La voz de Alexei retumba en el palacio apenas vemos a mi hermana, Kalliope, desaparecer en los brazos de Gustav.
—¡cierren todo el palacio! —grita Alexei —¡nadie puede salir! ¡aseguren la ciudad! ¡levanten los escudos!
Sus gritos retumban en las paredes del palacio, callando la música por completo y provocando la alarma en el salón. Hasta este lugar, frente a la habitación donde me he puesto el hermoso vestido azul, se escuchan las exclamaciones de asombro.
Los nephilim guardias del palacio se apresuran a cumplir las órdenes. Corren por los pasillos, llevan a la gente a las zonas de seguridad, cierran las puertas y despejan los pasillos. Kota aprieta los puños a mi lado y se aleja tras uno de los grupos.
—¿Qué pasa? —le pregunto a Dante que esta frente a mí. el voltea con cara de circunstancias.
—Kalliope ha huido con quien no debería —dice.
—¿Por qué? ¿Quién no debería ser?
—ese que estaba ahí —señala hacia el balcón donde Kalliope fue vista por última vez —, es Gustav, el hijo prodigo del mismísimo príncipe de los infiernos.
—de Lucifer...
—exacto —suspira —. Tengo que ver a mamá. Mantente a salvo y no salgas del palacio.
Se da la vuelta y desaparece por el pasillo. Entro en la habitación. Kalliope se veía tan desesperada, de repente estaba muy feliz, bailando con Dante y al siguiente su expresión lucia como si hubiera sufrido un golpe en el vientre.
Fue tan devastador que algo en mí se agito y corrí en su ayuda. No sabía porque, solo sabía que debía estar con ella. Por favor, ángeles, que este bien. Ella es más fuerte de lo que piensa, ha madurado mucho en el tiempo que ha estado en el palacio.
París entra luego de unos minutos.
—todo se ha vuelto una locura —me dice impasible —. He perdido a mi nuevo novio.
—creí que lo detestabas...
—combina muy bien con los muebles —se encoge de hombros —. Dímelo.
—Kalliope se fue con Gustav —hago una mueca —. Al final decidió.
—o decidieron por ella —Paris y yo salimos al balcón —. Tú me dijiste, ahora yo te digo. Gustav es hermano de Kota.
La sorpresa es lo primero que me ataca antes de pasar a un miedo helado. Lo sabía, sabía que Kota tenía algo malo, nunca me dio buena espina. Paris parece leer mi pensamiento porque sonríe, provocándome ganar de golpearla.
—¿Qué?
—mientras Gustavito es el niño bueno de papá, Kota es el hijo descarriado, negándose a obedecer las reglas de su padre.
Frunzo el ceño ante sus palabras.
—el príncipe de los infiernos tiene un hijo... bueno.
—un santo —ríe Paris —. Es lo más jugoso del chisme. ¿de verdad crees que los nephilim lo hubieran dejado vivo solo por su linda tez? El ayudo a muchos humanos y criaturas a escapar durante la guerra, de las garras de su hermano.
—wow —suspiro —. Así que... ahora me toca rescatar a Kalliope ¿sabes que tan malvado es nuestro cachorrito demoniaco?
—imagina lo peor.
Eso no me tranquiliza para nada. Kalliope podrá tener mucha fortaleza, pero todo tenemos un punto de quiebre. No puedo permitir que le pase nada malo, lo estrangulare con mis propias manos si se le ocurre lastimarla.
Ella es tan inocente y buena, merece la mayor felicidad del mundo, estar rodeadas de personas que la amen y la apoyen siempre.
—¿Qué es eso?
París señala al cielo lo que parece una estrella fugaz en el cielo, sin embargo, en vez de atravesar el firmamento nocturno, más bien parece estar acercándose a la tierra.
—es como un meteorito —murmuro.
—no, lo meteoritos no son tan... tan...
—celestiales —susurro con el corazón apretado. No puede ser. Es imposible, por favor que no sea verdad.
Miro a Paris con la agonía dolorosa impregnando mi rostro. Ella me toma de la mano y comenzamos a correr fuera de la habitación, por los pasillos del palacio y sus escaleras amplias.
—esta es la salida este —murmura Paris deteniéndose detrás de una columna frente a una puerta custodiada por dos guardias —. Yo lo distraigo, tu solo corre fuera, rodea el palacio y coge un caballo, ve hacia el norte.
Asiento sin dudar, desesperada por salir de aquí y comprobar que todo es solo una mala broma. No estoy lista para verlo. Debería haber venido a mí, no pueden separarnos.
París corre hacia los guardias, golpea a unos en la cara y empuja al otro. Ellos, sorprendidos intentan recuperarse rápido de la impresión e intentan agarrarla.
—¡ahora! —grita Paris.
Corro como si vida dependiera de ello. Los guardias intentan agarrarme justo cuando logro abrir la puerta y salir disparada hacia la calle.
Doy vuelta en la esquina y tomo el primer caballo que veo, el dueño me reclama y me grita groserías mientras monto sin pensar y cabalgo a gran velocidad. Recuerdo todas las lecciones que Dante me dio sobre cabalgar, procuro no soltar las riendas y sentarme cómoda en la silla.
Apenas me doy cuenta cuando comienzo a llegar a las afueras de la ciudad, solo puedo pensar en seguir aquella luz que baja del cielo. No me importa nada, pienso cuando cruzo la linde del bosque, prefiero morir ahora.
La tierra tiembla bajo mis pies, provocando que el caballo se encabrite y me caiga al suelo. El golpe me deja aturdida, un latigazo de dolor me cruza espina dorsal. Respiro con dificultad, tratando de calmar mi pulso y menguar en parte el dolor.
Me pongo de pie lentamente, el caballo ha desaparecido. Respiro profundamente y doy un paso, probando mi estabilidad. Cuando logro moverme con mayor facilidad, alzo la mirada al cielo. No veo nada, sin embargo, entre los árboles, distingo un resplandor que me deja sorprendida.
Fuego...
Voy lo más rápido que puedo hacia el fuego que arde en medio de un prado... no, no es un prado. Algo a destruido la flora del lugar y ha dejado la tierra ardiendo.
Mientras me acerco, veo unas pequeñas gotas doradas en el piso. Me agacho para examinarlas. No tiene aroma, tienen la textura del oro fundido, pero no esta tan caliente como esperaba.
Sigo el rastro de gotas de sangre con cautela hasta que estas se transforman en verdaderas manchas y charcos de oro. Respiro con dificultad a cada paso, el dolor en mi espalda me impide correr, mas no me limita el sentir un creciente temor.
—es por allá —el grito ahogado y lejano llega a mi como en un sueño febril. Sigo la pista, tratando de acelerar mi andar lo más que puedo.
Me detengo, miro con atención, caigo de rodillas mientras siento como mi corazón se aprieta dolorosamente, mi mente se nubla y una rabia ciega me entumece los musculo.
Grito. Un grito que retumba en los árboles y espanta a los animales. Un grito que me parte en doy. Un grito de frustración, de rabia, de angustia... de culpa.
—por favor, no ¿Por qué? —grito golpeando la tierra a mi alrededor. Tomo la cabeza de mi amado entre mis brazos, sin saber qué hacer.
Kamel está inconsciente, en medio de un charco de sangre dorada. Esta frio, tanto que me asusta. no lleva puesto nada más que unos pantalones de lino blancos.
—Kam, mi amor —le doy beso, desesperada, pidiendo a todo lo divino que esté vivo —¿Qué te han hecho, mi amor? ¿Qué he provocado?
Pero mientras las lágrimas corren incontrolablemente por mis mejillas se la respuesta a mi pregunta.
Lo han castigado por amarme.
Le han cortado las alas.
Kamel es un ángel caído.
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Hija de tormenta
FantasyAurora tiene una hermana, su gemela, aquella que según le han dicho quiere hacerle daño. Kalliope pasa de ser una joven huérfana a tener aquello que siempre ha anhelado y temido. Libertad. Pero pronto aprenderá que la libertad tiene un precio y debe...