Banyan llega a mi lado, me sujeta el cabello y acaricia mi espalda mientras devuelvo la cena. Mi cuerpo se convulsiona con las arcadas que se me hacen eternas.
Para cuando termino con el estómago vacío, solo tengo energías para acostarme en el piso de baldosas frías. Banyan me mira tranquilamente, sentado en el suelo a el piso junto a mí.
—di algo —murmuro con voz ronca. El me mira por un momento más.
—¿Qué paso? —me pregunta.
Entonces las lágrimas comienzan a salir al fin y ya no puedo parar. Banyan me soba la espalda evitando el contacto visual, no tengo energías para hablarle o pensar algo coherente, solo sé que necesito sacar toda la frustración y adrenalina de antes.
Oigo voces al otro lado de la puerta, deben ser mis padres interrogando a Aurora. No me siento con fuerzas para hablar con ellos y mucho menos pensar en mi hermana. ella está en el último lugar de mis prioridades ahora.
Lloro por lo que parece una eternidad, no puedo creer que haya golpeado con tanta fuerza a Aurora. No recuerdo haberme esforzado mucho, la mano no me duele como se esperaría que debe hacer. La situación me hace llorar más, en silencio, ahogándome en la culpa.
La puerta se abre y la imagen de mi padre con el rostro impasible aparece por el umbral. Mira a Banyan y luego a mi antes de hablar.
—ven conmigo —me ordena. Trago saliva.
Suspiro dejando que el ángel me ayude a ponerme en pie. Paso una mano por mi cara para limpiarla de lágrimas y sigo a mi padre por el pasillo hasta la habitación.
Mi hermana se encuentra en la cama. Tiene en ceño fruncido hacia mi madre quien intenta ayudarla a sanar el moratón de su mejilla. Aparto la mirada y me siento a su lado cuando mi padre lo indica.
—ahora se van a calmar —dice Muriash —y me van a decir con todo detalle que sucedió aquí.
Aurora se cruza de brazos y se aleja un poco más de mí. Intento no darme cuenta de su herida mientras aparto la mirada de mis padres. Banyan se ha ido. Mi padre suspira.
—alguna va a tener que decir algo —dice —. No pueden callarse las cosas, especialmente algo tan grave.
—no pasa nada —murmura Aurora.
—claro que pasa ¡mírate! —exclama mi madre —. Tienes la mejilla morada, Kalliope estaba llorando en el baño. Hace unos minutos estaban bien jugando en la sala. ¿Qué paso?
—ya dije que nada —gruñe Aurora. Hace una mueca, pero no mira a Astra.
—ya es tarde y Kamel espera —dice Muriash —hablaremos después de esto. Aurora ve con tu madre —le dice a mi hermana —. Kalliope, quiero hablar contigo.
Mi hermana, con una expresión inundada en fastidio se levanta y sale de la habitación. Mi madre me da una última mirada antes de salir corriendo tras Aurora.
Me quedo a solas con mi padre.
—no quiero que piensen que soy el malo aquí —me dice sentándose a mi lado en la cama —, pero necesito saber que paso. Kalliope, solo quiero ayudarte.
Suspiro, no tengo el valor para mirarlo a los ojos. Una parte de mi quiere decirle todo, lo asustada y arrepentida que estoy. Necesito que alguien me abrace, que alguna persona me diga que todo estará bien. Sin embargo, me quedo callada, esperando que con eso se vaya.
—Kalliope —toma mi rostro con sus manos y limpia una lagrima involuntaria de mi mejilla —, hija, háblame. Por favor.
Entonces me quiebro, como una muñeca de porcelana. Mi padre me abraza con fuerza mientras lloro. Es algo que he anhelado hacer hace tanto tiempo, casi me parece imposible haber vivido sin darme cuenta.
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Hija de tormenta
FantasyAurora tiene una hermana, su gemela, aquella que según le han dicho quiere hacerle daño. Kalliope pasa de ser una joven huérfana a tener aquello que siempre ha anhelado y temido. Libertad. Pero pronto aprenderá que la libertad tiene un precio y debe...