Su cabello azabache está sucio, su piel manchada de sangre y mugre, su ropa esta rasgada y maltrecha. Es como si alguien le hubiera pasado unas garras por la espalda, traspasando la ropa, perforando la suave piel.
Me horroriza ver a Aurora así. Nunca pensé en ella como una chica que peleara o fuera propensa a las heridas. Sin embargo, no puedo evitar pensar en cómo se pondrá su ángel cuando la vea. Espero no estar presente en ese momento.
Godam trae trapos limpios y agua. Lo ayudo a quitarle la ropa y acomodarla en el sofá. Él le limpia las heridas lentamente, intentando no molestar las costras que ya se forman.
—debe despertar pronto —dice Godam —. Debe sanar o le quedaran marcas.
Miro a Aurora, tan pacífica ahí, tendida en medio de cojines. Le tomo la cara y aprieto suavemente su nariz. Godam me mira horrorizado hasta que mi hermana tose y suelta un jadeo audible.
Su mirada azul encuentra mis ojos negros. La confusión y el desconcierto brillando en ellos. Nunca pensé que sus ojos fueran tan brillantes, ahora comprendo a Banyan cuando decía que su mirada te robaba el aliento. Los ojos son las puertas del alma, los suyos son una ventana que jamás se cierra.
—debes sanar —dice Godam llegando a mi lado. ella lo mira y hace una mueca de dolor —. Si no lo haces, será peor.
—¿Cómo hago eso? —pregunta con voz ronca.
—imagina que sanas. Has que tu mente le diga a tu cuerpo que hacer.
Ella entrecierra los ojos en concentración. Poco a poco, ante mi sorpresa, la piel de su espalda comienza a juntarse.
—hazlo despacio —instruye Godam —. Piensa en cada hebra de musculo y piel siendo unida lentamente. Deja que tus instintos te digan donde curar.
Para cuando Aurora termina, no queda ninguna cicatriz en su espalda. La pequeña herida en su cabeza también ha desaparecido. Godam le limpia la cara y termina de quitar la sangre de su espalda. Y así, su piel queda tan impoluta.
Aurora se sienta lentamente, pero no con cansancio, sino como si estuviera probándose a sí misma. Mira a su alrededor, tomando detalle de su entorno. Se detiene en mí.
—¿eres Kalliope? —pregunta. Su tono más serio que grave
—es mi nombre —murmuro desviando la mirada —. Tu eres Aurora.
Ella se ve impresionada, pero también cautelosa. Siendo sincera, yo tampoco sé que esperar. Godam recoge las cosas en sus pequeños brazos y desaparece en otro cuarto.
—¿es tu amigo? —pregunta Aurora.
—no... bueno —titubeo —. En amigo de Dante.
—nuestro hermano —sus palabras el signo de la seguridad.
—si —hago un gesto vago a mi alrededor —. Esta es su casa... la comparte con un amigo. Dante... ha sido bueno conmigo.
—te creo —dice, una sonrisa burlona formándose en su rostro —. Me ofreció su ayuda cuando estaba con mis... nuestros tíos —se corrige —. El chico que me ayudo allá ¿lo conoces?
—Gus —murmuro —, se llama Gustav
—¿es tu novio?
—¿Qué? No —suelto una risa nerviosa. Ella me mira con picardía —. Es solo un amigo. Mi amigo
—aja —murmura —. Amigo.
La miro a los ojos. Ella cree que es mi novio, no cree en lo que le digo. Nunca había pensado en Gus como algo más. es extraño pensar en tener un novio cuando apenas está conociendo el mundo más allá de lo que te cuentan.
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Hija de tormenta
FantasiAurora tiene una hermana, su gemela, aquella que según le han dicho quiere hacerle daño. Kalliope pasa de ser una joven huérfana a tener aquello que siempre ha anhelado y temido. Libertad. Pero pronto aprenderá que la libertad tiene un precio y debe...