Capítulo 4

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Una sala de estar y un comedor es lo que nos recibe al entrar en la casa. Las paredes de piedra y los muebles de madera pulida le dan al lugar un aspecto antiguo y cálido.

Sin embargo, ninguno de los puebles está completamente visible. Libros, papeles, bolas de cristal, jaulas de hierro y oro, baúles y cajas llenas de cosas. Por aquí y allá se distinguen botes de tinta y plumas de diversos tipos.

Dante nos guía entre el montón de libros y papales sueltos hasta la sala de estar. Tira los papeles de los sillones al piso y sonríe hacia mí.

—siéntense —dice —. Lamento el desorden. He tenido mucho trabajo últimamente.

—¿trabajas? —le pregunto mientras me siento en el sofá. Banyan se une a mi lado, pero no se sienta.

—por supuesto —exclama Dante —. La eternidad es... bueno, eterna.

—Dante —dice Banyan. Ambos volteamos a verlo —. Ha sido un largo viaje, Kalliope necesita comer y dormir

Sus palabras me traen todas aquellas molestias. Mis hombros están tensos y mi estómago ruge tan fuerte, que ambos hombres me observan divertidos. Me sonrojo.

Dante se levanta de un salto y corre hacia la cocina. Banyan toma mi mano y deposita algo pesado y frio en mi palma. La cierra en un puño la acerca mi corazón.

—ponte esto y procura no quitártelo —murmura —. Te protegerá de las brujas

—¿dónde vas? —le pregunto. Hago una pausa, dudando si hacer mi próxima pregunta —. ¿Dónde está Lucy?

—no puedo decirte de mi destino, pero si te prometo que no deje que nada te pase —murmura. Sonríe con ternura y pone un mechón de mi cabello detrás de mi oreja —. Ya te he contado quien soy y como llamarme ¿verdad? —asiento —. Estarás bien. Lucy te encontrara pronto.

Le doy una pequeña sonrisa. Dante vuelve a la sala con una bandeja de plata tapada. Banyan se pone de pie, pasa junto a Dante, intercambian unas palabras que no logro distinguir y se aleja hacia la salida. Dante me sonríe radiante.

—creo que será un día de hermanos —dice. Deja la bandeja en la pequeña mesa frente a mí- que esta milagrosamente despejada -y saca la tapa —. ¡a comer!

El olor a carne y verduras salteadas es lo primero que detecto y lo único que necesito para comenzar a comer.

Luego de cinco minutos de mi devorando cada miga del plato y de Dante mirándome entre curioso y divertido, la puerta se abre de nuevo.

Dejo de comer, volteo y trago. Un hombre del tamaño del niño, mira asombrado a su alrededor. Titubea un poco, paseando la mirada por todo el lugar hasta detenerse en Dante y en mí.

—¿Qué paso aquí? —pregunta despacio.

Dante se levanta.

—¡Godam! —exclama —. A que no sabes que paso. Una hermosa ninfa estuvo aquí. Dijo que quería hablar contigo

—¿una ninfa? —pregunta Godam —¿Qué ninfa?

—no lo sé —Dante se encoge de hombros —. Piel azulada, ojos dorados, cabello dorado...

—¡ah! —exclama Godam —. Esa no debe entrar.

Dante solo asiente. Al parecer el enano ha olvidado su impresión inicial, pero no se ha olvidado de mí. me da una mirada perspicaz. Es entonces cuando Dante nota que no nos ha presentado

—¡oh! —exclama —. Godam, ella es Kalliope —hace un ademan hacia mí —, mi hermana. Kalliope, él es Godam, mi acompañante

—señorita —Godam hace una ligera reverencia antes de desaparecer en la cocina.

Hija de tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora