Kota pasa temprano por mí, esta vez, lo espero fuera de la habitación. Parpadea cuando me ve de pie en el pasillo, enfundada en el uniforme de entrenamiento. Hace un par de semanas, mi padre me proporciono uno de repuesto, por si acaso.
—vamos —me dice Kota, se da la vuelta y camina.
Lo sigo de cerca, sin embargo, me toma un momento darme cuenta que no nos dirigimos al gimnasio del palacio.
—¿Dónde vamos? —le pregunto.
Como siempre, no tengo respuesta. Esta en modo entrenador, por lo que simplemente confío en él y dejo que me guie hacia donde sea que tenga planeado.
Salimos del palacio hacia las calles desiertas, en el final de una fría noche. Se me eriza la piel, por lo que subo la cremallera de mi chaqueta hasta en cuello.
No hay ningún alma en las calles, solo hay algunas casas o edificios que tienen luz en sus ventanas. Todos usan luz eléctrica, pero no veo los típicos cables o postes que tienden a inundar las ciudades.
Caminamos por lo que parece una eternidad hasta que nos detenemos frente a un pórtico. La casa que erigida frente a mi es más alta que ancha, con un hermoso y bien cuidado jardín. A diferencia de los demás edificios de Angelorum, esta casa es de un bonito tono de dorado con tallados negros. Toda la casa parece estar tatuada por un artista experto.
Cruzamos el hermoso jardín de coloridas flores, Kota saca una llave, abre la puerta de madera oscura y entramos.
El interior es acogedor y simple, todo impecable y ordenado. Decorado con muebles antiguos, desde el pequeño vestíbulo puedo vislumbrar un comedor, la sala de estar y un cuarto donde han puesto una mesa verde con hoyos.
—es una mesa de billar —dice Kota al notar el objeto de mi atención. Asiento, no sé cómo funciona eso del billar, pero no quiero que él se entere.
Me adentro más en la casa, encontrando la cocina y la salida a un patio trasero donde han instalado otro pequeño jardín, un kiosco de hierro blanco y una pileta con las esculturas de un ángel y un demonio enfrentados.
Es la primera vez que veo la figura de un demonio en esta ciudad.
—¿dónde estamos? —le pregunto a Kota.
El sonríe ligeramente.
—es mi casa —dice, señala la pileta del patio —. Una broma interesante para los invitados. Me gusta ver sus caras de desconcierto e incomodidad.
—creo que es lo más realista que he visto aquí.
—¿a qué te refieres?
—la lucha del bien y el mal —me encojo de hombros —. Siempre enfrentados, manteniendo un delicado equilibrio que nos da la libertad
Kota se queda pensativo. No se si he dicho algo que me condene, últimamente siento que todos me condenan. De algún modo no he podido dejar de meditar sobre la reacción que tuvo Alexei cuando le dije que quería ir a ver a mi hermana. seguro que espera que le contara todo a él, pero, siendo sincera, ¿Quién confía en un completo extraño?
Bueno... yo lo hice. Aunque no es lo mismo. Gustav solo podía llevarme a su guarida de maldad, pero Alexei podría enviar a ejecutarme. Eso no solo me haría daño a mí, sino que también a todos mis seres queridos.
—te traje aquí para entrenar —me dice Kota —. Tengo un gimnasio. Acompáñame.
Hago lo que ordena sin chistar. Subimos las escaleras hasta el tercer piso, Kota enciende la luz.
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Hija de tormenta
FantasyAurora tiene una hermana, su gemela, aquella que según le han dicho quiere hacerle daño. Kalliope pasa de ser una joven huérfana a tener aquello que siempre ha anhelado y temido. Libertad. Pero pronto aprenderá que la libertad tiene un precio y debe...