Capítulo 3. La huida

149 32 63
                                    




—Cálmate Valia, no pierdas la calma —dijo Darla zarandeando el cuerpo de la muchacha para tratar de sacarla de tu estado de nervios.

—¿A dónde tengo que ir? ¡Por favor, dímelo! —exclamó Valia dirigiéndose a Kans con cierto nerviosismo. No solía dirigirse ni a Kans ni a Darla de una forma tan directa, elevando el tono de voz, ya que les respetaba mucho, pero esa era una situación muy diferente a las habituales después de todo lo que había oído.

—Es importante que primero te abastezcas, hija mía. No hay tiempo que perder con respuestas —dijo Darla mostrando una voz poco uniforme. Se levantó del banco usando una parte de la poca energía que le quedaba y desapareció en el interior de la cabaña. Transcurrido un minuto sacó un zurrón marrón lleno de bayas, queso y pan. Por otro lado, se podía apreciar como en su mano derecha cargaba con un mapa arrugado bastante antiguo, el único que había habido en esa casa desde que Valia tenía memoria.

Nadie sabía de dónde podía haber sacado las fuerzas necesarias aquella mujer que tanto tosía por las noches en los crudos días de la estación de escarcha blanca y que por el día se encontraba indispuesta la mayor parte del tiempo. Sin embargo, estaba haciendo todo lo posible para preparar viandas para el viaje de su única hija, aquella a la que tanto quería y a la que pronto se vería obligada a decir adiós.

—Quiero que te alimentes bien y que hagas caso a todo lo que te diga ahora tu padre, cariño, sin rechistar —indicó Darla con una mirada tierna abriendo los brazos para fundirse en un abrazo con Valia. Apenas duró unos segundos pero los dos corazones latieron acompasados y, durante unos instantes, para ellas dos no existió nada más en el universo que una madre y una hija y el amor que se tenían la una por la otra.

—Valia, escúchame. Tú no eres como nosotros exactamente, eres diferente pero eres nuestra hija a pesar de todo. No dejes que nunca te cojan, ¿me oyes? Jamás. Huye, escóndete y pelea hasta desgastar tu cuerpo, pero por favor que nunca te atrapen porque mientras tú seas libre, nosotros también lo seremos—. Esas fueron las últimas palabras que Valia pudo oír de Darla antes de partir. Tan solo el pensamiento de alejarse de ella le partía el alma, ya que nunca antes habían estado separadas, pero en su interior sabía que no podían estas juntas.

Valia se quedó callada. Ni sabía qué decir ni le salían las palabras. La situación era muy extraña, como si se tratase de parte de una representación teatral de una de las compañías de actores ambulantes que recorrían el sur de Amagonia durante solernio.

—Ahora sí, Valia, óyeme con atención. Quiero que te alejes más allá de la pradera de Mulhien. Ve hacia el este y crúzala. Después quiero que pases el primer tramo de árboles del círculo del bosque, ese que desemboca a una zona de pradera interior —explicó rápidamente Kans acompañando sus palabras de círculos invisibles dibujados con el dedo índice en el aire.— Por último, tienes que cruzar el bosque interior como sea. Llega al final de ese bosque y estarás a salvo, ¿me has entendido? —preguntó Kans fingiendo una gran seguridad en sí mismo, a pesar de que carecía de ella en aquel momento crítico.

—Pero... ese bosque...no se puede cruzar. Nos lo dijo Mirda la anciana. Hay historias terribles sobre ese bosque y nadie de la aldea ha conseguido pasarlo jamás. —replicó Valia con cierto espanto mientras la imagen de la blanca trenza de Mirda pasaba por su mente.

Mirda la anciana era la persona de mayor edad que residía en Bilksof. Su frente mostraba muchas arrugas y surcos que parecían contar una historia de vida dura y sacrificios. Vivía en una cabaña bastante alejada de los Luyal, por lo que no solían coincidir a menudo. Sin embargo, cuando Valia era más joven había oído historias fantásticas por la boca de la anciana que nunca había logrado saber si eran ciertas o pura fantasía. Mirda siempre se empeñaba en decir que todo lo que contaba era real, que había sucedido y que alguien le había transmitido la veracidad de los hechos

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora