Capítulo 30

25.8K 1.8K 77
                                    

Elizabeth

— ¿Qué ocurre? — preguntó Diane a mi espalda, acercándose a mi —

Adam y Wade se habían puesto a discutir después del vomito verbal de mi mejor amigo. Habían pasado dos días en los que no se habían dirigido la palabra. Y si cruzaban unas palabras, se ponían a pelear otra vez.

Wade defendía que Adam no era nadie para tomar decisiones por mi, y por esa parte tenía razón. Y Adam reiteraba que no iba a permitir que me hiciera daño, que no me lo merecía.

Harta de una de sus nuevas peleas, había decidido salir al jardín. Estaba chispeando, caían pequeñas gotas regando el césped bastante cuidado.

Me sentía agobiada. El no poder salir de la casa me estaba afectado. Echaba de menos ir al centro comercial a comprar cualquier gilipollez, echaba de menos el respirar el aire de la ciudad.

Echaba de menos la lluvia, mojándome.

Sonreí cuando la primera gota cayó en mi cara, dándome un poquito de libertad después de tanto tiempo.

— ¿Elizabeth? — Diane se puso enfrente mía, intentando llamar mi atención — Te estás mojando, entremos a la casa — pidió observando como mi pelo comenzaba a pegarse a mi cara — Te vas a resfriar.

— Me quedaré aquí un rato más — avisé alzando mi rostro al cielo lleno de nubes — Ve tú, no tardaré.

Diane se lo pensó dos veces. Me conocía, sabía que algo no estaba bien en mi.

Sabía cuánto extrañaba salir a la calle, sabía cuanto añoraba mi libertad.

En un momento me sentí como si estuviera de nuevo en el orfanato. Sin poder salir, detrás de la exigencia de una profesora gorda y antipática. Y odié eso por un momento.

Y después estaba Wade. Él y su sonrisa. Él y su carácter. Él y su enojo permanente. Él y sus ojos.

Me gustaba. Me gustaba muchísimo.

Pero no hacer nada por él. ¿Qué podía hacer? ¿Salvarlo de un pozo sin fondo?

Yo sigo cayendo. ¿Cómo salvar a alguien cuando no puedes salvarte a ti mismo?

Si pudiera lo haría. Estaba acostumbrada a dejarme en segundo plano. Estaba acostumbrada a ayudar a los demás sin importar si me dolía o no.

Pero esto era diferente. Yo no podía reemplazar al abuelo de Wade. No podía ayudarlo a salir cuando yo caía también.

Aveces me imaginaba a un niño corriendo por los pasillos en busca de una persona mayor para enseñarle el dibujo que había hecho en clase hoy. Lleno de alegría, esperando ansioso a que el adulto le dijera lo orgulloso que estaba de él. Un niño que solo pedía la aprobación de su abuelo, de la persona más importante para él.

Me sentí como Wade. Yo también buscaba eso de mis padres, quería que estuvieran orgullosos de mi. Intentaba imaginarnos en una barbacoa, o en un día familiar pero aveces me costaba recordar sus caras, y eso me dolía. Lo primero que olvidé de ellos, fue sus voces. Recuerdo que una de las noches en las que intentaba recordar a mi madre dándome las buenas noches, comencé a llorar porque había olvidado la delicada voz de mi madre.

Y me culpe por ello.

Me culpe por haber olvidado como me daba un beso de buenas noches y encendía la luz en mi habitación, dejando que animales corretearan por las paredes hasta quedarme dormida.

Mi padre en cambio, era muy querido por todos los vecinos. Tenía muchísimos amigos, y cada vez que salía a la calle con él, me decían maravillas de él.

— ¿Sabes lo que hizo tu padre? — me dijo ese hombre al que nunca había visto — Me encerró en una caseta donde guardaba los cacharros que no servían y me dijo que hasta que no me arrepintiera de mis actos, no me sacaría de allí — miró a mi padre, admirándolo una vez más — Tu padre me salvó la vida, pequeña. Y no solo a mi, si no a muchas personas — sonrió y hizo que me sintiera mucho más orgullosa de mi padre — Tiene un corazón que vale oro, y él ha hecho que tu corazón sea igual — mi padre le regaló una de sus sonrisas — Déjame decirte algo — se puso de cuclillas quedando a mi altura, y me miró — Tu padre no tiene amigos, tiene gente que le admira. Cuídalo, Elizabeth. Cuídalo porque es lo mejor que a pasado en muchas vidas. Tienes que estar orgullosa del padre que tienes.

Días después murió en un accidente.

Iban al supermercado a comprar y no volvieron.

Los perdí.

— ¿Elizabeth? — susurró. Abrí mis párpados y me encontré con los ojos de Wade, mirándome atentamente — ¿Qué te pasa? ¿Por qué no entras?

Agradecí al cielo de que estuviera lloviendo y que pudiera ocultar mis lágrimas.

Me quedé callada al no poder hablar. Si hablaba iba a romper a llorar y no quería la mirada de lástima de nadie.

No hay día en el que no eché de menos a mis padres. Al principio era todo demasiado duro, estaba con gente que apenas conocía y me decían una y otra vez que encontraría una nueva familia.

Pero yo no quería otra familia, quería la mía.

Mi ropa se pegaba a mi cuerpo, mi pelo estaba lleno de nudos y mojado. Pero no tenía fuerza para moverme de allí. Sentía que mi mundo se estaba tambaleando. Es lo que pasaba al recordar alguno de los últimos momentos que pasé junto a mis padres.

— ¿Qué te ocurre? — volvió a insistir Wade agarrándome de los hombros — respóndeme, Elizabeth. Me estás asustando.

Hasta él que se había sentido solo al perder a su abuelo, estaba mejor que yo.

Quería decirle tantas cosas que no sabía por cual empezar. Quería disculparme por no poder hacer nada por él, quería decirle que se merecía la atención de sus padres. Le repetiría una y otra vez lo orgulloso que tendría que estar su abuelo de él.

— Nada, no pasa nada — pasa todo, pasa que me gustas y me siento impotente al no poder ayudarte. Me siento una muñeca rota, a la que los niños dejan de lado por estar defectuosa. Me siento estúpida al no poder decirte nada por miedo a que caigas conmigo en este agujero de mierda. Me siento una egoísta al verte ahí, preocupándote por mi cuando yo no puedo hacer nada por ti — Vámonos, hace frío.

Wade asintió y pasó su mano por mi cintura, empujando de mi para ayudarme a caminar. Lo agradecí en silencio ya que había perdido toda la fuerza de mis piernas y el frío había congelado mis músculos.

Me fijé en que Wade también estaba bastante mojado, se había quedado ahí conmigo, pasando frío mientras yo observaba a la nada.

— Sabes que si te ocurre algo me lo puedes contar, ¿verdad? — dijo al cabo de un rato, cuando ya estábamos cerca de la puerta de entrada — Da igual que estemos peleados o que no correspondas a lo que siento por ti, yo siempre estaré para ti.

— Lo se Wade — murmuré con la voz rota. Lo quería. Lo quería muchísimo — Lo sé

Este capítulo era necesario. Y ya vieron lo mal que lo paso Elizabeth.
Yo tampoco es que este muy bien, siendo totalmente sincera. Sigo con problemas bastante graves para mí, y como pudieron ver el capítulo es algo triste.

Si quieren conocerme más o lo que sea, pueden preguntar que yo les responderé a todo (No pregunten si soy virgen o esas cochinadas, que nos conocemos)

O si prefieres unirte a mi familia, hablame por privado y te añadiré al grupo de WhatsApp!

Las quiero, de verdad.

WADE © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora