. Adam volteo su cabeza con el ceño fruncido, dispuesto a contestarle.

— Cállate — exigió Adam —. Sí no quieres que te meta una ostia que te cambie la fecha de nacimiento

Seth estalló a carcajadas una vez más, esta vez, haciéndome reír a mi también.

Axel le regaló una sonrisa ladeada y levanto su mano derecha en un puño. Se lo puso en la boca y sopló, como si estuviera inflando algo.

Sopló hasta que su dedo medio paró directamente en la cara de Adam.

— Infantil — atacó Adam fulminándolo con la mirada —.

— Cerdo — contraatacó Axel —.

— Ornitorrinco

— Ballena — Axel hizo el amago de seguir hablando —. ¿Ormi qué? ¿Qué coño es eso?

— Tu cara en mis huevos — soltó Adam sorprendiéndonos a todos.

Quién diría que se llevaban bien. Después de estar un rato riendo y metiéndonos con Adam, llegó la hora de comer.

No quería ver a Wade, ni tampoco compartir mesa con él. Se me hacía bastante duro tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos.

Decidí ponerme entre Adam y Axel con Diane enfrente mía. Wade iba a presidir la mesa, como siempre. Seth se sentó al lado de Diane y comenzaron a charlar bajo la mirada amenazante de Adam.

Se callaron cuando Wade entró en el comedor y se sentó. Seguí comiendo sin mirarle.

No podía.

— ¿Por qué este silencio tan incómodo? — preguntó Adam destrozando la carne que había en su plato —. Puta grasa — se quejó apartándola.—  Seth recuérdame la próxima vez que te mate antes de que vuelvas a pisar la cocina.

El aludido sonrió y le tiró una patata frita.

— Cómeme los huevos, Evans — escupió Seth con una sonrisa en su cara.

— Ya te los comes tu solo, amigo.

Siguieron peleando como dos niños pequeños por un juguete en una guardería.

Aveces observaba a Wade, pero un segundo. Apartaba la mirada cuando creía que se iba a dar cuenta.

Su mandíbula era hermosa. Los labios carnosos y su pelo alborotado.

Era tremendamente sexy.

— ¿No me vas a mirar? — los cubiertos que antes sujetaba Wade habían caído en picado hasta el plato, resonando un sonido que retumbó por el comedor. Seth y Adam que seguían peleando, callaron al segundo. Diane y Axel se encogieron de hombros y observaron a Wade detalladamente —. ¿No puedes ni mirarme? ¿Es eso?

Abrí mis ojos alarmada. Me lo estaba diciendo a mi. Volteé mi cabeza y mi mirada chocó con la suya.

Estaba enfadado. Se veía a simple vista.

— ¿Por qué tendría que mirarte? — pregunté haciéndome la tonta. Este me observó más serio aún —.

— Porque anoche te acostaste conmigo, por eso.

Abrí mi boca de la sorpresa. Escuché varias respiraciones contenerse, entre una de ellas estaba la de Adam.

Me quedé observando a Wade y este a mi. Lo quería matar.

No deberían haberlo sabido. No se deberían haber enterado y menos de esta manera.

Para mi sorpresa, Seth saltó de la silla y comenzó a hacer un baile bastante raro.

— ¡Ya estás dándome mis cincuenta pavos! — le gritó a Adam. Este se levantó de la silla y caminó hasta la puerta —. ¡Ey! ¿Dónde vas?

— A robar cincuenta pavos a una granja.

— ¡Dame mi dinero, anormal! —exigió Seth poniéndose enfrente suya —.

Nos quedamos petrificados. Wade se levantó de golpe de la mesa y yo igual.

Diane negó con al cabeza divertida mientras los observaba pelearse por un billete de cincuenta.

— ¿Habéis apostado si me acostaba con Wade? — pregunté con sorna.

— Adam apostó a que no serías capaz de follarte a Wade — explicó Seth —. Pero como si lo has hecho, este desgraciado me tiene que dar mi tan deseado dinero

— Ya te vale, Elizabeth — bufó sacando de su billetera un billete de cincuenta —. Tu no-desvirgo no me está saliendo barato.

Lo mataba.