Capítulo 6. Susurradores

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Las dos mujeres, Marla y Valia, anduvieron durante un rato a solas para finalizar frente a un gran portón de madera con aspecto desgastado. Con un empujón que requirió un esfuerzo moderado de ambos brazos, Marla abrió la puerta del edificio y se adentró en su interior. Valia la seguía de cerca, dando pasos a corta distancia de su guía.

Varias antorchas situadas en el contorno rectangular del edificio iluminaban la sala principal y central del lugar con colores naranjas ondeantes. El fuego, con intensidad variable, dibujaba sombras en las esquinas y en los lugares en los que había piezas de mobiliario.

Pasaron de esta sala a una situada a la izquierda, más pequeña y con un pequeño altar cubierto de flores. A pesar de ser la estación de escarcha blanca, las plantas colocadas parecían recientes y varias especies de tiempo de floración desprendían fragancias aromáticas. Bocas de dragón, alhelíes, nomeolvides y pensamientos agrupados en ramilletes desplegaban sus colores vivos proporcionando un toque de naturaleza salvaje al lugar.

—Antes de que lleguen todos debo contarte algo que quizás sepas o quizás no, Valia, realmente no me importa —Las comisuras de los labios de Marla se movieron tímidamente mientras hablaba—. Eres una susurradora, como nosotras —continuó diciendo.

—¿Una susurradora? —preguntó Valia interrumpiendo el mensaje de su anfitriona en aquella aldea.

—Sí, una susurradora. Puede que no sepas qué somos ni porqué nos persiguen, pero tienes que saber la verdad y mejor ahora a que sigas ensimismada en espejismos que no son la realidad. —La voz había adquirido un tono más dramático y profundo esta vez.

—No sé si estoy preparada —espetó Valia de forma cortante.

—Estés preparada o no vas a saber igualmente por qué estamos en peligro todos, no solo tú. Es mi deber como cuidadora avisarte y aunque no lo entiendas esto es más relevante que tu persona, Valia, nos afecta a todos. Tú también eres una parte lo que somos y no puedes borrar eso.

El corazón de Valia palpitaba con fuerza cada vez con mayor velocidad. La adrenalina activaba su cuerpo llevándola a un estado de alerta.

—Por favor, ¿qué soy? ¡Dímelo! —gritó Valia mientras sus ojos brillaban al humedecerse por sus emociones alteradas.

—Ya te lo he dicho, una susurradora. Los susurradores podemos comunicarnos con la naturaleza, muchacha. Todo lo que ves, incluso las personas, está formado por pequeños seres y nosotros podemos hablar con ellos —Marla hizo una pausa durante varios segundos y después decidió continuar —.Cuando estamos preparados aprendemos su lenguaje y ellos nos ayudan. No es nada malo, Valia.

—Si no es nada malo entonces, ¿por qué nos persiguen? —protestó Valia zapateando en el suelo tres veces. Tras esto, se cruzó de brazos y mantuvo esa postura durante el resto de la conversación.

—Porque no nos entienden, nos tienen miedo —replicó Marla moviendo su cabeza a izquierda y derecha—.Tienen miedo de que nos volvamos contra ellos, pero nunca ha sido así.

—¿Quién nos tiene miedo? Todos... es imposible...mi padre... no... y mi madre también sabe lo que soy —Valia pronunciaba frases entrecortadas, no podía pensar con claridad.

—Debes ser una rara excepción. Desde luego, una rara avis, querida. La mayoría de padres con hijos susurradores los entregan al Consejo. Somos engendros para ellos, amenazas. Nada más que amenazas... —Marla entrelazó sus dedos y alzó su barbilla con el rostro cada vez más serio.

—Pero El Consejo...les mata, ¿no? —inquirió Valia tragando saliva al pronunciar estas palabras.

—En efecto. A cambio de entregarlos los familiares se libran de toda culpa, aunque son culpables de algo mucho peor, eso sin duda. Condenar a un hijo a muerte no tiene perdón, no señor —refunfuñó Marla completamente indignada.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora