Los tritones alpinos descansaban bajo la tierra cercana a la laguna en estado de latencia, esperando a que la temperatura se volviese más cálida. Una bandada de nueve carboneros garrapinos sobrevolaba La Aldea buscando insectos que llevarse a la boca en dirección a Sirla. La vida no se había ido de aquel lugar, reposaba hasta la llegada de la primavera para explotar con efusividad.
Terro estaba despierto, por lo que darle la noticia fue realmente sencillo. Su cara estaba un poco hinchada, tal y como se había encontrado gran parte de las mañanas durante el viaje de búsqueda y regreso. No obstante, a Valia no le importaba su aspecto, desconocía en qué cabaña habitaba Violeta y esa era su prioridad en aquel momento. A pesar de que el número de edificaciones no era excesivamente numeroso, ni los ocho habitantes que residían en la de residencia Terro ni los siete que dormían diariamente en la cabaña de Borina eran aquella mujer.
Murda y Borina cruzaron el umbral de la puerta de su hogar perezosamente tras oír los gritos de Valia desde el exterior perezosamente. Sus siluetas aparecieron con varios segundos de diferencia; ya estaban los cuatro y, tras una explicación pertinente, solo quedaba avisar a Violeta. Murda había oído que residía en una cabaña situada en el este, por lo que se encaminaron con cierta prisa.
—¡Qué fastidio volver a hacer estas tareas! —exclamó Terro—. Me gustaba más estar de viaje.
—No te quejes, aquí al menos no hay nadie que nos persiga —refunfuñó Borina.
—¿Perseguir? No me has contado casi nada del viaje, Borina. Espero que me des más detalles —indicó Murda.
—¿Detalles? ¡Ni en broma, ¡Haber venido! Yo no tengo la culpa de que seas una cobarde —respondió Borina con su lengua afilada como una daga. Tenía intención de herir y lo estaba consiguiendo.
—Yo... lo siento. Sé que no he obrado bien pero es que tengo miedo. No quiero que me pase algo malo por salir de La Aldea —replicó Murda con cierto tono infantil.
—Tampoco Klaudia lo quería, ¿o acaso crees que si? —preguntó Borina tratando de intimidar a Murda—. ¿Ese es tú problema, el miedo? Yo lo llamo de otra forma, eso es cobardía, no querer arriesgarse por los demás y desde luego no querernos a nosotros.
—¡Borina, eso no es así, yo siempre os he querido mucho! —gritó Murda a punto de echarse a llorar.
—Ahora no me dirijas la palabra —interrumpió Borina—. Si sigo oyendo mentiras puedo perder el control.
Murda se quedó en silencio, apretaba sus puños fuertemente y caminaba ahora alejada de Borina, situándose junto a Valia. Acercarse a Borina en aquellos momentos no era buena idea, no al menos conociendo su carácter.
La tensión en el ambiente era densa como un cristal de hielo y el objetivo principal de ir a buscar a Violeta se desdibujaba en el grupo tras el vertido de acusaciones por parte de Borina.
—Por favor, ahora no. Tengo que contarle los planes de Marla a Violeta, pero así no vamos a poder hacer labores de recolección tranquilos. Aunque llevo poco tiempo aquí, lo mejor es que luego nos dividamos. Yo puedo trabajar con Borina y Violeta y tú, Terro, con Murda —Valia no trató de tomar el papel de líder, sino de aplicar una lógica simple que fuese fructífera.
—Me va a costar callarme pero lo voy a intentar. Ayer no exploté porque quería descansar —afirmó Borina arrugando su labio superior—. Hoy ya veremos.
—Bueno, después del viaje el día de hoy va a ser un juego. Tómatelo como algo para relajarte y no pienses demasiado —aconsejó Terro.
Murda no dirigió la palabra a Borina en todo el trayecto, sus palabras cordiales tenían como objetivo a Valia. Estaba tratando de ser amigable todo el rato, incluso en exceso, lo que evidente y molesto para Borina, que farfullaba entre dientes. Tras errar de cabaña dos veces, la tercera acabó siendo la correcta y, con la voz de Valia, Violeta se dio por aludida. Llamar a las personas gritando desde el exterior era algo habitual. Valia no había tenido que actuar de aquella forma mientras vivía en Bilksof, pero en La Aldea se había acostumbrado a actuar de esa forma.
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Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwards
FantasyLa vida de Valia corre peligro. Es una susurradora y como tal debe ser perseguida y eliminada por El Consejo. Kans y Darla, los padres de la muchacha de 16 años, le piden que huya al bosque; el mismo del que se oyen extrañas historias y en el qu...