Capítulo 12. Sirla

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—Muchas gracias por todo —dijo Valia desde la puerta de la cabaña con una gran sonrisa. Terro y Borina esperaban en el exterior sintiendo los primeros rayos del Sol del día en sus pieles descansadas.

—No ha sido nada —contestó Olin acariciándose la nuca. Había preparado un ligero desayuno para los viajeros como muestra de hospitalidad y ellos lo habían devorado rápidamente. Ahora, sin embargo, era el momento de despedirse.

Los dos muchachos se miraban fijamente captando cada uno los reflejos del iris del otro. Podía notarse cierta desgana ante la separación, pero ambos sabían que este encuentro no podía ser duradero.

—Valia, ¿cuándo volveré a verte? —preguntó Olin acercando sus alargados dedos y rozando los de Valia.

—No lo sé, Olin, no lo sé —contestó ella dubitativa— .Si sigues yendo al bosque quizás nos veamos algún día...— Tras decir estas escuetas palabras no hubo más diálogo, Valia se dio la vuelta y se reunió con sus acompañantes para pronto ponerse en marcha.

La cabaña se hacía más pequeña a medida que avanzaban; cada vez que Valia giraba su cabeza para comprobar que lo que había pasado no era un sueño Olin estaba más lejos, pero le sentía muy cerca.

—Hoy parece un buen día. Siento que vamos a ver a Klaudia... —afirmó Terro intentando animar a Borina y Klaudia.

—Eso espero, aunque descansando en Morda igual nos hemos retrasado —replicó Borina asintiendo y después mirando a Valia—. Oye, Valia, ¿desde cuándo conoces a Olin? Nos has dicho que te salvó la vida pero parece que os conocéis desde hace tiempo.

—Bueno... en realidad le conozco desde hace poco —contestó Valia ruborizándose ligeramente.

—¡Ah! —exclamó Borina estirando la frente y arqueando las cejas— Pensaba que desde hace mucho tiempo, se os veía "muy amigos"—Estas últimas dos palabras las dijo con un tono burlón.

—¡Pues no! —contratacó Valia sintiéndose molesta. ¿Qué importancia tenía para Borina el que conociese a Olin desde hacía más o menos tiempo?

—¡Pero no te enfades, mujer! —vociferó Borina entre risas sonoras.

—Borina, ¿me pasas el mapa? —preguntó Terro tratando de frenar la actitud socarrona de la aludida y haciendo ademán de estirar un pergamino

—Toma, míralo todo lo que quieras —contestó Borina desentendiéndose por completo de la obra manuscrita.

—Estamos más o menos por aquí —dijo Terro señalando una mancha situada al pie de la Montaña azul—. Entonces calculo unas diez horas de camino como mucho. No es tanto, ¿no?

—Es más que suficiente por hoy —contestó Valia sin demasiadas ganas de andar aquel día. Aún tenía los pies cansados de la larga caminata desde La Aldea hasta Morda—.Todo sea por llegar— terminó diciendo.

Los tres jóvenes marcharon durante varias horas tratando de rodear aquel gran ente azul inerte. El paisaje apenas variaba: rocas y más rocas que desprendían brillos metálicos, una vegetación escasa de plantas leñosas con ramificaciones bastante bajas y pequeños arroyos de agua pura que parecían surgir de la nada.

La cabeza de Valia no descansaba ni un segundo mientras avanzaban por una llanura que parecía no tener fin. Klaudia, Kans, Darla, Marla y Olin tomaban forma una y otra vez ante sus ojos recitando frases cortas que apenas podía oír. Sus figuras se evaporaban con la brisa invernal pero no llegaban a desaparecer por completo. Estaban muy presentes aquel día.

—¿Tú que crees Valia? —preguntó Terro con una mirada curiosa sacando a la joven de su ensoñación.

—¿Eh? —respondió Valia sin saber a qué se estaba refiriendo. No había prestado atención a la conversación animada que estaban teniendo Borina y él.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora