Capítulo 19. Cuerpo a cuerpo

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«¡Ahora no! ¿Cómo pueden haber dado con nosotros?», se preguntó Valia a sí misma mientras trataba de no perder el equilibrio. Tras esto hizo un movimiento rápido para colocarse la túnica de manera que cubriese todo su cuerpo de nuevo y acabó girando la cabeza.

Un hombre de ropajes negros caminaba en su dirección muy confiado. La casaca, que estaba rematada con un fino hilo amarillo con el que se habían trazado dos bordados del contorno del asta de un ciervo, parecía ligera, lo suficiente para que mantuviese la temperatura corporal y diese gran libertad de movimiento al cuerpo. Por último, una funda de piel de vacuno oscurecida rompía con la armonía de la vestimenta.

A Valia se le pasaron dos posibilidades por la mente. La primera era huir, tratar de correr todo lo posible y alejarse de aquel hombre. Sin embargo, pronto descartó era opción; ella no era una buena corredora, ni siquiera estaba acostumbrada a cubrir cortas distancias deprisa y además con aquella túnica no sería posible escapar más rápido que él.

La segunda opción era gritar, pedir auxilio, aunque al alejarse tanto era prácticamente imposible que Borina y Terro llegasen a tiempo para rescatarla. ¿Qué podía hacer? Ya estaba prácticamente acostumbrada a que alguien la rescatase porque ella no contaba con habilidades especiales ni estaba entrenada para el combate. Tenía que pensar en algo y rápido.

El hombre se acercó con mayor velocidad y en vez de continuar caminando comenzó a correr, dejando atrás varios árboles con un movimiento en zigzag. El filo de la falcata que cargaba en la mano derecha se volvía borroso a medida que se desplazaba.

«No puedo hacer otra cosa», se dijo Valia mientras trataba de sacar un pequeño cuchillo de su zurrón con las manos temblorosas. Cuando lo sostuvo en su mano pudo comprobar que se trataba del cuchillo que le había entregado Kans, el mismo que ella se había encargado de cargar en el zurrón—. Padre, os hice una promesa a ti y a madre y hasta ahora no he tenido ni el valor ni la fuerza de cumplirla, pero eso se ha acabado. «Prometo luchar hasta el final, sola o acompañada», pensó mientras sostenía el arma entre sus dedos y contemplaba su color blanquecino.

Apenas tenía posibilidades de sobrevivir utilizando un arma de aquellas dimensiones, la falcata era mucho mayor y seguramente era útil para asestar un golpe letal. «Un solo golpe, eso será suficiente para que acabe conmigo».

— ¡Socorro! —gritó Valia a pleno pulmón. Se situó entre dos árboles y mantuvo una postura defensiva. El hombre se aproximaba emitiendo un ruido crujiente que surgía al pisar trozos de corteza desprendida de alguno de los pinos.

— ¡Estúpida! —chilló el hombre con una voz poco acorde a su apariencia física. A pesar de que él era corpulento y contaba con una tupida barba negra, emitía sonidos agudos, lo que hizo que Valia pensase en una rata.

El primer golpe asestado con la falcata fue muy veloz. Valia sintió que apenas tenía tiempo de esquivarlo. El filo se dirigía a su cuello, directo a seccionar una carótida. Era cuestión de vida o muerte reaccionar.

Resoplando, Valia consiguió agacharse y esquivar el golpe. Observó como el hombre se esforzaba por sacar el arma incrustada en el tronco de un árbol contra el que había chocado y decidió golpear. Elevando el cuchillo consiguió clavarlo cerca de la clavícula del atacante, aunque no con demasiada fuerza.

«¡Oh, piñastre! No ha servido para nada», se dijo a sí misma. Velozmente, soltando el cuchillo, consiguió escapar por un hueco que había quedado libre entre su agresor y el árbol y trató de huir.

— ¡No llegarás muy lejos! —comentó el hombre mezclando sus palabras con un grito de dolor. Una vez se extrajo el cuchillo y sacó parte de la hoja de su falcata de aquella corteza, giró su cabeza para localizar en qué dirección estaba corriendo la muchacha. No había previsto la textura de los árboles como obstáculo a tener en cuenta, pero ahora que lo sabía no volvería a cometer el mismo error.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora