Capítulo 16. Borina

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— ¡No se ve nada! —exclamó Valia avanzando entre la maleza del boque. En aquel momento tenía en mente la huida de la pradera de Mulhien que llevó a cabo tiempo atrás. El lugar era similar, aunque con plantas menos espinosas y con un terreno más suave, sin afiladas piedras.

—Tenemos que seguir —indicó Borina desde una posición adelantada. Su voz era firme, no se perdía entre la oscuridad nocturna.

Borina seguía herida y podía notar un dolor que palpitaba rítmicamente, como si latiese al compás de la melodía del bosque nocturno. No obstante, tomaba de nuevo su papel favorito, el de guía de un grupo de expedición.

Terro se encargaba de dirigir a Klaudia a pesar de estar tan desconcertado como ella. Daba pasos más cortos que Valia o Borina, pero de vez en cuando lanzaba su voz al viento para comprobar que no se había alejado de ellas y, en caso de haberlo hecho, pedía que esperasen unos segundos.

—Estoy segura de que ya no nos sigue nadie, pero hay que pasar la noche en algún sitio seguro —afirmó Borina sintiendo un frío más intenso cada vez, a medida que avanzaba.

Los cuatro muchachos habían dejado las llamas verdes tan atrás que era imposible ver nada en aquel mar de siniestros árboles y kardoffles que envolvían la superficie del bosque.

— ¿Cómo vas Borina? —preguntó Terro. Seguía preocupado por el estado de su amiga; una herida de flecha en ciertas partes del cuerpo podía ser mortal o causar graves laceraciones.

—Tengo un poco de frío —respondió Borina. Mientras avanzaba se palpaba el hombro de vez en cuando para comprobar que la sangre seguía manando de la zona herida. Sus dedos se cubrían de capas finas de sangre reseca, a las que añadía algo de cobertura cada vez que repetía su gesto.

Tras caminar un buen rato, la joven pensó que estaba teniendo alucinaciones, pues pudo divisar en la lejanía un brillo desdibujado.

— ¡Creo que allí hay una luz! —exclamó Borina con la voz temblante.

— ¿Dónde Borina? —inquirió Valia sobresaltada por lo que acababa de oír.

Borina no respondió a pesar de Valia volvió a repetir la pregunta de nuevo. Terro y Valia comenzaban a inquietarse ante la falta de respuesta, cuestionándose dónde se encontraba Borina.

— ¿Por qué no responde? —preguntó Terro insistentemente.

—Ya te he dicho que no lo sé, pero tiene que estar por aquí —replicó Valia caminando cuidadosamente. Uno de sus pies, al aterrizar, topó con algo más blando que el suelo, lo que la desequilibró e hizo que cayese contra el suelo. Una capa de largas hierbas amortiguó su caída.

— ¡Oh, no puede ser, Borina! —chilló Valia. Su voz resonó estrepitosamente entre unos árboles ya más distantes unos de otros en aquella zona en la que se encontraban.

Aquel bulto que había propiciado la caída de Valia era el cuerpo de Borina. Ella yacía en el suelo totalmente inconsciente, lo que preocupó enormemente a su amiga.

— ¡Tienes que aguantar! —gritó Valia tratando de buscar el rostro de Borina en la oscuridad. Con sus manos frías consiguió alzar su cabeza y la sujetó, acercándola a su pecho. Unos instantes más tarde, pudo al fin fijarse en la respiración entrecortada de Borina, lo que indicaba que su herida debía de ser tratada con rapidez.

— ¿Qué está pasando, Valia? — vociferó Terro acercándose cada vez más hacia donde se encontraba la muchacha de dieciséis años. Deseaba obtener información precisa y de forma casi inmediata porque de no ser así iba a perder los nervios.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora