Miro hacia la cima de las escalera aterrada. La gran madre esta de pie, mirándome con furia. Tiemblo y retrocedo mientras ella desciende lentamente por los escalones. La mujer de la mesa ha dejado de gemir.
—te he hecho una pregunta —dice ella.
—yo... —titubeo —encontré la puerta puerta abierta. Escuche
—escuchaste —sonríe —. Pensé que tu eras sorda. Creí que eras muda. Imagine que te costaba tener ideas claras.
Choco contra la mesa. La mujer jadea a mi espalda, ella expele un olor extraño, algo ácido y podrido al mismo tiempo. Bajo la cabeza.
—lo lamento —murmuro —, no debí inmiscuirme.
—tenias curiosidad, querida —dice Gran Madre. Avanza hasta quedar a tan solo un metro de mi —. Nadie puede culparte por eso
—señora...
—sin embargo —interrumpe —, no es sano que los seres como tu aprendan sobre la curiosidad.
Alzo la vista, apoyo las manos en la mesa, tratando de suprimir cualquier rastro de miedo de mi rostro. Un escalofrío recorre mi espalda, ella se muestra complacida. Alza la mano y pasa uno de sus desfigurados dedos por mi rostro.
—creo que ya se como enseñarte a obedecer.
Algo me agarra con fuerza por la muñeca. Grito y salto hacia el lado. La mujer en la mesa ha abierto los ojos, su mano rodea mi muñeca con fuerza, con desesperación.
—ayúdame —dice. Sus ojos son dos pozos sin fondo, negros como canicas. Sin vida. Un alarido escapa de su garganta y me suelta.
Rodeo a la bruja madre, pero esta me agarra por el cuello. Estampando mi espalda contra la pared.
—Kalliope, oh, lo sabia —dice.
Le pateo la rodilla con fuerza. Ella cae hacia atrás, soltando mi garganta.
Doy la vuelta y corro por las escalera. El pasillo y la sala están vacíos, a la cocina llegan murmullos de risas. Ignoro todo aquello, abro la puerta de la cocina y salgo hacia el patio trasero, internándome en el bosque.
Corro con todas mis fuerza. Ella estará enfadada, ella me asesinara al fin. Si ella me mata, mi hermana se quedara sola y yo le habré fallado.
No oigo nada mas allá de mi propia respiración. Tropiezo, estirando las manos para evitar que mi cara se golpee contra el piso. Mis manos se raspan en el piso, los rasguños marcan mis palmas.
Ignoro el dolor e intento levantarme. Es ahí cuando me doy cuenta de otro dolor. Caigo al piso otra vez en medio de la desesperación. Con mi tobillo adolorido vuelvo a intentar levantarme, lograndolo con dificultad. Alzo la vista y me detengo.
Sus ojos completamente negros, su postura arrogante y amenazadora. Banyan me había hablado sobre esto, me ha contado las historias. He aprendido la diferencia entre el bien y el mal y lo que hay en el medio.
Lo que hay frente a mi, solo puede representar una cosa.
—Abbadon —murmuro. El demonio de la oscuridad, el terror de las sombras, la imagen de las pesadillas.
—que suerte la mía —dice, su voz es oscura y al mismo tiempo amable. Como la caricia suave de un tigre hambriento —, lo que necesitaba para pagar mi deuda.
Doy un torpe paso hacia atrás, temblando de miedo. Mentalmente me pregunto donde esta Banyan. Necesito a mi ángel guardían.
Abbadon sonríe, analizándome como su juguete nuevo. Hace ademan de caminar hacia mi. es el unico gesto que necesito para voltear y correr lo mas rápido que puedo. Por un momento, el dolor en mi tobillo desaparece suplantado por litros de adrenalina recorriendo mis venas.
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Hija de tormenta
FantasyAurora tiene una hermana, su gemela, aquella que según le han dicho quiere hacerle daño. Kalliope pasa de ser una joven huérfana a tener aquello que siempre ha anhelado y temido. Libertad. Pero pronto aprenderá que la libertad tiene un precio y debe...