Capítulo 31

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Los pasillos del palacio solo están invadidos por los guardias apostados en los muros cuando salgo del salón, prácticamente corro hasta en la habitación donde mi hermana y yo nos hemos preparado para la fiesta.

Confía en los que te dicen la verdad. Lloro en silencio mientras avanzo con rapidez por los pasillos, una risa histérica me ataca en mitad del camino. Me tomo la cabeza con ambas manos sin poder evitar que las lágrimas caigan sin control por mi rostro. Me sujeto de la pared para evitar derrumbarme.

¿Por qué me pasa esto a mí? ¿en serio el destino es tan cruel? Enamorada de... de... deberías aprender a ver mejor...

No lo vi, ¿Cómo no me di cuenta? Estoy enamorada de la persona equivocada. Me siento estúpida, tan ridícula aquí, sufriendo por algo insignificante.

Me cuesta respirar, el vestido me aprieta demasiado de repente. Necesito aire, urgentemente, necesito alejar los pensamientos y aclarar mis ideas.

Me pongo de pie con dificultad, siempre sosteniéndome de la pared. Todo es confuso, solo mi necesidad de escapar me mantiene erguida. Continuo mi camino lentamente, es un alivio cuando encuentro la puerta de la habitación.

Entro corriendo y pongo el seguro rápidamente, casi en modo automático.

—¿Kalliope?

Me sobresalto y me doy la vuelta con todos mis sentidos alerta. Gustav está de pie tras de mí, mirándome con una expresión asustada, preocupada. Suelto un nuevo sollozo y me refugio en sus brazos.

—¡oh, Gus! —lloro.

El me abraza con fuerza y me lleva hasta la cama. Me recuesta allí, permitiéndome descansar en su pecho.

—Kalliope, lo siento tanto —murmura —, es que todo fue tan rápido. No sabes lo feliz que estuve al enterarme de tu triunfo, pero tuve que irme de la ciudad y no pude verte.

Sus palabras me reconfortan, no se ha olvidado de mí, solo no pudo estar conmigo. Pero está aquí, cuando más lo necesito.

Un golpe en la puerta me saca de mi zona de confort en los brazos de Gustav. Alzo la cabeza justo para oír la voz de Kota.

—¡Kalliope! —grita aporreando la puerta —. Ábreme, por favor. Tenemos que hablar.

—no... —murmuro. Gustav se pone rápidamente de pie y se dispone a abrir la puerta, pero me interpongo en su camino. Mi mirada lo asusta tanto que da un paso atrás —. No abras, por favor.

—Kalliope, sé que estás ahí —grita Kota —. Ábreme, no hagas nada estúpido.

—sácame de aquí...

—Kalliope...

—por favor, Gus. Necesito irme, no puedo seguir aquí.

No puedo verlo a él. Gustav duda un eterno segundo más antes de tomarme de la mano y llevarme hasta el balcón. Comienzan a aporrear la puerta, luchando por tirarla abajo. Escucho a mi hermano del otro lado y a Alexei guiando al grupo.

Gustav descorre las cortinas y abre las ventanas de par en par, dejando que la brisa nocturna me acaricie el rostro. Es como un soplo de aire fresco, algo que necesitaba con ansiedad. Gus sale al balcón y me tiende la mano.

—ven conmigo —me pide. Miro un momento atrás, un momento de duda que pasa como un rayo. La puerta se agita una y otra vez, los gritos desesperados de Kota y de Dante me llegan amortiguado. Tomo la mano que Gus me tiende.

El me jala con fuerza, haciéndome chocar con su cuerpo y pegándome a él con un abrazo posesivo. Lo miro justo cuando la puerta cede.

Lo último que veo es el rostro alarmado de Kota, terror puro en sus ojos cuando me ve desaparecer ante sus ojos en un haz de luz.

Hija de tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora