—¿Seguimos? —preguntó Borina mirando con falta de empatía hacia Valia— Ya tendremos tiempo de hacer otra parada para comer más adelante, así que no llores por estar hambrienta.
Valia se sorprendió por la frialdad de aquella mujer. Después de todo lo que acababa de suceder se mostraba impertérrita. Debía de haber tenido una vida realmente dura o quizás simplemente era así.
—Sigamos —contestó Terro extendiendo su brazo hacia adelante.
—Sí, vamos —dijo Valia de forma seca. Apenas se limitaba a decir dos o tres palabras cuando se encontraba en situaciones estresantes. Las emociones fuertes afectaban a su poca labia natural.
Los tres muchachos continuaron andando, aún tenían un largo camino hasta llegar a la Montaña Azul y las cuestas iban a ser más pronunciadas para subir de altitud. Apenas una hora más tarde consiguieron divisar una corriente de agua dulce junto a varios árboles y decidieron realizar el descanso que no habían podido realizar por completo anteriormente.
—Borina, cuando haces eso con la tierra ¿qué se siente? —preguntó Valia curiosa mientras Terro bebía agua y rellenaba un recipiente parecido a una rudimentaria cantimplora.
—¿El qué? Lo qué has visto en realidad no lo hago yo, lo hacen ellos. Yo solo les indico qué hacer —replicó Borina tumbándose sobre un montón de hierba fresca.
—¿Ellos? —volvió a preguntar Valia mientras se acordaba de algo que Marla no había llegado a aclarar.
—¡De verdad, eres más novata de lo que pensaba! Bueno, hay unos seres que no podemos ver pero que existen. Creo que son realmente pequeños y según muchos habitantes de La Aldea forman todo lo que vemos, hasta tú y yo estamos hechos de ellos —explicó Borina poniendo sus dos brazos bajo su cabeza.
—¡Piñastre! —exclamó Valia totalmente sorprendida. Ella pensaba que estaban hechos de carne, huesos pelo, sangre y poco más. Jamás se había planteado que incluso los seres humanos podían estar formados de pequeños seres, y menos que pudieran acatar órdenes.
—Y... Valia, cuando aprendas a comunicarte podrás hacer cosas como lo que has visto, pero esto no se aprende de un día para otro, hay que estudiar mucho y tener algo de talento, como yo —finalizó diciendo Borina.
—No te preocupes que aprenderás poco a poco —dijo Terro posando su mano en el hombro de la joven—. Yo no soy tan viejo como ella y todavía no he terminado el primer manuscrito y ya sé decir algunas cosas útiles.
—¿Vieja yo? ¡Retíralo! —ordenó Borina.
Valia se quedó callada y se ruborizó mientras los dos muchachos discutían, era la primera vez que sentía el contacto de la mano de un hombre en el hombro. Él lo había hecho para intentar reconfortarla pero había conseguido que su piel se quedase temblando.
A pesar de que apenas llevaba unas horas con aquellos dos jóvenes, Valia sentía que podía confiar en ellos, al menos ligeramente. Después de todo, los tres habían decidido acudir a rescatar a Klaudia y en caso de que ella desapareciese le habría gustado que se actuase igual.
—Ya queda menos —indicó Terro con el mapa en la mano mientras se acercaban a la ladera que bordeaba la Montaña Azul. Aquella formación natural era realmente diferente a las colinas que podían encontrarse en Bilksof. Montones de rocas de enormes dimensiones se situaban unas sobre otras con su superficie porosa de color azul oscuro. Estaba claro que la persona que había dado nombre a aquel lugar al verlo por primera vez había sido muy coherente.
Debía de ser por la tarde de acuerdo a los tonos del cielo, por lo que lo más probable es que pasasen la noche muy cerca de esta montaña o en alguna aldea cercana, aunque de acuerdo al mapa solo había una y ninguno de los tres caminantes conocía su nombre.
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Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwards
FantasyLa vida de Valia corre peligro. Es una susurradora y como tal debe ser perseguida y eliminada por El Consejo. Kans y Darla, los padres de la muchacha de 16 años, le piden que huya al bosque; el mismo del que se oyen extrañas historias y en el qu...