Capítulo 8

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—¿estás bien? Parece que viste un fantasma

—me asustaste —murmuro

Él se ríe y me ayuda a levantarme. Me analiza de pies a cabeza antes de soltarme y dejarme firmemente en el cielo.

—Gustav —digo con el corazón aun acelerado, pero ya no sé si es por el susto o por otra cosa.

—debo admitir que me sorprende verte aquí, pero no verte en absoluto hubiera sido decepcionante —me dice sonriendo. Me sonrojo y aparto la mirada —. Supongo que tu padre no está contigo...

Lo miro. Seguro vio y escucho todo lo que paso aquel día en la casa. Me pregunto qué pensará de mi después de haberle mentido. Sin embargo, el sigue sonriéndome, esta vez con un poco de complicidad.

—la verdad, ni yo misma se en que me he metido... —murmuro.

—estoy seguro que lo averiguaras —dice —, pero ¿estás bien? Digo, tuviste toda una revuelta por allá. Casi quemaron toda la zona y esa cosa... fue muy aterrador.

Cosa... no sé a qué se refiere con ello. Tal vez a la mujer que arrastraban por el piso o al demonio que me ataco en el bosque. Espero que no hubiera más cosas acechando por allí, en ese bosque que yo usaba como mi refugio temporal.

—no lose. Tuve que irme pronto —digo —. Un amigo me ayudo a escapar. Ahora vivo con mi hermano... y espero a mi hermana —dudo. No sé qué tanta podre confiarle, después de todo nos conocemos desde hace muy poco —. Estoy a salvo... creo.

Gustav mira a nuestro alrededor, evitando mi mirada. Se ve muy apuesto así, con aquella camiseta azul y sus jeans oscuros. Lleva una chaqueta con un cuchillo en el interior. ¿los nephilim siempre van armados? No recuerdo haber visto a Dante con un cuchillo o algo parecido jamás, al menos desde que lo conozco. Siempre está leyendo o analizando cartas.

—¿has ido a Ambarth? —me pregunta de repente. Parpadeo para salir de mi sopor y le sonrió con timidez.

—¿Ambarth? —digo dudosa. Nunca había oído hablar de tal lugar. Me ofrece su mano

—dulce doncella —dice —, ¿quisiera dar un paseo con este humilde y apuesto caballero?

Rio en voz baja. Miro hacia el sol. Aun no es mediodía y no espero que me esperen en un buen rato. Miro a Gustav y sopeso las probabilidades. ¿es sensato irse con un completo extraño a un lugar desconocido? Sus ojos, negros como la noche me dicen que sí y no tengo ánimos de objetar ni escuchar aquella voz que me advierte el peligro de esto.

Tomo su mano sonriendo. Me lleva corriendo a través del bosque, alejándonos cada vez más de la casa de mi hermano. Soy consciente de lo preocupado que se va a poner, especialmente después de lo que sucedió en París... luego le pediré perdón. Ahora solo tengo ojos para Gustav.

Llegamos a un asentamiento de rocas. Gustav me agarra la mano con fuerza con la suya y la otra la usa para tocar una pequeña grieta en la piedra.

—no te sueltes —me dice. Toca la grieta y el mundo se transforma en un hoyo negro.

No se cuánto tiempo pasa, pero cuando el mundo vuelve a aclararse, mi estómago esta revuelto y debo sostenerme a Gustav para mantener los pies en el suelo. Él se ríe, y yo me sonrojo.

—tu primer viaje en transportador —comenta —. Interesante.

—yo diría... agobiante —digo y tengo toda la razón. Me siento escupida, como si me hubieran succionado y vomitado en otro lugar del mundo... de hecho eso fue lo que paso.

Hija de tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora