—¿Quién está ahí? —preguntó la voz con un tono ascendente.
«Me han atrapado», pensó Valia justo tras oír la voz desconocida. Mientras tanto, su tensión aumentaba a un ritmo trepidante. La cabeza le daba vueltas y su respiración se agitaba cada vez más con los pensamientos fugaces que surgían en su interior. Eran imágenes intermitentes y nítidas, llenas de posibilidades horripilantes en las que terminaba siendo capturada por varios hombres y mujeres encapuchados.
—No he hecho nada, ¡por favor! —gritó Valia desconsolada, mientras su cuerpo se paralizaba por completo. Sus ojos se cubrieron de lágrimas y empezó a sollozar, creyendo que su amargo final por fin se acercaba.
—No voy a hacerte nada, tranquila, pero antes respóndeme ¿qué se supone que haces en este bosque? —inquirió la voz de nuevo desdela la lejanía, haciendo pausas largas entre cada una de las frases. Tras no obtener respuesta, la persona oculta en las sombras se fue acercando lentamente, dando pasos que resonaban en la oscuridad —, dime la verdad.
Valia se cubrió la parte posterior de la cabeza con las manos y cerró los ojos. Esta pesadilla tenía que acabar pronto. Estaba soñando... sí, soñando. Pronto se despertaría y un rayo de Sol rozaría su cara como cada mañana. En unas horas estaría con la señora Kragen recibiendo su nueva lección y sus padres la recibirían con los brazos abiertos al volver a casa. Tomarían carne para comer y reirían un rato. Era un día diferente, uno especial, lleno de celebraciones.
Un roce en la mejilla cálido devolvió a Valia a la realidad. Abriendo lentamente los ojos pudo observar cómo un muchacho moreno de ojos claros estaba de pie a un palmo del lugar en el que se sentaba. Una mano desconocida acariciaba su rostro y le preguntaba de nuevo si se encontraba bien.
—Respóndeme, te lo estoy pidiendo por las buenas. Te prometo que no te voy a hacer daño —indicó el desconocido con una amable sonrisa. Sus ojos relucían bajo el resplandor que emitía el árbol luminiscente desde la lejanía. Su semblante no transmitía maldad, por lo que sus palabras parecían sinceras. Valia se limitó a contestar de una forma seca.
—Me he perdido en la pradera y tengo que cruzar aquel otro bosque, el interior —dijo Valia señalando en la lejanía una franja oscura de terreno con tres dedos. Apenas podían distinguirse unas sombras en el lugar señalado.
—¿Vives allí? —preguntó el desconocido mostrando cierto interés. Querer acudir a aquel lugar no era lo más normal.
—Eso no importa —espetó Valia usando un tono poco amigable y frío. —¿Qué haces tú en este bosque en plena oscuridad?
—Ah... yo... estoy recogiendo zafiales. Tienen un buen precio y están muy solicitados. Solo se pueden ver por la noche porque de día se camuflan entre la maleza del bosque. Fuera de este lugar no hay quien encuentre uno.
—¿Zafiales, qué es eso? —preguntó Valia extrañada, puesto que ella jamás había oído esa palabra. ¿Podía ser el nombre de un animal extraño que ella desconocía? Tenía conocimientos suficientes de la fauna local de por haber oído nombres de criaturas desde pequeña, de ahí su extrañeza.
—Los zafiales son unos hongos azules que brillan de noche, estamos rodeados de ellos —explicó el joven agitando su mano izquierda. Sus dedos danzaban para señalar a lo que se refería— ¡Mira cuántos he encontrado! —dijo el muchacho mostrando sus dientes color hueso. Tomó una cesta que había posado en el suelo y sacó cinco de pequeño tamaño. A pesar de haber sido arrancados de la tierra seguían brillando con luz propia.
Valia no se había percatado de aquella cesta de mimbre trenzado, seguramente porque había tenido los ojos cerrados mientras el joven se había estado acercando. No podía estar mintiendo, con semejante explicación tenía que confiar en él, al menos hasta que él se marchase, aunque quizás podía serle de ayuda para llegar a su destino.
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Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwards
FantasíaLa vida de Valia corre peligro. Es una susurradora y como tal debe ser perseguida y eliminada por El Consejo. Kans y Darla, los padres de la muchacha de 16 años, le piden que huya al bosque; el mismo del que se oyen extrañas historias y en el qu...