Capítulo 15. La Huida de Sirla

76 17 66
                                    



-Klaudia, ¿eres tú?- preguntó Valia sobresaltada envuelta en un gran bullicio. Una gran mayoría de presos y presas se había alborotado con el estruendo causado tras surgir la gran abertura en la pared.

Klaudia no respondía, por lo que Valia, Terro y Borina decicieron acercarse a ella. Estaba de espaldas, así que primero la rodearon y después se colocaron de manera que pudieron ver su rostro.

-¡Oh no! -gritó Valia descompuesta. Todo su cuerpo se estremeció.- ¿Qué te han hecho Klaudia?

La muchacha jovial que tanto había servido de apoyo para Valia tenía un aspecto espantoso. Su cara estaba amoratada e hinchada y presentaba varios cortes en los brazos y en el cuello. La ropa que tan normal había lucido en días anteriores ahora se mostraba raída, muy rota y realmente sucia.

Klaudia seguía sin responder, tenía la mirada totalmente perdida y estaba amordazada. Aunque hubiese querido decir algo, aquel prieto trozo de tela que envolvía su boca le impedía pronunciar palabra alguna. No obstante, sí podía hacer ruidos.

-¡Klaudia!- chilló Borina pasando su mano por la barbilla de su amiga lentamente.- ¡Vamos a sacarte de ahí! ¡Aguanta!- La joven de 27 años se sentía tremendamente mal viendo a la frágil mujer en aquel estado. Podía soportar que maltratasen a una persona con el suficiente carácter para aguantar un gran sufrimiento, pero ella sabía que Klaudia no era capaz.

Terro no pronunció palabra mientras sus dos acompañantes se compadecían de Klaudia. Consiguió mantener su mente fría y se dispuso a pensar cómo liberarla lo más pronto posible.

-Oh Klaudia, ¿cómo vamos a romper tus grilletes?- se lamentaba Valia sin saber qué hacer. De nuevo se presentaba una ocasión en la que sentía un estorbo por no tener estrategias suficientes para ayudar a alguien a quien apreciaba.

Unas pequeñas lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Borina mientras se quedaba paralizada por primera vez en mucho tiempo. Imágenes de su hermana Boretta y su madre, Bora, pasaban por su mente como estrellas fugaces: –¡Mira! ¡Es un mirlo!- chillaba sonriente Boretta señalando a un árbol mientras aplaudía. Parecía tan contenta en su recuerdo... -¡Corred, hijas mías! ¡No paréis!- gritaba ahora Bora mientras ella y Borina conseguían escapar. Sin embargo, Boretta no lograba alcanzarlas con sus cortas piernas, tropezaba y caía al suelo. Unos hombres la agarraban y le daban un fuerte golpe en la cabeza. Su madre y su hermana no volverían a saber nada de ella.

-Sudnar lagna asura- dijo Terro en voz alta mientras mantenía una de las palmas de sus manos apoyada en una de las cadenas metálicas.

La cadena que rodeaba las piernas de Klaudia se partió en cinco trozos de la misma longitud causando un gran estruendo. Una decena de presas contenidas en las celdas contiguas se revolvían gritando improperios: "¡Están liberando al monstruo!", decía una mujer oronda, "¡Son como ella, nos destruirán a todos!", comentaba una señora con los ojos abultados.

El ruido ocasionado por el griterío era muy alto e incluso se filtraba por la abertura de la pared. Los carceleros llegarían allí en muy poco tiempo.

-Sudnar lagna asura– volvió a repetir Terro toqueteando los grilletes que envolvían los brazos de Klaudia en un abrazo de serpiente.

Klaudia pudo al fin liberarse de todas las cadenas que la oprimían. Sin embargo, no parecía tener intención de moverse del lugar en el que permanecía sentada. Aquella gran silla metálica de aspecto oxidado tan poco refinada había sido su asiento durante las últimas horas.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora